Víctor Manuel Fernández. Arzobispo rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina

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“Necesitamos escuchar la voz de las familias en toda su amplitud”

Una aproximación de primera mano a lo que fue la Asamblea Extraordinaria del Sínodo de Obispos en compañía de uno de sus participantes. ¿Cuál fue la actitud de Francisco? ¿Cómo se abordaron temas polémicos como la comunión para los divorciados? ¿Qué reacciones genera la oposición al Papa que en algunos sectores empieza a ser cada vez más evidente? Estos y otros temas salen a la luz en una conversación a profundidad con monseñor Víctor Manuel Fernández.

Oriundo de Alcira Gigena, Argentina, Víctor Manuel Fernández, se ha ganado el lugar de “el teólogo de confianza de Bergoglio”. Estudió filosofía y teología en el Seminario Mayor de Córdoba y completó sus estudios teológicos en la facultad de teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA). Ordenado sacerdote en 1985, obtuvo la licenciatura en teología con especialización bíblica por la Pontificia Universidad Gregoriana y en 1990 obtuvo el doctorado en teología en la facultad de teología de la UCA.

Su sencillez pastoral y su gran capacidad intelectual fueron características que el cardenal Bergoglio valoró enormemente mientras fue Gran Canciller de la UCA. Sin duda, esa valoración hacia su persona llevaron al papa Francisco a convocarlo a participar del Sínodo para la Familia, cuya primera sesión se realizó en Roma el pasado octubre.

¿Cómo vio al papa Francisco durante el intenso trabajo del Sínodo?

“Si bien el clima del Sínodo en general fue bueno, algunas intervenciones parecían amenazantes...”

“Si bien el clima del Sínodo en general fue bueno, algunas intervenciones parecían amenazantes…”

Con una inmensa paciencia para escuchar sin intervenir. Si bien el clima del Sínodo en general fue bueno, algunas intervenciones parecían amenazantes, como dando a entender que se estaba corriendo el grave riesgo de caer en un peligroso relativismo. Pero donde hubo cierta violencia fue afuera del aula, en los pasillos y en la calle. Allí algunos cardenales (muy pocos, no más de cinco) detenían a otros miembros del Sínodo para decirles que tuvieran cuidado con su conciencia, que estaban poniendo en riesgo la unidad de la Iglesia e, incluso, que debían pensar frente a Dios lo que iban a votar. Yo fui testigo de una escena lamentable de falta de respeto hacia un sacerdote y supe por narración directa que algunos cardenales latinoamericanos fueron abordados para reclamarles que tuvieran mucho cuidado. Sé que no tiene sentido escandalizarse por estas cosas, que siempre existieron, pero hay que reconocer que están lejos del estilo del papa Francisco y que estas actitudes le provocan un especial rechazo.

Él sólo se ha referido delicadamente y de modo tangencial a esas actitudes en el breve discurso final, donde también reafirmó su autoridad papal para disipar toda duda. En sus últimos años como cardenal tanto él como otros obispos latinoamericanos sufrieron tratos no siempre amables de parte de algunos curiales en Roma, aunque siempre destacaron la bondad y la calidad humana del cardenal Ratzinger (luego Benedicto VI). Por eso digo que ha sido muy paciente, como lo es siempre, porque a más de un año y medio de su elección no ha optado por rodearse sólo de gente que goza con su estilo y con su pensamiento, y aun ha tenido la generosidad de invitar al Sínodo a personas con acentos muy diferentes a los suyos.

¿Qué más le impactó de su persona?

Haber integrado la comisión que redactó el mensaje y haber sido incorporado luego en la comisión para la Relatio Finalis me permitió tener un trato directo con las autoridades del Sínodo, que en diversas ocasiones se refirieron a la libertad que les daba el Papa, porque nunca indicó que algún tema le preocupara o que alguna cuestión no debía tratarse, ni tampoco quiso hacer correcciones a los diversos borradores que se le acercaban. Algunos de esos borradores contenían imprecisiones, pero él prefería que fueran corregidas dentro del mismo proceso participativo del Sínodo.

¿Cuáles son los conceptos teológicos que estuvieron en discusión durante esos 15 días?

Nunca estuvieron en discusión las convicciones básicas de la Iglesia sobre el matrimonio: indisolubilidad, unidad, apertura a la vida, etc. El Papa lo reafirmó en su discurso final como un valor del Sínodo. Pero la Iglesia siempre puede profundizar su doctrina. Si no fuera así todavía aprobaría la esclavitud o la pena de muerte, recomendaría la monarquía como la forma de gobierno más perfecta o rechazaría que un no católico pudiera salvarse o seguir su conciencia, etc. Cuando se dice que la doctrina es inmutable hay que decir también que la comprensión que tiene la Iglesia sobre esa doctrina no es igualmente inmutable, sino que crece y madura. De todos modos, la Relatio Finalis ha reafirmado la indisolubilidad del matrimonio casi hasta la exageración, para disipar toda sospecha al respecto.

 

Divorciados vueltos a casar

“Se llegó a proponer que la consumación de un matrimonio podría entenderse de un modo más amplio y no reducirse a un acto sexual”

“Se llegó a proponer que la consumación de un matrimonio podría entenderse de un modo más amplio y no reducirse a un acto sexual”

¿Y sobre el tema de los divorciados vueltos a casar…?

Aun cuando se habló de la posibilidad de que algunos divorciados vueltos a casar puedan comulgar, siempre se lo hizo reafirmando la indisolubilidad del vínculo. Lo único que se discute es que la indisolubilidad implique una imposibilidad absoluta de que todos los divorciados vueltos a casar puedan acceder a la Eucaristía. El punto de la Relatio referido a ese tema, de hecho, no asumió algunas argumentaciones que se habían mencionado en el aula. Por ejemplo: se había hablado de que estas formas de unión, cuando tienen muchos años y han madurado en fidelidad, generosidad, sacrificio y espíritu cristiano, pueden realizar análogamente el misterio del matrimonio, así como las comunidades protestantes realizan análogamente el misterio de la Iglesia de Cristo que “subsiste en” la Iglesia Católica. También se llegó a proponer que la consumación de un matrimonio podría entenderse de un modo más amplio y no reducirse a un acto sexual. Pero la discusión del Sínodo no asumió estas y otras explicaciones que invitarían a repensar cuestiones relacionadas con la unidad e indisolubilidad del vínculo. Tampoco recogió los estudios históricos que mostrarían que la Iglesia de hecho ha reconocido segundas uniones en situaciones particulares. No se quiso avanzar en estas consideraciones. Sólo quedó en pie la posibilidad de acudir a los condicionamientos que disminuyen la responsabilidad de los sujetos, citando al Catecismo. Se entiende así que una segunda unión de muchos años, que ha tenido hijos y reconoce la maldad objetiva de lo ocurrido, vive en fidelidad y cristiana generosidad esa unión que no podría romperse sin generar nuevas culpas. Dado que en este caso la pareja tiene un fuerte condicionamiento que vuelve muy difícil una decisión diferente, se entiende que la responsabilidad y la culpabilidad están mitigadas y eso podría abrir el camino a un discernimiento pastoral que abra el camino a la Eucaristía en algunas ocasiones. Esto deja en pie la verdad objetiva y no arroja sobre ella sombras de dudas, pero deja un lugar a la compasión. En diversas reuniones fuera del aula, un importante cardenal narró que el papa Benedicto le había mostrado comprensión y apertura ante este planteamiento, pero que sólo había advertido que eso no implicaba que debiera elaborarse una norma canónica al respecto, como pretendían algunos obispos alemanes. Esta cuestión todavía está abierta y deberá profundizarse.

Algunos padres sinodales acudían al modelo de la Trinidad o de la alianza entre Cristo y la Iglesia para hablar de la seriedad del matrimonio. Pero otros entendían que de ese modo se pretendía otorgar un peso y unas exigencias con una densidad divina a una realidad frágil y limitada como es el matrimonio en su realización concreta. 

Frente a este contexto, ¿cómo ve la segunda fase del Sínodo?

Creo que debería avanzarse mucho más en las motivaciones teológicas y espirituales que alienten a los jóvenes a descubrir la hermosura del matrimonio y la familia, y que estimule a los esposos a ser fieles y a madurar el amor que los une. Yo he lamentado mucho que no haya resonado aún más la invitación a crecer en el amor. De un modo o de otro terminamos encerrados en cuestiones que tienen que ver con la ética sexual y perdemos la ocasión de profundizar las cuestiones más profundas y más bellas. 

Hablar sin miedo

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¿Qué reflexión le merece la afirmación del cardenal Raymond Burke que dijo a la prensa que “en el Sínodo estuvo todo manipulado”?

Si es verdad que dijo eso, me da mucha pena. Yo no participé en Sínodos anteriores y no puedo comparar, pero escuché a muchos cardenales y obispos que han estado en otros Sínodos, y ellos dicen que la libertad para participar con sinceridad ha sido mucho mayor en este Sínodo. De hecho, cuando el Papa pidió que habláramos sin miedo por algo lo decía.

Entonces, si alguien dice que en este Sínodo estuvo todo manipulado se entiende precisamente como un intento desesperado de manipular la opinión pública en contra del estilo de libertad y la creatividad que trajo el papa Francisco, poniéndolo bajo sospecha. Es parte de esa dinámica autorreferencial y autodefensiva de los que no aceptan perder poder y gastan enormes energías en defender el pasado y en poner el presente bajo una sombra de dudas. Varias veces escuché decir, por ejemplo: “Aquí (en el Vaticano) siempre se habló de la misericordia”. No lo dudo, pero sería tonto desconocer que el papa Francisco ha puesto en la misericordia un acento inédito. Igualmente dicen: “Aquí siempre hubo una actitud de escucha y de gran participación”. ¿A qué se debe esa necesidad de ignorar las novedades que trae el Espíritu a través del papa Francisco? Es evidente que las estructuras caducas se resisten al cambio.

La Iglesia ha acogido lo que aportó Juan Pablo II. También hemos acogido como un don de Dios la riqueza reflexiva de Benedicto XVI sobre el valor de la razón humana, sobre la defensa de la verdad y de la vida. Entonces no seamos rígidos y aceptemos lo que Dios quiere traerle a la Iglesia a través del papa Francisco. De otro modo, en lugar de la fe en el carisma del sucesor de Pedro y de la fidelidad al Espíritu que actúa en la Iglesia lo que hay es la defensa violenta de una ideología filosófica. Si el Papa tiene esa ideología lo adoro, pero si pone otros acentos se convierte en un latinoamericano ignorante y peligroso que hay que tratar de limitar.

¿Contra las cuerdas?

Guillermo-León-Escobar

Bien sea en la política, bien en el mundo empresarial pero también en los asuntos religiosos los rituales de apoyo y de oposición son siempre los mismos. Y son simpáticos porque hacen revivir una verdad frágil, aquella de que no hay nada nuevo bajo el sol.

Si uno lee las crónicas del Concilio Vaticano I se asombra de la división de pensares de sus participantes y de las rabietas de unos y de otros según se fueron dando los acontecimientos. No fueron menos las desavenencias en el Vaticano II, en donde en algunas ocasiones gente muy importante se salió de casillas bajo el aplauso de unos o la censura de otros. De ahí salió el aún no resuelto cisma de los lefebvrianos, que no supieron establecer concordancias luego de su derrota en el aula.

Los sínodos presididos por Pablo VI y Juan Pablo II fueron más para oyentes. Se tomaba nota, se asentía y algunos criticaban inclementemente lo aprobado. Francisco llegó dispuesto a recuperarle al Sínodo su carácter deliberativo y participativo. “Que cada quien diga lo que piensa”. No faltaron quienes ante las primeras muestras de confrontación pensaron que también debió haberse dicho: “que cada quien piense lo que diga”.

Hubo algunos que frente a un tema tan complejo no le creyeron al Papa y publicaron antes del inicio de la reunión sus conceptos bien en forma de libro, bien en forma de artículo periodístico, pero llegando a la reunión se dieron cuenta de que Francisco pensaba en serio y se desataron unos y otros en discusiones honestas pero no siempre acompañadas de las buenas maneras.

Interesante fueron los resultados que se cerraron con el mensaje final del pontífice. Luego de él sonaba la hora de la custodia de la confidencialidad y el delicado cuidado del secreto. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que había faltado el ejercicio del “arte de callar”, posterior a toda deliberación y que solo compete al superior anunciar resultados.

Francisco –como buen jesuita– oye a todos con atención, sopesa y decide él.

Hubo quienes salieron a crear “opinión” a sus posiciones personales de cualquier signo y allí fue el error que Francisco solucionó de raíz. En la Iglesia lo que es confidencial es confidencial y las divergencias se resuelven en constructivas convergencias como ocurrió con el difícil decreto sobre libertad religiosa, en el Concilio Vaticano II.

Hablando claro se ha demostrado que es posible mantener la “unidad en la diversidad”. Pero no hay que equivocarse. El Papa tuvo la primera palabra y sin duda tendrá la última cuando termine la segunda sesión del Sínodo, a la cual llegarán ya atemperadas las muy variadas posiciones que se han manifestado. No habrá cambios doctrinales pero sí numerosos cambios pastorales en esta “Iglesia de gestos” que vivimos.

Guillermo León Escobar Herrán

Embajador de Colombia ante la Santa Sede.

 

Avances reales 

“Yo he lamentado mucho que en el Sínodo no haya resonado aún más la invitación a crecer en el amor”

“Yo he lamentado mucho que en el Sínodo no haya resonado aún más la invitación a crecer en el amor”

¿Qué es lo más importante que ha dejado esta primera reunión del Sínodo para la Familia?

Lo más importante es que se ha destacado enormemente el lugar que tienen el matrimonio y la familia en el corazón de la Iglesia. Este es un fuerte mensaje para quienes insinuaban que al papa Francisco no le interesaban estos temas.

Hay avances reales. Todos salimos con una conciencia mucho más clara y profunda sobre la gran complejidad de las problemáticas matrimoniales y familiares. Eso ayudó a que en los textos no aparecieran expresiones agresivas que en la Iglesia eran muy comunes hasta hace pocos años, expresiones que tenían que ver con teorías que no se encarnaban en la realidad concreta de la gente.

Por otra parte, quedé insatisfecho. Yo habría deseado más avances en otros temas que preocupan a las familias y que considero más importantes que el de los divorciados en nueva unión. No sería correcto reducir este Sínodo a dos temas llamativos. También se habló mucho sobre la dignidad de la mujer y sobre las distintas formas como son objeto de discriminación, de violencia y de injusticia. Se habló de los problemas de los jóvenes, de la desocupación que condiciona a las familias, de la educación.

Pero esta fue solo una etapa en el camino y la mayoría siente que se ha dado un gran paso; que se ha inaugurado un nuevo modo de encarar los temas, con libertad y claridad. Por eso, más allá de los resultados, se ha abierto para la Iglesia una nueva etapa.

Se han planteado temas polémicos…

Es importante que algunos temas delicados y polémicos se hayan planteado con valentía. Si tenemos en cuenta que los párrafos sobre los divorciados vueltos a casar tuvieron un 60% de votos a favor, creo que pocos años atrás eso era impensable. Dado que esos párrafos representan a más de la mitad, el Papa pidió que sigan siendo parte del documento que se discutirá a partir de ahora. Es decir, tengamos claro que no serán retirados, aunque no hayan alcanzado los dos tercios de los votos. No hay que olvidar, por otra parte, que el mensaje del Sínodo asume que en esta primera etapa se comenzó a reflexionar “sobre el acompañamiento pastoral y sobre el acceso a los sacramentos de los divorciados en nueva unión”. Si bien la minoría más dura pedía que esto no se mencionara en el mensaje, para cerrar el tema, ese pedido no fue escuchado y el 95% de los miembros aprobó el mensaje.

¿Cómo será el trabajo de aquí en adelante?

Comenzó un proceso que culminará en 2015, o mejor, en lo que el Papa haga con sus conclusiones. Para el Papa “el tiempo es superior al espacio” y por eso no tiene prisa. Posiblemente en febrero llegará a las conferencias episcopales el Instrumentum Laboris con orientaciones para el trabajo preparatorio hacia la asamblea ordinaria del Sínodo. Algunas conferencias episcopales ya han elegido a los obispos que participarán. Yo espero que las conferencias episcopales abran un espacio de diálogo con los laicos, pero no sólo con los que integran movimientos familiares y estructuras eclesiales. Necesitamos escuchar la voz de las familias en toda su amplitud.

Texto: Nicolás Mirabet

Fotos: Shutterstock/Andresr, Cloob, Artículos-ulc, Lo que creemos, VNCS

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