“Mi arte no es confesional, sino al servicio de la liturgia”

Javier Viver. Escultor

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JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Escultor, fotógrafo, doctor en Bellas Artes, Javier Viver (Madrid, 1971) asombró a propios y extraños con la La bella pastora del convento del Instituto Iesu Communio de La Aguilera (Burgos). Desde entonces se ha convertido en referente incuestionable del arte religioso contemporáneo. Aunque sus obras, sus tallas de María como Iglesia Naciente, impactan, entre otros ejemplos, en la Iglesia de Santa Mónica, en Rivas-Vaciamadrid, o en el nuevo templo de San Juan de Ávila, en Móstoles. En esta iglesia, recién consagrada, preside el tabernáculo uno de sus Cristos gloriosos, crucificados que retoman siempre en piedra blanca –como toda su obra– la tradición paleocristiana: la muerte de Cristo anuncia su Resurrección.

“Mi arte no es confesional, sino al servicio de la liturgia” [extracto]

Permítame comenzar con Móstoles y el Taller de Arte Sacro Actual que ha dirigido. ¿Cómo ha sido la experiencia? 

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Taller de Arte Sacro Actual

La intervención en San Juan de Ávila fue muy buena en medio de la premura de tiempo con la que contamos. Se trataba de realizar un programa consistente en una imagen escultórica de Cristo glorioso, de dos metros y medio, y otra de María como Iglesia Naciente, portadora de Dios para los hombres. Todo el proyecto se realizó en poco más de dos meses, algo impensable si no fuera por la colaboración de muchos. La experiencia ha puesto de manifiesto la eficacia del trabajo interdisciplinar en el que el párroco, los liturgistas, arquitectos y artistas se ponen a trabajar juntos con la participación de un grupo de estudiantes y recién graduados. Todo esto se concretó en el Taller de Arte Sacro Actual, durante el pasado verano. Y, en paralelo, realizamos un curso de iconografía al que asistieron desde el obispo, Joaquín María López de Andújar, hasta los más sencillos feligreses.

Ese crear desde lo colectivo habrá sido interesante desde el punto de vista del artista y también de la fe, ¿no?

La creación resulta siempre sorprendente en este contexto y, a la vez, transcurre de forma muy natural, entre risas y llantos, y también cuenta con la imperfección de los hombres. Si nos paramos a pensar la realización colectiva de esa imagen litúrgica puede entenderse como icono del Cristo Total: la Iglesia unida para confeccionar la imagen sensible de Dios, el Enmanuel. Así de sorprendente es nuestra liturgia. Por otra parte, este trabajo ha sido la primera intervención de VIA, un colectivo independiente de artistas, arquitectos, historiadores del arte y liturgistas que trabajan para mejorar el arte sacro y la celebración litúrgica, en colaboración con la Asociación Cultural Nártex, dedicada desde 1991 a la promoción y estudio del arte sacro para la nueva evangelización.

Tocar a Dios

Es un terreno común pensar que la escultura contemporánea da la espalda a lo sagrado. No podemos decir que sea ese, ni mucho menos, su caso…

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Divina Pastora San Juan de Ávila (Móstoles)

El arte contemporáneo ha asumido lo secular, lo mundano, el tiempo cinematográfico, el acontecer como ámbitos y materia de creación. Por eso nos ha abierto a una sacralización del mundo hasta ahora inimaginable. Este proceso es paralelo a la afirmación de lo secular como medio de santidad, que se ha dado en la Iglesia durante el último siglo. Amo el arte contemporáneo y lo secular y dedico la mayor parte de mi tiempo a esta actividad. Pero esos ámbitos seculares necesitan de unos centros cósmicos para no caer en la vaciedad, son condensadores de lo sagrado, lugares en los que se abre el cielo y lo tocamos: ¡todos necesitamos tocar a Dios! Y eso es precisamente el arte que se realiza para la liturgia: icono de Dios. Yo no hago arte confesional. No me gusta la palabra. Pongo mis conocimientos al servicio de la liturgia: signo sensible de la acción de Dios. Por eso me desagrada ver que las celebraciones son tediosas, vulgares, semejantes a una reunión de vecinos. Cada vez que asistimos a misa deberíamos ver y tocar el cielo. Si eso no sucede, algo estaremos haciendo mal.

Sus obras no son, ni mucho menos, una imaginería al uso; hay siempre ascensión, divinidad, trascendencia… ¿Cómo definiría su modo de concebir esta escultura sagrada? 

El arte sacro se debe realizar sin usar los dedos y poniéndose de rodillas. Es decisivo evitar el gesto expresionista, la autorreferencialidad. Si alguien se mete en esto para dejar su huella, el pueblo fiel le expulsará como a un germen extraño. Así lo ha hecho en multitud de ocasiones. En este sentido, el arte sacro es una huella de la luz sobrenatural. Del Logos que se encarna. Como la imagen de la Santa Síndone: una fotografía de Dios. Disparo automático. Epifanía. Imagen acheiropoietos, realizada sin la huella de la mano del artista.

Hay una escultura fundamental en su trayectoria: ‘La bella pastora’, en el convento del Instituto Iesu Communio. ¿Le cambió la vida? 

Supuso la confirmación de esta actitud. De hecho, no me considero el autor, en sentido estricto, de esa obra. Es una imagen icónica de devoción popular. Pero eso no depende de uno. Hay mucha gente que me escribe para contarme lo que supuso esa imagen en su vida, gente que encontró su camino y rezan por mí a diario. Madres que se quedaron embarazadas contra todo pronóstico, historias realmente conmovedoras.

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Cristo Triunfante San Juan de Ávila (Móstoles)

El ‘Cristo triunfante’ de Móstoles es un modelo que le reclaman mucho…

Sí, esta escultura pretende visualizar no un hecho histórico, la muerte de Cristo, sino un ideal o un misterio que se realiza en el sacramento de la Eucaristía: la Pascua, esto es, la muerte y resurrección de Cristo. El crucificado aparece delante de una cruz, una tau de luz, de la que nacen ramificaciones, es el Árbol de la Vida. Y aparece con los brazos extendidos, con las huellas de la pasión y el costado abierto. Pero Cristo aparece vivo, en levedad, con su cuerpo glorioso. Mis sobrinos, muy pequeños, le han llamado el Dios volador… Me hace gracia esa intuición. Se trata, en definitiva, de una mistagogía o catequesis visual del misterio sacramental. De esta forma, lo que se realiza en el altar se visualiza sobre el altar.

Hay quien prefiere un figurativismo tradicional… 

Mire usted, estas propuestas están arraigadas en la tradición, en el origen de la iconografía cristiana, en los primeros siglos, por eso son más originales y tradicionales que otras supuestamente “tradicionales”. Desde mi punto de vista, hubo un momento, durante el siglo XIX y XX, en que, asustados ante el huracán, metimos la cabeza en el agujero del pasado, sin confiar en la perenne novedad del Evangelio. Hasta entonces no se había hecho nunca. No había precedentes. Las iglesias se volvieron neobizantinas, neogóticas, neomudéjares. La letra seguía escribiéndose, pero el espíritu estaba muerto, languidecía, sin encarnarse o generar nueva cultura. Nadie propuso algo con tanta fuerza como dadá, como los surrealistas, como el marxismo. Y estos movimientos arrasaron a una Iglesia culturalmente parapetada en sus supuestas seguridades. Con honrosas excepciones, el resultado fue la descristianización de Occidente. En este contexto deben entenderse las palabras del papa Francisco ante el peligro de “una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”. Espero que hayamos aprendido algo de la historia.

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Taller de Arte Sacro Actual

¿Cómo valora, precisamente, el arte sacro que se está haciendo hoy en España? 

Es materia pendiente. Por eso hemos iniciado la VIA. Para ayudar a los obispos en la responsabilidad que les atribuye el Concilio de formar a los artistas e instruir a los sacerdotes en el arte sagrado. No es un tema de decoración o gusto, sino de conocimiento. Nos jugamos el acceso al misterio de nuestra fe. Acabamos de volver de Roma tras celebrar el I Encuentro de Artistas y Teólogos. Una experiencia inolvidable, donde artistas y sacerdotes han aprendido y debatido conjuntamente, y se ha puesto de manifiesto la sed de formación.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.922 de Vida Nueva

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