Francisco levanta las alfombras

Sorprendía la escasez de escándalos sexuales en la Iglesia española. No parecía ser ese un problema en nuestro clero, se decía, aunque se conocían casos aislados que habían saltado a la prensa, más por la perseverancia en la denuncia de las familias que por la transparencia de algunas diócesis, aún renuentes, a pesar de los esfuerzos de Benedicto XVI y de Francisco por cambiar inercias, y confundiendo misericordia con encubrimiento. De repente, salta la noticia en Granada. Un Papa indignado y un obispo que abre los ojos. Lo demás es vergüenza, daño irreparable para las víctimas y costosísimo para la credibilidad de la Iglesia. Tolerancia cero. ¡Lo que han cambiado las cosas en menos de una década! Esta es la buena noticia.

El escándalo de Granada cubre otra sorpresiva noticia –esta vez en Zaragoza–, indicativa de dónde está ahora la línea roja. En realidad, el ministerio episcopal de Manuel Ureña ha estado acompañado por una areola de excepcionalidad. Lo es convertirse en el primer pastor de la diócesis de Alcalá de Henares; también resultó llamativo su nombramiento para Zaragoza… Y, en fin, extraordinario ha sido el anuncio de su salida de Zaragoza, el pasado día 12. Tan sorpresiva que ni en la Conferencia Episcopal ni en la Nunciatura ni los obispos de su Provincia Eclesiástica tenían idea de que, casi a la misma hora que en Madrid César Franco mandaba su primer saludo a los fieles de Segovia, don Manuel se despedía de los suyos en Aragón. La versión oficial habla de que el Papa le aceptó la renuncia ese mismo día por cuestiones de salud. La oficiosa –y que, junto con el asunto de Granada, formaba corrillos episcopales en la inauguración de la Asamblea Plenaria de la CEE–, que desde el Vaticano se le había pedido la renuncia de manera inmediata. Esta versión añade que por no haber sido todo lo diligente que ahora reclama la Santa Sede a los pastores a la hora de tratar escándalos sexuales en los que se ven implicados sacerdotes. Al parecer –y sin que se hable de casos de abusos– ya había recibido algún aviso por lo que había bajo la alfombra. Ahora, Bergoglio está determinado a levantarlas todas.

José Lorenzo. Redactor Jefe Vida Nueva España

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