El agua: la última batalla de los yaquis

Este pueblo indígena mexicano reivindica su derecho a este bien natural frente a los intereses políticos

PABLO ROMO CEDANO | Las próximas guerras serán por el agua. Todos conocen que su control es estratégico para dominar poblaciones y vencer pueblos. Lo experimentan en Gaza y en Sonora, México. Hoy, en muchos sitios, una botella de un litro de agua es más cara que un litro de gasolina. Las industrias consumen cantidades inmensas de agua, particularmente las mineras, de extracción y de siderurgia, mientras que pueblos enteros se ven racionados del vital líquido. En México, las batallas se han iniciado desde hace tiempo. En Cuatro Ciénegas, Coahuila, los pobladores ven cómo se secan sus fabulosas lagunas, pues el agua se va a los pastizales y a la industria de la leche; el pueblo de Mazahua conoce bien cómo, en el nombre del progreso de la ciudad, se despoja al campo en su cuenca de Santiago. Pero hay respuesta. Hoy, los legendarios guerreros de la tribu yaqui están dispuestos a todo por defender lo que consideran último bien del que no han sido despojados: el agua.

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¿Cuál es entonces la lucha de la tribu yaqui? ¿Por qué, aparentemente, no quieren compartir su agua con la población de Hermosillo? ¿Por qué han puesto en jaque a la capital de ese extenso estado del país? ¿Por qué bloquean la carretera impidiendo el “desarrollo” y el “progreso de la nación”? ¿Acaso no todos tenemos derecho a los bienes de la Creación?

Mario Luna Romero, defensor yaqui de su pueblo, explica a Vida Nueva cuál es su lucha. “Nuestro objetivo es defendernos del despojo del agua que estamos padeciendo, tanto para nuestro consumo personal como para producir los alimentos que comemos”. A lo que agrega con énfasis: “Desde abril de 2014, hemos sido víctimas de injusticias y violaciones tanto a la ley como a nuestros derechos humanos por parte de diversas autoridades, a nivel estatal y federal”.

En efecto, la tribu yaqui ha sido despojada históricamente de sus riquezas, de su tierra, de su fuerza de trabajo; han sido perseguidos, desterrados y exiliados del país. En tiempos de Porfirio Díaz, fueron expulsados de su tierra y llevados a Pinotepa Nacional, Yucatán. Algunos otros llegaron hasta Cuba y Marruecos. En tiempos de Álvaro Obregón, incluso fueron bombardeados por la fuerza aérea mexicana.

El sufrimiento y una historia de explotación no dan la razón, por sí mismas, para no compartir el agua del río que ancestralmente cruza su territorio; pero, en esta ocasión, ciertamente la tienen. A los yaquis no solo les asiste la verdad histórica y la razón, sino también la legalidad que otorga la Suprema Corte de Justicia con sus resoluciones, lo mismo que la de varios jueces de diversas instancias en tribunales.

 

Artículo íntegro para suscriptores en el 2.917 de Vida Nueva.

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