Los inmigrantes, un recurso para las Iglesias de acogida

La Urbaniana de Roma celebra el VII Congreso mundial sobre la Pastoral de los Migrantes

Homeless person sleeps outside Vatican press office near St. Peter's Square

DARÍO MENOR (ROMA) | El momento no podía ser más oportuno: mientras el barrio de Tor Sapienza, en el extrarradio este de Roma, estaba a punto de estallar por los enfrentamientos entre los vecinos y los emigrantes en una auténtica guerra entre pobres, en la zona centro de la ciudad comenzaba el VII Congreso mundial sobre la Pastoral de los Migrantes. Organizado por el Pontificio Consejo vaticano que se encarga de esta cuestión y celebrado en la Pontificia Universidad Urbaniana, el encuentro se centró en cómo engarzar la cooperación y el desarrollo en este trabajo pastoral específico. En sus primeros días se combinaron las intervenciones de los algunos de los 300 ponentes y expertos, provenientes de 93 países diversos, con el testimonio de las delegaciones de varias conferencias episcopales. Estas presentaron cómo es el trabajo concreto que desarrollan con los emigrantes en naciones de todo el mundo.

La cita comenzó con las palabras del cardenal italiano Antonio Maria Vegliò, presidente del Pontificio Consejo de la Pastoral para los Migrantes e Itinerantes, quien invitó a los países de acogida a que no vean a los extranjeros como una fuente de eventuales problemas, sino como a personas capaces de generar riqueza para el Estado que los acoge. Haciéndose eco de las protestas de Tor Sapienza, Vegliò recordó que, cuando se producen llegadas masivas de inmigrantes, como está ocurriendo en Italia en los últimos años, sin que se pongan en marcha al mismo tiempo políticas acertadas de integración, se tiende a ver al recién llegado “con sospecha y prejuicio”, lo que abre la puerta a posteriores “derivas xenófobas”. La inmigración, a su juicio, no puede verse sólo en términos económicos, como ha recordado en varias ocasiones el papa Francisco, pues detrás de ella hay personas con todas sus capacidades y necesidades, también religiosas. Por eso la Iglesia tiene que ofrecerles una respuesta. “Considerarlos como un recurso para las comunidades eclesiales que les acogen permitirá que ellos cooperen en el desarrollo de las Iglesias” de los países de llegada, advirtió el presidente del dicasterio.

Homeless man walks near Vatican press office outside St. Peter's SquareAfrontó la cuestión desde una perspectiva diferente William Lacy Swing, director general de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Dijo que los flujos de personas que se mueven de unas regiones del mundo a otras se deben en buena parte a la guerra y “a la necesidad de protección”, lo que implica una necesidad de ofrecerles “canales seguros” que les permitan llegar a las naciones de destino. Es justo lo contrario que les ocurre hoy a los refugiados que escapan de Siria, Irak o del Cuerno de África. Tienen que realizar un terrible viaje cruzando desiertos y países hostiles antes de surcar el Mediterráneo para llegar en patera al sur de Italia. “La prioridad absoluta es acoger a todos los migrantes y salvar todas las vidas humanas”, subrayó Swing. Tomó como ejemplo la operación Mare Nostrum, en la que el Ejército italiano ha socorrido a más de 100.000 personas en un año. La puso en marcha el Gobierno de Roma tras el naufragio de octubre de 2013 frente a la isla de Lampedusa, en el que murieron 368 personas.

“Los desembarcos que afectan a Europa son el resultado de complejas y dramáticas crisis humanitarias de países lejanos a Europa y no de las políticas humanitarias que intentan ofrecer asistencia a quien lo necesita”, comentó, confrontándose así con quienes sostenían que el dispositivo Mare Nostrum ejercía de reclamo para la emigración.

En cualquier caso, este dejó de funcionar a principios de noviembre. Cogió el testigo la operación Tritón, coordinada por la Unión Europea y con medios mucho más modestos. Swing se refirió a este nuevo operativo invocando la necesidad de que los países de la UE establezcan una mejor cooperación para afrontar el salvamento de migrantes en el mar.

Uno de los ponentes que generó mayor expectación fue el cardenal Luis Antonio G. Tagle, arzobispo de Manila, quien habló de un tema muy presente en su país, la diáspora, pues alrededor de 10,5 millones de filipinos (un 11% de la población) han emigrado al extranjero. El joven purpurado subrayó la ruptura que provoca en las familias, desequilibradas entre los que se quedan en el país de origen y los que marchan a la nación de acogida.

En el nº 2.918 de Vida Nueva

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