Francisco continúa dibujando su equipo de gobierno

Gallagher estará al frente de Relaciones con los Estados, desplazando a Mamberti y a Burke

ANTONIO PELAYO. ROMA | Es una ingenuidad monumental imaginar que Francisco improvisa sus decisiones al hilo de los acontecimientos que se suceden en las altas esferas del gobierno de la Iglesia. Acabamos de tener una prueba de lo contrario: el sábado 8 de noviembre se anunciaron tres nombramientos de considerable importancia que el Papa sin duda había decidido tiempo atrás, pero que no ha hecho públicos hasta que las circunstancias le han parecido favorables.

Francisco continúa dibujando su equipo de gobierno [ver extracto]

El hasta ahora nuncio en Australia, Paul Richard Gallagher, ocupará el cargo de secretario para las Relaciones con los Estados, equivalente a la categoría civil de un ministro de Asuntos Exteriores. Dominique Mamberti, que desempeñaba esta función desde el 15 de septiembre de 2006, se incorpora como prefecto al Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica, máxima autoridad de la Iglesia en el terreno contencioso-administrativo. Por su parte, el cardenal Raymond Leo Burke abandona esta última responsabilidad, para la que fue nombrado por Benedicto XVI el 27 de junio de 2008, y ha sido designado patrono de la Soberana Orden Militar de Malta.

 

El nombramiento de Gallagher ha sido una sorpresa incluso para los habituales conocedores de los pasillos vaticanos. Hablamos de un inglés nacido en el Liverpool de los Beatles el 23 de enero de 1954 y ordenado sacerdote el 31 de julio de 1977. Desde su entrada en el servicio diplomático de la Santa Sede el 1 de mayo de 1984, fue sucesivamente destinado a las nunciaturas de Tanzania, Uruguay y Filipinas; volvió a Roma a la segunda sección de la Secretaría de Estado y, en el año 2000, fue nombrado Observador Permanente ante el Consejo de Europa en Estrasburgo. De ahí pasó a Burundi, país africano devastado por años de violencias étnicas (su antecesor, el nuncio Michael Courtney, fue asesinado en diciembre del 2003), donde, después de ser consagrado obispo en 2004, fue nombrado nuncio en Bujumbura, la capital burundesa. Tras cinco años, Joseph Ratzinger le trasladó a Guatemala, para posteriormente nombrarle, en diciembre de 2012, su representante diplomático en Australia, con residencia en Canberra; allí ha podido profundizar su ya excelente conocimiento de la lengua castellana, puesto que el número dos de la nunciatura es el español Luis Miguel Muñoz Cárdaba.

Su currículum confirma una excelente preparación profesional y las personas que han tenido ocasión de tratarle –el actual embajador de España ante la Santa Sede, Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga, coincidió con él durante su mutua estancia en Montevideo– le describen como una persona afable y con una envidiable experiencia internacional, puesto que ha vivido en los cinco continentes. Además del inglés, habla italiano, francés y, como ya hemos dicho, un perfecto español. Será la mano derecha del cardenal Parolin en momentos en que la diplomacia pontificia está muy presente en la escena internacional.

De la sucesión de Mamberti se venía hablando en Roma desde hace mucho tiempo, y más concretamente desde que tomó las riendas de la Secretaría de Estado Pietro Parolin, en octubre de 2013. Hubo quien le había predestinado ya a una archidiócesis francesa y quien le veía prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, puesto que Angelo Amato ha cumplido los 76 años. Por fin ha encontrado su puesto al frente de la Signatura Apostólica.

Cuando en septiembre de 2006 Benedicto XVI le nombró secretario para las Relaciones con los Estados, Mamberti (nacido en Marrakech el 7 de marzo de 1952, en el seno de una familia corso-francesa) era nuncio en Sudán y Eritrea, así como delegado apostólico en Somalia. Sucedía a Giovanni Lajolo y en su nombramiento fue decisivo el apoyo del cardenal Tarcisio Bertone, que le había tratado durante sus estudios de derecho civil y canónico. El entonces secretario de Estado necesitaba, sin duda, el apoyo de un diplomático vaticano (él no lo era) con amplio recorrido en diversos países, algunos de ellos –Argelia o Líbano– enfrentados a serios problemas a causa del fundamentalismo islámico. Digamos sucintamente que su gestión no ha sido especialmente brillante y que, sobre todo en los últimos años, su capacidad de iniciativa ha sido nula o casi.

Su nuevo destino le lleva ahora a la Signatura Apostólica, regida desde junio de 2008 por el cardenal estadounidense Raymond Leo Burke (de 66 años, anteriormente arzobispo de San Luis). Este prelado se ha distinguido en los últimos tiempos por una rudeza inconcebible en un miembro del gobierno de la Iglesia. Nuestros lectores han tenido ocasión de comprobarlo en una reciente entrevista en estas páginas (VN, nº 2.915), pero desde que Jorge Mario Bergoglio subió a la cátedra de Pedro, este cardenal, creado en 2010 por Joseph Ratzinger, no se ha mordido la lengua. Bien es verdad que últimamente ha intentado plegar velas. “Algunos medios –ha dicho– intentan presentarme como si yo viviese mi vida como un opositor al papa Francisco. No lo soy. Sé que forma parte de mi servicio decir la verdad y ahora nos encontramos en una situación en la que muchas personas están confusas”.

Al margen de los excesos verbales, Burke ha mantenido posiciones muy intransigentes, lo que provocó su salida el pasado año de la Congregación para los Obispos, donde, según testimonios fiables, boicoteaba todo lo posible las candidaturas que no se conformaban a su visión. El Pontífice le ha nombrado patrono de la Orden de Malta (sucede al octogenario cardenal Paolo Sardi), cargo poco más que honorífico, ya que esta está regida por su gran maestre, fray Matthew Festing, y tiene un prelado específico, Angelo Acerbi; un nuncio de gran prestigio que fue enviado en 1974 por Pablo VI a España cuando estalló el “caso Añoveros” para reforzar la postura del entonces nuncio, Luigi Dadaglio. La interpretación dada por todos los observadores a este “traslado” es unívoca: es una defenestración sin paliativos.

Por otro lado, esta ha sido una intensa semana de encuentros para el Santo Padre. El miércoles 5 de noviembre recibió a los participantes en un curso organizado por el Tribunal de la Rota Romana. La que hubiera podido ser una alocución de circunstancias, Bergoglio la transformó en una inédita propuesta sobre la administración de la justicia en el seno de la Iglesia. Sin duda es esta una materia que preocupa al Papa, que el pasado 20 de septiembre creó una comisión especial de estudio para la reforma del proceso matrimonial canónico cuyo objetivo es “preparar una propuesta de reforma del proceso matrimonial, haciéndolo más ligero y salvaguardando la indisolubilidad del matrimonio”.

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Las nulidades, ¿gratuitas?

En el discurso que comentamos, el Papa quiso hacer hincapié en la posible gratuidad de los procesos de nulidad: “La madre Iglesia tiene tanta generosidad como para poder hacer justicia gratuitamente, como gratuitamente fuimos justificados por Jesucristo. Este punto es importante: separad las dos cosas”. Hablando con la espontaneidad que le caracteriza, recordó que, siendo arzobispo de Buenos Aires, echó del tribunal eclesiástico a una persona que ofrecía la nulidad de un matrimonio a cambio de diez mil dólares… “En el Sínodo –añadió– algunas propuestas han hablado de gratuidad; es algo que debe verse. Cuando se une el interés espiritual al económico, eso no es de Dios”.

En la audiencia general de ese miércoles 5, Bergoglio volvió sobre otro tema usual en él: el ministerio episcopal, que debe ser acogido “no para elevarse, sino para bajarse. (…) El episcopado es un servicio, no un honor para vanagloriarse. (…) Es triste cuando se ve a un hombre que busca este oficio y que hace tantas cosas para llegar a él y, cuando lo consigue, no sirve, se pavonea, vive solo para su propia vanidad”.

En cuanto a la unidad de los cristianos, el Papa se refirió a ella en dos momentos diferentes de esta semana; la primera, el jueves 6, ante una delegación de la Alianza Evangélica Mundial, cuando afirmó que la división debilita la capacidad de anunciar el Evangelio: “La realidad de nuestras divisiones ensucia la belleza de la única túnica de Cristo, pero no destruye completamente la profunda unidad generada por la gracia en todos los bautizados”.

A los obispos amigos del movimiento focolar, recibidos el día 7, les advirtió: “Si pretendemos responder de modo incisivo a los dramas de nuestro tiempo, es necesario hablar y actuar como hermanos, de modo que todos puedan reconocerlo fácilmente. También este es un modo (para nosotros prioritario) de responder a la globalización de la indiferencia con una globalización de la solidaridad y de la fraternidad”.

 

Más eficiencia contra los abusos

En la guerra sin cuartel que ha declarado el papa Francisco a la pederastia clerical, se ha abierto un nuevo frente: la creación, dentro de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de una comisión específica para examinar los recursos de eclesiásticos acusados de “los delitos más graves”. Estos pueden ser contra la fe (herejía, cisma, apostasía), contra los sacramentos (profanación de las Sagradas Especies, por ejemplo) o contra la moral, que, en su mayor parte, son los abusos por parte de miembros del clero a personas menores de edad.El Rescripto, que lleva la firma del secretario de Estado, el cardenal Parolin, y la fecha del 3 de noviembre, informa de que el Papa ha decretado crear una comisión de siete miembros (cardenales u obispos, que pueden no pertenecer al citado dicasterio), que podrían ser presididos por el arzobispo argentino José Luis Mollagham.

Su misión específica será valorar los recursos contra las decisiones de los tribunales diocesanos en estas delicadas materias. Pasarán por sus manos todos los recursos, menos los protagonizados por obispos, que seguirán siendo examinados en la sesión semanal de la congregación.La explicación de esta decisión papal es sencilla: la abierta persecución a los casos de abusos sexuales de eclesiásticos sobre menores de edad ha hecho aumentar las denuncias, las condenas y, en consecuencia, los recursos contra ellas; estos se han multiplicado tanto en los últimos tiempos que habían bloqueado la normal actividad judicial de la congregación. El nuevo organismo la liberará de ocuparse de ellos, por lo que se podrá proseguir adelante con los procesos, que Bergoglio desea que sean lo más rápidos posible.

Se busca, pues, una “mayor rapidez y eficiencia”, como titulaba la noticia de L’Osservatore Romano.

 

En el nº 2.917 de Vida Nueva

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