Editorial

La pedagogía sinodal de Pablo VI y Francisco

Compartir

El Papa celebra el agitado debate como ejercicio de pluralidad, aunque algunos aprovechen para lanzar dardos contra él

V_Sinodo10_SILUETA

VIDA NUEVA | Que en un mismo domingo se beatifique a Pablo VI y se dé por concluida la primera etapa del Sínodo de la Familia no es arbitrario.

A nadie se le pasa por alto que Francisco quiso poner en valor al papa que aplicó el Concilio Vaticano II y que fomentó la colegialidad en la Iglesia al retomar precisamente las asambleas episcopales. Tampoco hay que olvidar que, por esta osadía sensata frente al inmovilismo que a veces contagia la tradición, el papa Montini fue cuestionado y atacado dentro y fuera de la Iglesia. De ahí que la homilía que preparó el papa Bergoglio para honrarle no se planteara como un mero recuerdo del pasado, sino como impulso renovador. “El cristiano mira a la realidad futura, a la realidad de Dios, para vivir plenamente la vida –con los pies bien puestos en la tierra– y responder, con valentía, a los incesantes nuevos retos”, lanzaba Francisco en la Plaza de San Pedro, horas después de que se diera a conocer el contenido de la Relatio Synodi que recoge las propuestas de trabajo a promover en las Iglesias locales hasta la segunda etapa del Sínodo en 2015.

Francisco, como Pablo VI en su momento, ha abierto en estos días las puertas de la Santa Sede a la novedad: afrontar sin circunloquios los problemas que acechan a las familias. No desde el enjuiciamiento previo de quien se sabe con la verdad en la mano, sino de quien, teniendo esa verdad, la propone como un regalo a quienes están a la vera del camino. “Para repetir lo que todos sabemos, no se hace un Sínodo”, expresan en este número de Vida Nueva el presidente y el secretario general del CELAM. No les falta razón.

Durante un año y medio de pontificado hay quien ha cuestionado si Francisco sería capaz de pasar de los gestos a la acción. La transparencia de este Sínodo es un ejemplo más de que ya se está fraguando este cambio. Muestra de ello es el agitado debate generado entre los propios padres sinodales, que el propio Francisco celebra como ejercicio de pluralidad y libertad –y que algunos han utilizado para lanzar dardos envenenados sin argumentos–. Tampoco es un guiño gratuito publicar tanto las conclusiones como los votos recibidos a cada uno de los puntos del documento final.

Es cierto que los textos más polémicos, referidos a los divorciados vueltos a casar y a los homosexuales, no han logrado los dos tercios necesarios para ser aprobados, pero sí un respaldo mayoritario de votos que indica la acogida pastoral hacia estos dos colectivos heridos por parte de quienes llevan el timón en las conferencias episcopales. Asuntos mediáticos aparte, la Relatio Synodi recoge una radiografía pormenorizada y realista de la institución en el planeta: desde los matrimonios de conveniencia a la poligamia, de la violencia sufrida por las mujeres a la explotación infantil, la influencia de la crisis económica, la falta de ayudas a la natalidad o la falta de acompañamiento…

Convencidos de la necesidad de “una renovación radical de la práctica pastoral” para afrontarlo, los padres sinodales han entrado en la dinámica de Francisco (la escucha, la propuesta, el debate y la votación) que no es sino la del nuevo beato: la pedagogía conciliar.

En el nº 2.914 de Vida Nueva