De zapatos y otros reduccionismos

El hombre buscaba unos zapatos. Dio la vuelta por los diferentes centros comerciales hasta que se detuvo en una vitrina y quedó extasiado. Había encontrado sus zapatos. Le parecieron maravillosos. Entró a comprarlos pero cuando se los midió los zapatos eran muy pequeños para sus pies. Sólo tenía dos alternativas: dejar esos zapatos y pedir otros más grandes o pedir unas tijeras y cortarse los dedos para que el pie encajara bien en el zapato. Optó por lo segundo. Tanto se había enamorado de esos zapatos.

El hombre moderno procedió de la misma manera. Se enamoró del método de las ciencias naturales, pues era excelente para investigar a los seres de la naturaleza, a los animales y a las plantas. Pero el problema surgió cuando se dio cuenta de que ese método era demasiado estrecho para estudiar la realidad del ser humano. ¿No era necesario que optara por un método de investigación diferente? Pues no, le pareció que era mejor cortar al hombre, reducirlo a simple organismo y así lograr que encajase en ese método que idolatraba. Por tanto, agarró las tijeras y mutiló al ser humano reduciéndolo al tamaño del mico, del ratón, de las cucurbitáceas y, en general, de la biología.

Cuando la ciencia no ve

Hace algún tiempo cayó en mis manos un artículo de Pablo Verdier titulado Hacia una psicología sana, donde el autor hace la lista de todo lo que se le cortó al ser humano y que hace que ciencias humanas como la psicología, la antropología, la sociología, entre otras, no sean leales con la dignidad del ser humano cuando aceptan solo el método de las ciencias naturales.

Enuncio, a continuación, algunos de esos dedos cortados:

El alma humana, que, en tanto que es espiritual, trasciende la materialidad del cuerpo y está abierta a leyes, motivos, afectos y dinamismos que son específicamente humanos. Cuando hay problemas los psicofármacos pueden dar alivio, pero no soluciones a problemas específicamente humanos. 

La libertad humana, cortada por no ser empíricamente verificable hasta el punto de ser considerada una ilusión. Sin libertad, ¿cómo podría participar un paciente personalmente de su psicoterapia?

El hombre no se satisface con vivir una vida meramente biológica

Los instintos humanos, que no son impulsos puramente animales. El hombre no se satisface con vivir una vida meramente biológica. El caso es que cuenta también con un impulso del espíritu que plantea otras exigencias que trascienden lo puramente corpóreo.

La madurez de la personalidad, muy ligada a la noción de perfección moral entendida como el recto orden de los amores, según el cual el hombre se orienta a su fin último. Es cómodo no tomar en cuenta las exigencias objetivas del espíritu, como el dolor ante la transgresión de la ley moral, pero entonces no hay un verdadero servicio que ayude de verdad a una vida saludable y satisfactoria. La madurez y talla de una personalidad se mide, pues, por su connaturalidad afectiva con los valores verdaderos.

A quienes estudian alguna de las ciencias humanas (psicología, psiquiatría, entre otras) se les aconseja que verifiquen cuál es la noción del ser humano que subyace a la orientación de los programas ofrecidos y no se avergüencen de buscar la verdadera sabiduría que sabe rescatar realidades humanas no verificables empíricamente y que la ciencia no “ve” pero que es necesario tomar en cuenta.

Mons. Luis Augusto Castro Q. Arzobispo de Tunja y Presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia

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