Con los últimos del Caribe

La parroquia madrileña de San Germán viaja desde 2005 a Pedernales, en la frontera con Haití

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Con los últimos del Caribe [ver extracto]

JOSÉ CARLOS DELGADO MATUD (JOVEN PARTICIPANTE) | Desde hace nueve años, un grupo de jóvenes de la parroquia San Germán de Constantinopla, del madrileño barrio de Tetuán, realiza un viaje a Pedernales, en la zona más deprimida de la República Dominicanamaphill, justo en la frontera con Haití; el objetivo: la misión.

outline-map-of-17n50-71w15-globe-rectangular-outlineLos enviados a esta experiencia misionera (no son un equipo fijo, sino un grupo abierto, también a otras parroquias) se preparan durante todo el año no solo para tener una experiencia de Iglesia o servir a personas en situación de necesidad, sino para convivir entre sus gentes, acompañando a todos aquellos con los que se topan.

Pedernales es una localidad de frontera abierta, lo que la convierte en un lugar de encuentro entre ambas culturas. Después del terremoto de 2010 que asoló Haití, el país más pobre de América Latina, se ha dado un importante incremento de la población haitiana, que cruza al otro lado en búsqueda de soluciones a su desesperada situación. El enclave se ha convertido, de esta manera, en un “fondo de saco” donde van a parar numerosas familias en estado de pobreza extrema.

Como todos los años, la veintena de jóvenes que ha pasado allí recientemente cerca de un mes, se ha involucrado plenamente en la labor pastoral y humanitaria que desarrolla la parroquia de Altagracia. Así, cada día, ellos han recorrido las lomas (poblados situados en colinas), que apenas cuentan con unas pocas casas. Algunas tienen capilla, dispensario médico y hasta panadería, mientras que otras apenas están conformadas por tres o cuatro chozas muy pobres, sin luz ni agua corriente. En estas últimas, todos los participantes han ido rotando para pasar una semana conviviendo con sus habitantes.

Los voluntarios han visitado todas las lomas junto a las monjas mercedarias y el párroco de Altagracia. Fundamentalmente, han ido a convivir con las gentes de allí, a jugar con los niños, a visitar las casas, a cuidar a los enfermos y a animar las misas. Teresa, una de las jóvenes, siempre recordará su experiencia en la loma Las Mercedes, junto a los más pequeños:

Conocí a Kelsy, Jessica, Lady, Quenepa, Jefferson, Merceditas ‘trenzas largas’, Michael ‘fortasec’, Cui Cui, Socorro ‘el guitarrista’ o Leonardo ‘el golondrino’. Son niños asilvestrados, que nos acogieron a su manera, para bailar, jugar, correr, cantar… A pesar de su dura situación, buscan constantemente la alegría de vivir y te hacen partícipe de ello, compartiendo todo lo que tienen y todo lo que son, con plena sinceridad. Conocí también a Jerónimo, un hombre mayor que estaba tirado en el campo, moribundo y abandonado. Dios se empeñó en Jerónimo y su providencia nos llevó a pasar tres veces delante de él. La primera, para encontrarle y conocerle; la segunda, para rezar un Padrenuestro (probablemente el último que rezó); y, la tercera, para verle recién fallecido y poder orar un responsorio por él.

Fue en 2005 cuando un grupo de la parroquia acudió por primera vez a Pedernales, animados por un sacerdote local que estuvo un tiempo con ellos en Madrid y les contó la realidad de esta región caribeña. Desde entonces, cubren cada vez más tareas en las semanas que pasan allí: realizan el censo de población de los barrios, aprovechando sus visitas a cada casa; acuden a la cárcel para compartir con los presos la fe; participan en la animación de conciertos, musicales y encuentros con los jóvenes de la localidad; colaboran en el desarrollo de talleres de formación educativo-sexual y se involucran plenamente en la pastoral de la parroquia, ayudando en la catequesis y compartiendo la celebración de las misas en las diferentes lomas. En unas de ellas, en la localidad de Ans-a-Pitre, en Haití, descubrieron otra manera de afrontar un entierro. Así, ahondaron en la especial espiritualidad del pueblo haitiano, llegando –en expresión de uno de los misioneros– a:

Ver, tocar y sentir el cielo en la tierra. Cantan mejor que los coros celestiales y viven la misa con una devoción tal que me emocionó profundamente.

Otro de los proyectos de mayor envergadura es el centro nutricional, financiado directamente por la parroquia San Germán. Un trabajo que se ha promovido a lo largo de todos estos años y que ha contado con la implicación de los miembros y conocidos de la parroquia, que, cada poco tiempo, organizan mercadillos solidarios, representaciones teatrales y conciertos musicales. Además, en los meses previos al viaje anual, todos los misioneros recaudan donativos, ropa y fármacos.
 

Con los más vulnerables

La gran finalidad del centro nutricional, que ya se impulsó el año pasado, es facilitar el acceso a los servicios básicos de toda la población local y el desarrollo de los niños y adolescentes en situación de mayor vulnerabilidad social, existiendo, especialmente entre ellos, un elevado grado de analfabetismo y altos niveles de desnutrición e insalubridad. En el caso de los inmigrantes haitianos, sus problemas están agudizados por el desconocimiento de la lengua española. Estos tienen enormes dificultades de inserción social y laboral, a lo que se une que, al tener una situación irregular (la mayoría de ellos ni siquiera están inscritos en el Registro Civil), no son atendidos por los servicios médicos municipales.

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A lo largo del mes transcurrido allí, son muchas las experiencias que han nutrido la vida espiritual de los voluntarios. Así lo siente José Carlos, que vivió una anécdota muy especial en la loma Las Mercedes, la conocida como “loma de la roña”, pues el terreno es de color arcilloso y la ropa que llevas allí, por mucho que se lave, ya no vuelve a estar limpia:

Conocimos a dos hermanas: una de ellas, Laura, era evangélica, y la otra, Dolores, católica. Hacía un mes, a esta última, un hombre borracho le había dado un hachazo en la cabeza y estuvo a punto de morir. Desde entonces, la mujer, deprimida, había perdido la poca fe que parecía tener. Lo impresionante fue, hablando con las dos, cómo Laura, citándonos innumerables pasajes de la Biblia, achacaba a su hermana que su fe se estaba consumiendo porque se alejaba de la Iglesia. Ella la animaba a volver a sus creencias y le pedía que estuviera agradecida con Dios por seguir viva y haberse recuperado del todo.

A Antonio, uno de los jóvenes que ha ido este año por primera vez a Pedernales, le ha impresionado ver cómo:

Después de jugar con los niños, al darles de comer en el centro las cocineras, intuíamos que era el único plato de comida que se llevarían a la boca en todo el día.

Algo parecido ha experimentado Macías, seminarista de la parroquia, que tiene claro que lo vivido no se diluirá, ya de vuelta, en su día a día:

Después de esta experiencia, entiendo mejor por qué Dios quiso nacer y vivir como esta gente. En todos ellos se cumple a la perfección la expresión de Jesús. Son bienaventurados y de ellos es el Reino de los Cielos.

 

“No quiero ser el mismo de antes”

Pedro, actual párroco de San Germán, es un sacerdote joven. Como todos los demás participantes (la gran mayoría tienen entre 20 y 30 años), el regreso de Pedernales lo vive lleno de pasión y vida: “Desde que he vuelto, no soy el mismo de antes… Ni quiero serlo. Ahora, cuando me hablan de los pobres, ha cambiado lo que se me viene a la cabeza. Ahora tienen nombre, tienen cara. Son niños, jóvenes, ancianos o enfermos que saben sonreír. No son anónimos. Son hermanos, son personas, son parte de mi vida y no quiero olvidarme de ellos nunca”.

Así, experimenta que es mucho más lo recibido que lo dado: “En Pedernales, unos hermanos que Dios me dio, me abrieron las puertas de una vida más auténtica, más real, más grande, donde personas concretas nos han enseñado mucho. Es el lugar donde volver a mi primer amor a la Iglesia. Esa Iglesia por la que Jesús dio su vida en la Cruz. Allí he visto a la Iglesia en camino, en misión. En Pedernales he visto el poder de Dios. Le he visto convertir corazones, sanar almas y cuerpos, limpiar heridas, salvar vidas, echar demonios, provocar dones y carismas en gente humilde, alimentar la vida de pequeñas comunidades y obrar grandes milagros. Finalmente, en Pedernales Dios me ha renovado siempre en mi vocación. Le he llorado confuso y ansioso de entender cuál era su plan. Le he reclamado que me explique qué quiere de mí”.

En el nº 2.914 de Vida Nueva

  • Centro Nutricional de Pedernales:

Video provided by Lucía López

© Lucía López

 

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