La educación: posibilidad de paz

En días pasados fuimos testigos del Nobel de Paz dado a Malala Yousafzai, la joven de 17 años, que hasta el momento ha recibido un reconocimiento compartido a nivel mundial. Su lucha por la educación infantil y los derechos de la mujer en el campo de la educación muestra profundas convicciones que permiten ver con claridad que una sociedad sólo se puede construir cuando se crean condiciones equitativas y justas para que los niños y las niñas tengan la oportunidad de educarse. Es un premio a la educación como un derecho, en donde la inclusión, la no discriminación por sexo, género, raza y clase social se constituyen en valores que moldean nuestras actitudes para desarrollar capacidades cognitivas, volitivas y emocionales que permiten concebir la educación como camino para encauzar el sentido del pensar; precisamente, porque no educamos el sentido del sentir es que nuestra sociedad refleja un retraso emocional y un subdesarrollo de la sensibilidad que explican ampliamente la deshumanización que estamos viviendo. Es así que el testimonio de Malala en el campo de la educación es una llamada a asumir una visión más incluyente, que sea capaz de comprender las relaciones dialógicas que establecen las personas con su entorno para darle sentido y transformarlo. Ella es el ejemplo claro de que el sentido se entreteje desde las relaciones cotidianas que establece cada ser, a partir de los diversos contextos y procesos en los cuales se vive. Y para ello es necesario rescatar la razón cordial que dignifique la convivencia y favorezca la compasión hacia los demás. ¡Gracias, Malala, por tu entrega y valor para seguir creando otra educación posible, tu lucha me permite comprender que la paz es posible!

Amparo Novoa Palacios, S.A.

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