El Misterio de la Inmaculada

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ANTONIO Mª CALERO, SDB | La solemnidad de la Inmaculada Concepción de María (8 de diciembre) nos invita a reflexionar sobre este dogma de la Iglesia católica proclamado por el papa Pío IX en 1854. La complejidad de cuanto en él interviene, como la realidad del ‘pecado original’, hace necesaria una renovada actualización de esta doctrina de profundo arraigo entre los fieles. Eso es lo que proponen estas páginas, extracto de la conferencia que el autor pronunció el pasado 14 de noviembre en la Hermandad del Silencio de Sevilla.

INTRODUCCIÓN

En el umbral mismo de esta reflexión es necesario hacerse una pregunta: ¿por qué es posible, más aún, obligado hacer una lectura renovada del Dogma de la Inmaculada, forjado laboriosamente durante siglos y siglos (al menos desde el XII hasta el XIX) en la vida de la Iglesia? La respuesta es, al mismo tiempo, simple y enormemente compleja: porque los elementos que con-forman este dogma configurándolo están en la actualidad, si no en una seria crisis, sí en una profunda y decisiva revisión. Estos elementos son dos: la realidad misma del llamado ‘pecado original’, por una parte, y la hipótesis científica del monogenismo-poligenismo por otra.

Firefighter salutes after placing flowers at foot of statue overlooking Spanish Steps in RomeA. Es indudable, e igualmente innegable, el profundo arraigo que, en no pocos lugares de la Iglesia católica, tiene la doctrina de la exención de María del llamado ‘pecado original’, convertida en dogma de la Iglesia al ser proclamada como tal, por el papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854. Esta doctrina, que ha sido tradicionalmente proclamada en forma negativa (concebida ‘sin pecado’), ha tenido como fundamento último la enseñanza de los primeros capítulos del Génesis (1-3), en los que se narra la creación del cosmos y del hombre, y la reacción negativa de los primeros seres humanos en su relación con Dios.

Ahora bien, la doctrina de ese dogma, fruto de una lectura ‘literalista’ de los primeros once capítulos del mencionado Génesis, está hoy seriamente cuestionada. Efectivamente, “sería un perfecto anacronismo pretender encontrar en los textos usualmente aducidos (Gen 3; Sal 51, 7) una doctrina del pecado original tal como fue desarrollada en la teología occidental, tanto católica como protestante, a partir de Agustín de Hipona”.

B. A su vez, desde la perspectiva científica, la afirmación de la procedencia de todo el género humano de una única y misma pareja humana está igualmente cuestionada, desde el momento en que los sucesivos descubrimientos y estudios paleontológicos que se siguen haciendo en la actualidad, lejos de abogar por una humanidad proveniente de un mismo y único tronco o pareja humana, hace constatar de forma irrefutable la aparición en lugares muy distantes, y en forma más o menos simultánea, de seres humanoides que, gracias a la evolución, fueron llegando al estado propiamente humano. Y no precisamente con formas y actuaciones humanas llenas de inteligencia y de hermosura, sino marcadamente semejantes a los animales de los que lentamente fueron evolucionando.

Y es que, frente al poligenismo, no estamos simplemente ante lo que podemos llamar una instancia cultural: es decir, frente a una determinada interpretación de la realidad. Aquí estamos ante una realidad objetiva que es una verdadera instancia científica que, lejos de retroceder o ponerse en cuestión, se reafirma más y más de manera prácticamente irrefutable. Se contradice así, frontalmente, la presentación que durante siglos se ha hecho en la Iglesia de la aparición del hombre sobre la tierra: un ser humano (varón y mujer), que procedía directamente de las manos de Dios, lleno no solo de dones naturales (belleza, inteligencia, armonía corporal y psicológica, pleno dominio de sí), sino también preternaturales e incluso sobrenaturales, que perdió precisamente a causa de su desobediencia a Dios. Esa pérdida la transmitió de una forma ineludible, con un determinismo genético inexorable, a todos sus descendientes. Problema este –el de la transmisión– que no ha dejado de preocupar a los teólogos a lo largo de la historia.

Pliego íntegro publicado en el nº 2.920 de Vida Nueva. Del 6 al 12 diciembre 2014

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