El cielo en la tierra

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La frase la pronunció Juan Pablo II y, por supuesto, se refería a la Misa. Scott Hahn, antiguo ministro presbiteriano, la retoma en su hermoso y revelador libro La Cena del Cordero, fruto maduro de 20 años de estudio del Apocalipsis y de un prolongado proceso de conversión a la fe católica, en la cual fue recibido en 1986.

Lo leí hace unos días y confieso que la interpretación que el autor hace de las revelaciones del Apocalipsis y su presentación explicativa de la Misa me ha proporcionado un gran gozo espiritual. Se refiere a la primitiva interpretación escatológica de la Eucaristía, “divina liturgia”, entendida y vivida como culto celestial, como la fiesta de bodas, que describe san Juan al final del Apocalipsis. Según Hahn, su celebración en la tierra es presentación de la cena de bodas del Cordero y, por consiguiente, el cielo en la tierra.

“La clave para comprender la Misa, escribe el Dr. Hahn, es el libro bíblico del Apocalipsis que describe el culto de los ángeles y de los santos en el cielo. Él nos mostrará la Misa como el cielo en la tierra”. Y por eso se atreve a afirmar que “el cielo baja a la tierra cada vez que la Iglesia celebra la Eucaristía. En la Misa, tú y yo tenemos el cielo en la tierra”.

La Nueva Alianza

No estaba el Dr. Hahn descubriendo la relación entre la Misa y el Apocalipsis, sino redescubriendo cómo la primitiva cristiandad, los obispos y los Padres de la Iglesia, particularmente los orientales, “consideraban el libro del Apocalipsis como la clave de la liturgia; y la liturgia, la clave del Apocalipsis”; lo hizo participando diariamente en la celebración de la Misa en una capilla católica y cita el número ocho de Sacrosanctum Concilium.

Esa participación diaria lo llevó a sentirse tan conmovido que un día sintió el deseo de interrumpir la liturgia para gritarle a los presentes: “Eh, ustedes. Déjenme enseñarles en qué lugar del Apocalipsis están. Vayan a 4,8. Están en el cielo, justamente ahora”. Y confiesa que cuando el sacerdote mostrando la hostia consagrada exclamó: “Este es el Cordero de Dios”, él se sintió fuera de combate, pues bien sabía que ese Cordero era el mismo Jesús. De hecho el evangelista Juan llama a Jesús “el Cordero” y lo hace por lo menos 28 veces a lo largo de todo el Apocalipsis.

Para él, la Misa “es el acontecimiento en el que el Padre Dios sella su alianza con nosotros y nos hace sus hijos”. Quien celebra la Misa, cada vez que lo hace, renueva su alianza con Dios; alianza que no es un libro sino una acción: esa es la Eucaristía. Por eso la Misa es la fiesta pascual de la familia de Dios; es el único sacrificio de Jesucristo, acto supremo de sacrificio de la Nueva Alianza, y por ella entramos en el santuario del cielo.

Por gracia inmerecida

En el capítulo III el autor regresa al Antiguo y al Nuevo Testamento; repasa la práctica de los primeros cristianos, la doctrina sobre la Eucaristía de san Ignacio de Antioquia, para reafirmarse en su convencimiento de que esa doctrina permanece intacta en el magisterio de la Iglesia: la naturaleza sacrificial de la liturgia, la centralidad de la Eucaristía, la Iglesia “como el lugar del sacrificio”.

La segunda parte del libro la titula “La revelación del cielo”. En ella nos invita a acompañarlo en una meditación del Apocalipsis hecha con fe, en la cual descubrió que las cosas extrañas narradas en ese libro, que es como “la última palabra de Dios”, eran incomprensibles separadas de la liturgia; la misma meditación de los Padres de la Iglesia de los ocho primeros siglos, que relacionaba de manera explícita la Misa con el libro del Apocalipsis. Todo para llegar a una conclusión final: “Ir a Misa es ir al cielo, donde Dios enjugará las lágrimas de nuestros ojos (Ap 21, 3-4)”.

Leí y medité este libro del Dr. Hahn durante unos días de retiro espiritual al haber llegado, por gracia inmerecida del Señor, a los 60 años de ministerio sacerdotal. Y, ante el Cordero de Dios, que es Jesús, sigo preguntándome todos los días: ¿he vivido el cielo en la tierra cada vez que he celebrado la Eucaristía? Y los hermanos que la han celebrado conmigo, ¿han vivido también ellos el cielo en la tierra?

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