Adviento 2014: el tictac de la Esperanza al compás del Evangelio

Lit candle seen on Advent wreath during Mass in Crypt Church at national shrine in Washington

FERNANDO CORDERO MORALES, SS.CC. Pastoralista en el Colegio Padre Damián (Barcelona) | El reloj del Adviento, que ponemos en marcha el domingo 30 de noviembre, es acompañante que impulsa y despierta. Nos invita a velar, a permanecer vivos, activos, comprometidos, con un rumbo claro y no equivocado. Nos orientamos hacia Belén. Se atisba la Estrella en el horizonte. Ahora toca dejarse prender por la vela del primer domingo que se enciende en la eucaristía, que nos alienta a no caminar en la oscuridad ni en el ensueño, sino en la senda de la búsqueda, del encuentro y de la vigilancia. Pongamos el reloj de la oración y del compromiso en marcha. Es tiempo de conversión y esperanza. Estamos ya en Adviento. Suena un suave tictac de fondo en el engranaje de nuestra existencia.

El tictac de la Esperanza al compás del Evangelio [íntegro suscriptores]

I. TIEMPO SIN LÍMITES FIJOS

SUBASTA DE JOYAS EN SOTHEBY'S¿Cómo podemos aproximarnos a lo que es estar en actitud vigilante (cfr. Mc 13, 33-37), tan primordial en Adviento? Sí, lo hemos hecho ya tantas veces que nos puede sonar a rutina. Eso, ¡jamás! El Adviento es novedad, viene Dios a sorprendernos. De manera sugerente y motivadora, nos hace entrar en vigilancia el beato John Henry Newman: “¿Conoces el sentimiento de esperar a un amigo, de esperar que venga, y que se retrase? ¿Sabes lo que es estar en mala compañía, con alguien que te resulta desagradable, y desear que el tiempo pase, y que suene la hora y que puedas estar libre? ¿Sabes lo que es estar lleno de ansiedad por si va a suceder o no algo, o estar en suspense por un suceso importante, que hace que tu corazón lata más rápido cuando te acuerdas de ello, y que es lo primero en lo que piensas por la mañana? ¿Sabes lo que es querer a un amigo que está en un país lejano, esperar noticias suyas, y preguntarte todos los días qué es lo que estará haciendo, y si estará bien? ¿Sabes lo que es vivir pendiente de una persona que está contigo, de forma que tus ojos van detrás de los suyos, lees en su alma, percibes todos los cambios en su semblante, anticipas sus deseos, sonríes cuando sonríe, y estás triste cuando está triste, y estás abatido cuando está enfadado, y te alegras con sus éxitos? Estar vigilante ante la venida de Cristo es un sentimiento parecido a todos estos, en la medida en que los sentimientos de este mundo son aptos para reflejar los del otro”.

“Pasión por lo posible”

Junto a la vigilancia, Adviento nos provoca contrastes, con el objeto de despertarnos con alegría –porque somos presa fácil del adormecimiento– y gritar a pleno pulmón: ¡Ven, Señor Jesús! Al ritmo de las lecturas diarias del Evangelio de este tiempo, descubriremos la sorpresa de Dios en nuestra vida. Estrenamos, además, un nuevo año litúrgico. Patxi Velasco Fano dibuja el año litúrgico como una escalera de caracol: “Caminamos dando círculos y volvemos a vivir lo mismo, pero cada vez lo hacemos de forma más elevada, más alto. Que este año caminemos hacia lo alto y juntos”.

Para caminar tan alto, hemos de sentirnos acogidos incondicionalmente. De esta manera, se despierta en nosotros la pasión por vivir y por sus ilimitadas posibilidades. En esta pasión consiste la esperanza: “Pasión por lo posible”. Esta original terminología la utiliza el benedictino David Steindl-Rast en su libro La Gratitud, corazón de la plegaria. A medida que avancemos, iremos empujando los límites de lo posible cada vez más lejos, hasta llegar a la región de lo aparentemente imposible. Lo posible no tiene límites fijos. Quizá lo que pensábamos que era un límite era en realidad un horizonte. Y, como todo horizonte, retrocede a medida que avanzamos hacia él en nuestro camino hacia la plenitud de la vida.

Charles Péguy pone estos versos en boca de Dios, en El misterio de la esperanza, sabedor de que “ella ama aquello que todavía no existe y va a ser”:

Lo que me asombra, dice Dios, es la esperanza. / Me maravillo inmensamente de ella. / Esta humilde y pequeña esperanza / que no causa ninguna impresión. / Niña esperanza. / Inmortal.

También hemos de advertir que podemos entorpecer los “límites de lo posible” y fijarnos unos mínimos que, más que hacernos crecer en esperanza, nos conviertan en seres diminutos con escuálidos fines. Bien lo advertía el genial Miguel Ángel: “El peligro más grande para la mayoría de nosotros no es que nuestra meta sea demasiado alta y no la alcancemos, sino que sea demasiado baja y la consigamos”.

Family lights Advent wreath at Maryland home in 2012Especialistas en esperanza, en metas altas, son los sencillos y los niños (cfr. Lc 10, 21-24). Ellos inevitablemente nos sorprenden. Sencillez no es simplicidad. La gente sencilla es la que tiene una mirada abierta, con lo cercano y, al mismo tiempo, parece contar con unos prismáticos para encontrar una perspectiva global, más allá de los intereses propios. El sencillo es el que disfruta de la vida como don recibido de Dios. Brota continuamente en su interior una acción de gracias por cuanto acontece en su existencia y se maravilla ante cuanto le rodea. Es capaz de ver nuevas las cosas, de entusiasmarse, de agradecer un regalo, una nueva amistad o una situación laboral inesperada. Las personas sencillas cuentan con un gran corazón, acogida y alegría. La gente complicada huye de la sencillez y se refugia en la parafernalia. Adviento es, por ello, camino hacia la sencillez de Belén, que gradúa las miradas miopes y desenfocadas.

Pliego publicado en el nº 2.918 de Vida Nueva. Del 22 al 28 de noviembre de 2014

Compartir