El Papa jesuita invita a ser “expertos en comunión”

En su carta apostólica a los consagrados de todo el mundo

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ANTONIO PELAYO (ROMA) | El primer domingo de Adviento, 30 de noviembre, el cardenal Braz de Aviz abrió el Año de la Vida Consagrada, anunciado por el papa Francisco el 29 de noviembre de 2013 al concluir su encuentro con 120 superiores generales de las órdenes y congregaciones masculinas. Al encontrarse el Papa en Estambul, fue el prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica el que celebró la Eucaristía en la basílica de San Pedro. Con él concelebró, entre otros, José Rodríguez Carballo, secretario del dicasterio.

Antes de iniciar el rito eucarístico, el cardenal brasileño dio lectura a un mensaje enviado por el Santo Padre. Bergoglio, primer papa perteneciente a una orden religiosa desde hace muchos años, recordó a los consagrados presentes en la ceremonia sus palabras programáticas: “Sed alegres, sed valientes, sed hombres y mujeres de comunión”.

En la carta apostólica que ha dirigido a los consagrados de todo el mundo, el Pontífice desarrolla muchas otras ideas. Estos son, según él, los objetivos del Año de la Vida Consagrada, que concluirá el 2 de febrero de 2016, fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo:

  • Mirar el pasado con gratitud. “Contar la propia historia es indispensable para mantener viva la identidad, así como para consolidar la unidad de la familia y el sentido de pertenencia de sus miembros. No se trata de hacer arqueología o de cultivar inútiles nostalgias”.
  • Vivir el presente con pasión. “Significa convertirse en expertos en comunión, testigos y artífices de aquel ‘proyecto de comunión’ que figura en la cumbre de la historia del hombre según Dios. En una sociedad de confrontación, de difícil convivencia entre culturas diversas, de abuso de los más débiles, de las desigualdades, estamos llamados a ofrecer un modelo concreto de comunidad”.
  • Abrazar el futuro con esperanza. “No caigáis en la tentación de los números y de la eficiencia, y menos aún en la de confiar en nuestras propias fuerzas. Escrutad los horizontes de vuestras vidas y del momento actual con una vigilia atenta. (…) Espero de vosotros gestos concretos de acogida a los refugiados, de cercanía a los pobres, de creatividad en la catequesis, en el anuncio del Evangelio, en la iniciación a la vida de oración. En consecuencia, espero adelgazamiento de las estructuras, reutilización de las grandes casas en favor de obras más correspondientes a las actuales exigencias de la evangelización y de la caridad, la adaptación de las obras a las nuevas necesidades”.

En el nº 2.920 de Vida Nueva

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