En busca de sentido

Nuevas realidades

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MIGUEL ÁNGEL MORENO | En los últimos años, ha habido en España una floración de nuevas congregaciones e institutos, un ecosistema cuya realidad está marcada por la falta de datos y certidumbres que lo convierte en difícilmente cuantificable. La Confederación Española de Religiosos (CONFER) refleja que, en los últimos ocho años, se han sumado a ella una treintena de congregaciones, la mayoría llegadas de Latinoamérica, aunque también algunas fundaciones originales en nuestro país. 

Entre estos nuevos institutos, están los Cooperatores Veritatis de la Madre de Dios o las Esclavas Carmelitas de la Sagrada Familia. No integrado en CONFER, pero con un gran eco mediático en los últimos años, está el Instituto Iesu Communio, renombrado por su capacidad para atraer vocaciones religiosas femeninas en sus monasterios de Lerma y La Aguilera (Burgos). En Valladolid, las Carmelitas Descalzas de Campo Grande se hallan a la espera de que desde Roma se acepte su decisión de convertirse en Carmelitas Samaritanas del Corazón de Jesús.

Estas nuevas realidades de la Vida Consagrada en España muestran un énfasis en la búsqueda de sentido, en algunos casos a través de un perfil contemplativo. Algunas de ellas proceden de grupos escindidos de otras congregaciones, por lo que toman un nombre nuevo y buscan nuevos retos.

Las nuevas realidades de la Vida Consagrada responden a un contexto social en el que la “pregunta por el sentido”, por “la relación del hombre consigo mismo y con el fondo de su vida”, se encuentra “sin responder”, según Antonio Bellella, claretiano y profesor de Historia de las Formas de Vida Religiosa en el Instituto Teológico de Vida Religiosa de Madrid. “Ahí se sitúan estas nuevas formas religiosas, en la respuesta a esto. De ahí vienen algunas de sus características, que hay quien las considera espiritualistas, y de algún modo lo pueden ser. Es en este contexto donde encuentran su justificación”, agrega.

En este contexto de búsqueda de sentido se entiende la llegada de vocaciones a nuevas realidades de la Vida Religiosa como Iesu Communio, cuyo origen está en una escisión de las clarisas, y con entidad propia desde 2011. Bajo la guía de la madre Verónica Berzosa, este instituto ha logrado superar los dos centenares de hermanas con vocaciones jóvenes.

Recuperar el alma

“La mayor parte de las jóvenes que acuden provienen de grupos o movimientos que les educan a que la pregunta por el sentido sea fundamental. Si querían ser enfermeras, no quieren ser una monja enfermera. No van a una congregación femenina en la que puedan poner en práctica lo que han estudiado; van a una congregación donde lo más importante es la respuesta a la pregunta por el sentido”, razona Bellella.

Por su parte, Olga María del Redentor, la priora de las Carmelitas de Valladolid –donde en el último año siete jóvenes han tomado los hábitos, entre otras muchas que han pasado por experiencias de discernimiento–, explica que para ellas “la enfermedad más acuciante es el desamor” en un momento en el que las necesidades sanitarias o educativas están “socialmente cubiertas”. “La necesidad más urgente del siglo XXI es recuperar el alma, y en ese aspecto la vida contemplativa es muy necesaria”, explica a Vida Nueva.

En otros casos, institutos como los Cooperatores Veritatis de la Madre de Dios, con la mayoría de sus miembros provenientes de los escolapios y reconocidos canónicamente en 2011, la vinculación incluye tanto ingredientes contemplativos como una tendencia a la vida activa. “Los Cooperatores Veritatis insisten en la vida de oración, pero su vocación es, sobre todo, ir a los colegios, buscan la educación cristiana de la juventud y están deseando tener colegios donde puedan desarrollar su vocación. Aquí hay un juego de contemplación y acción que también se ha dado a lo largo de la historia”, asegura a esta revista Martín Gelabert, dominico y vice-gran canciller de la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia.

A este respecto, Lourdes Grosso, misionera idente y directora del Secretariado de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal Española (CEE), cree que es difícil calibrar si estas nuevas realidades de la Vida Consagrada son más contemplativas o más activas, por la “mayor visibilidad en su conjunto” de la vida contemplativa frente a la vida activa de misión dispersa. “Nos llama la atención ver determinados monasterios bendecidos con numerosas vocaciones que viven en la comunidad”, comenta.

Las vocaciones que se acercan a estas nuevas manifestaciones de la Vida Consagrada son personas “cada vez más universitarias y profesionales”, puntualiza Grosso. Aunque este rasgo no es exclusivo de los nuevos grupos, recuerda Gelabert: “La sociedad está hoy más formada. Los jóvenes tienen un nivel cultural más alto”.

Olga María del Redentor asegura que, entre las jóvenes que se acercan al convento de las Carmelitas de Valladolid, hay personas “de todo tipo”. “Desde niñas que acaban de cumplir 18 años a quien llega con carrera terminada y puesto de trabajo estable”, explica.

Tanto Iesu Communio como Cooperatores Veritatis son institutos surgidos en el seno de otra congregación. Para Lourdes Grosso, estas rupturas o escisiones también se pueden explicar como “nuevas expresiones del carisma”, que intentan responder a “nuevos retos evangelizadores”.

Por su parte, Gelabert identifica ciertas “características de contraste” con las congregaciones primitivas. “Es posible que ahora tengan algunas características de ruptura, o de querer volver al carisma primitivo que supuestamente las viejas congregaciones habrían olvidado, cosa con la que no estoy de acuerdo”, argumenta.

Influencia del fundador

Ceremonia de consagración de varias religiosas de Iesu Communio

Ceremonia de consagración de varias religiosas de Iesu Communio

La relevancia de los fundadores en los nuevos movimientos de la Vida Religiosa es una clave que no se puede desdeñar. En el caso de Iesu Communio, el claretiano Antonio Bellella destaca la “personalidad que lidera” de sor Verónica Berzosa. “También hay una sintonía, un saber manejar ciertos elementos en Internet y las redes sociales que sintonizan más con los jóvenes”, analiza.

“En estos grupos modernos que son recentísimos, el fundador tiene una influencia total, y es algo que me parece normal. El fundador es el que mantiene la esencia del carisma, el que ha tenido la primera idea o llamada”, apunta Gelabert.

Sin embargo, Grosso puntualiza que estos nuevos grupos no son “inventos de una persona genial”. “Nacen de un carisma, de una gracia especial que Dios concede a determinadas personas para continuación de la transmisión del Evangelio y la misión de la Iglesia en el mundo. El fundador o fundadores van abriendo camino, interpretando lo que Dios quiere para sus hijos en ese instituto concreto, de la mano de la Iglesia”, comenta.

Para la misionera idente, es necesario distinguir “la responsabilidad personal y la obediencia religiosa”, que nada tiene que ver “con un seguimiento ciego de una persona o de una idea”.

La elección sobre llevar o no hábito en las nuevas congregaciones religiosas también surge en el análisis. El dominico Martín Gelabert percibe en la juventud “cierta nostalgia” por formas anteriores al Concilio Vaticano II. Advierte que llevar hábito es algo “muy respetable y muy digno” e, incluso, “un gran testimonio”, aunque reconoce una tendencia a reafirmar la identidad a través de la vestimenta. “Es posible que haya una cierta influencia de un ambiente posmoderno de la cultura actual, que tiende a reafirmar la identidad”, sostiene el religioso.

“En lo que se refiere a las formas y la presentación externa, los nuevos grupos pueden aparecer externamente como más conservadores. Insisten en algunos aspectos que algunos consideran propios de los conservadores, pero para ellos forma parte de su misión hacerse ver y distinguirse como tales. ¿Esto significa conservador? Para mí, no”, concluye el historiador claretiano Antonio Bellella.

En el nº 2.923 Especial Vida Consagrada de Vida Nueva

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