Francisco, el resorte de la caída del muro en Cuba

Después de 53 años de bloqueo, Cuba y EE.UU. retoman relaciones diplomáticas

U.S. President Obama shares laugh with Pope Francis as he receives copy of the pope's apostolic exhortation, "Evangelii Gaudium" during private audience at Vatican

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Después de 53 años de vigencia del bloqueo de EE.UU. a Cuba, en la tarde de ayer, miércoles 17 de diciembre de 2014, se produjo un hecho realmente histórico: la reanudación de las relaciones diplomáticas entre ambos países, incluyendo medidas que evidencian que el embargo, paulatinamente, se irá rompiendo: habrá embajada estadounidense en La Habana, se revisarán las sanciones económicas a la Isla, se facilitarán las condiciones para viajar entre ambos países y, entre otras cosas, se facilitarán los trámites bancarios y comerciales en una y en otra dirección. Además, el primer paso ya dado ha consistido en la liberación de presos políticos en los dos sentidos: cinco espías cubanos y dos estadounidenses vuelven, respectivamente, a casa.

Juan Pablo II y Fidel Castro en 1998

Juan Pablo II y Fidel Castro en La Habana en 1998

Estas medidas fueron anunciadas a sus ciudadanos, en sendas comparecencias televisivas prácticamente simultáneas, por el presidente estadounidense, Barack Obama, y por el líder cubano, Raúl Castro. Significativamente, ambos agradecieron de un modo especial el papel desempeñado en este proceso por el papa Francisco. Así, ahora, cuando se conoce que ha habido un tiempo de negociación que se ha extendido durante 18 meses, en medio del desconocimiento de la opinión pública mundial, no es casual que la última cumbre entre los dos países hasta ahora antagónicos tuviera lugar, el pasado mes de octubre, en el Vaticano. Y que el resorte definitivo para que se buscara un pacto final partiera de una carta personal del Papa a los dos mandatarios –también habría resultado esencial su encuentro con Obama en Roma, el pasado marzo–, llamándoles a un diálogo sincero y abierto y ofreciendo la Santa Sede como espacio en el que desarrollar ese encuentro entre sus delegaciones.

A los pocos minutos de anunciarse este esperado acuerdo, la Secretaría de Estado vaticana emitió un comunicado en el que se reconoce que “el Santo Padre se complace vivamente por la histórica decisión de los gobiernos de los Estados Unidos de América y de Cuba de establecer relaciones diplomáticas, con el fin de superar, por el interés de los respectivos ciudadanos, las dificultades que han marcado su historia reciente”.

 

Benedicto XVI y Raúl Castro en 2012

Benedicto XVI y Raúl Castro en 2012

Además, en la propia nota se reconoce que, “en el curso de los últimos meses”, Francisco escribió a Obama y a Castro “invitándoles a resolver cuestiones humanitarias de común interés, como la situación de algunos detenidos, para dar inicio a una nueva fase de las relaciones entre las dos partes”. “La Santa Sede –se confirma–, acogiendo en el Vaticano, el pasado mes de octubre, a las delegaciones de los dos países, ha querido ofrecer sus buenos oficios para favorecer un diálogo constructivo sobre temas delicados, del que han surgido soluciones satisfactorias para ambas partes”. Lo que no se dice en la nota es que John Kerry, el secretario de Estado estadounidense, y Pietro Parolin, su homónimo vaticano, han fraguado junto a los representantes cubanos un proceso a tres bandas que, gracias al trabajo callado y generoso, ha desembocado en este éxito diplomático que empieza a poner fin a un conflicto con más de medio siglo de tensiones.

Francisco consolida así su fuerte y atrevida apuesta por la diplomacia como instrumento para la paz, siendo él mismo el que ha encabezado la oferta de negociaciones en numerosos procesos de enfrentamiento (como entre Israel y Palestina, Rusia y la Unión Europea, la tensión en Venezuela o el impacto del Estado Islámico) dirigiéndose directamente a líderes mundiales de toda condición. En el caso de Cuba, consolida la apuesta eclesial por el fin del bloqueo, que tuvo sus principales hitos en los viajes a la Isla de los dos últimos pontífices, Juan Pablo II, en 1998, y Benedicto XVI, en 2012. Dieciséis años después de ser pronunciado en La Habana, parece que se cumple el deseo de Wojtyla: “Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”.

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