Relatio del Circulus Hibericus A

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logoVaticanoEl grupo ibérico A, conformado por 17 padres sinodales, un sacerdote experto, tres sacerdotes asesores y cuatro laicos muy competentes, inició su trabajo tomando en consideración la Introducción, no sin lamentar la pésima traducción del documento.

Se hizo notar que lo primero que debía aparecer era dar un saludo a todas las familias cristianas que viven con fidelidad, amor y sacrificio el evangelio de la familia y que son testigos de Cristo ante la sociedad toda.

Igualmente, se consideró oportuno saludar y animar a todas las parroquias y movimientos laicales que unidos a ellas trabajan con y en favor de las familias para promover en los hogares la vivencia del evangelio de la familia.

El grupo consideró que debía proseguir dando una mirada global al documento. De este primer acercamiento global, se infirió que las tres partes imitaban la metodología del ver – juzgar. – actuar aunque con términos análogos. Se vio que la segunda parte merecía un título más específico y se sugirió “el anuncio del evangelio de la familia”.

Posteriormente se pasó a considerar cada uno de los tres artículos. Se hicieron algunas correcciones de forma, como el suprimir las referencias al África y hablar simplemente de algunas regiones del mundo, evitar el término pareja de resonancias muy secularizantes y reducir la repetida frase “los padres sinodales”. Luego se prosiguió con las correcciones de fondo.

A cuanto dice el número cinco sobre el cambio antropológico y cultural actual se vio oportuno añadir que el efecto más evidente del mismo es la crisis de la fe que ha golpeado a tantos católicos y ha comportado una crisis del matrimonio y de la familia. Esta crisis ha llevado al aumento de uniones libres, matrimonios ad experimentum, divorcios y un cerrarse a la vida con el crecimiento de la práctica abortiva.

La referencia a la soledad, pobreza de la cultura actual, es ante todo fruto de la ausencia de Dios, de la fragilidad de las relaciones interpersonales y de tantas otras dificultades que se interponen para construir comunidades de vida y amor.

El grave diagnóstico ofrecido en el número 10, mereció el siguiente comentario: “Esto es el resultado de la mentalidad difundida que reduce la generación de la vida a una variable del proyecto individual o de pareja. Los factores de orden económico ejercen un papel a veces determinante contribuyendo a la fuerte caída de la natalidad, que compromete la relación entre las generaciones. En el drama de la infertilidad, cuando busca una solución a través de las técnicas de fertilización asistida, también se destruye la dignidad del amor humano y del hijo”.

Prosiguiendo con el análisis, se evidenció la necesidad de denunciar la gravísima mutilación genital de la mujer o ablación practicada en algunas culturas del mundo y lamentar la situación de tantos seres humanos obligados a la prostitución como esclavos sexuales. Además, nos pusimos frente a las responsabilidades que nos atañen, como también a los gobiernos y a las sociedades, frente a los llamados “niños de la calle” muchos de ellos carentes de familia. No menos preocupante es la explotación física y virtual de la niñez, realidad escandalosa y perversa de nuestra sociedad actual.

La segunda parte nos puso frente a la familia en el plan salvífico de Dios. Nos pareció bien enriquecer el número quince con esta observación: “En la tradición cristiana el matrimonio es una alianza de amor integral y definitiva inspirada en el amor entre Cristo y su Iglesia y llamada a crecer hasta ser en el mundo testimonio del amor de Dios y camino de perfección que llega hasta la vida eterna.”

Nos pareció que el número siguiente ofrecía la visión de S. Juan Pablo II y valía la pena citar esta fuente que es su catequesis sobre el amor humano.

Los números del 17 al 23 sobre el discernimiento de los valores presentes en las familias heridas forman una unidad novedosa y de inmenso valor. No admiten subtítulos que distraen. Desde los tiempos de Justino se habla de las semillas del Verbo sembradas en todas las culturas. ¿No podemos hablar igualmente de esa presencia escondida, germinal y viva que es acción del Espíritu y que gradualmente puede ir creciendo en las familias? Creemos que el Evangelio de la familia puede realizar esta crecimiento allí donde las semillas esperan madurar.

La aceptación de las anteriores consideraciones nos animan a exhortar a los matrimonios civiles y a los divorciados vueltos a casar, a secundar la llamada de Dios hasta alcanzar la plenitud de la comunión y de la gracia divina.

Hemos querido concluir esta segunda parte diciendo que “sabiendo que la mayor misericordia es decir la verdad con amor (San Agustín), vamos más allá de la compasión. El amor misericordioso así como atrae y une, también transforma y enaltece e invita a la conversión. Ver (Jn 8,1-11).

Iniciamos la tercera parte anotando que la denuncia propia de la evangelización debe abarcar también los factores políticos y legislativos que también pueden destruir la vida familiar.(n.33). Luego, volvimos al número 31 para intercalar la siguiente observación: “Para que la realidad expresada en el sacramento pueda ser aceptada y vivida por los contrayentes, es preciso que la celebren con fe clara y decidida, con voluntad de aceptar lo que les ofrece la Iglesia en el sacramento. Esta fe de novios y esposos debe ser alimentada con la Palabra de Dios y la Eucaristía.

Volviendo a los novios (34) es necesario recordar la importancia educativa de las virtudes y particularmente de la castidad y de la pureza, condición absolutamente imprescindible para el crecimiento genuino del amor interpersonal. A los novios hay que plantearles el ideal matrimonial con claridad para que puedan discernir y decidir con libertad.

Dado que esta parte focaliza el problema y desafío de las familias heridas, se hizo notar que cuando los matrimonios se encuentran con problemas en su relación, cuentan con la ayuda y el acompañamiento de la Iglesia. La pastoral de la caridad y de la misericordia se traduce en la recuperación real de las personas y las relaciones. La experiencia muestra que con la ayuda adecuada y con la acción regeneradora de la gracia, un alto porcentaje de crisis matrimoniales se resuelve satisfactoriamente.

Claro está que a esa ayuda hay que añadir otra muy interior como es la capacidad de perdonar. Saber perdonar y sentirse perdonado es una experiencia fundamental en la vida familiar.El perdón entre los esposos permite experimentar un amor que es para siempre y no pasa nunca (1 Cor 13,8). A veces resulta difícil, pero quien ha recibido el perdón de Dios, tiene fuerzas para ofrecer un perdón auténtico que regenera a la persona.

En relación con el aconsejar a las partes sobre la validez del matrimonio (44), no se requiere exactamente un sacerdote pues puede ser también otra persona pero debidamente preparada.

Sobre las personas divorciadas pero no vueltas a casar, además de lo dicho en el número 45, hay que añadir que muchas veces “ellos son testigos heroicos de la indisolubilidad y de la fidelidad

Pasando al n.50, se ha observado que no se debe hablar de personas homosexuales casi como si el homosexualismo fuese parte de su ser ontológico, sino de personas con tendencias homosexuales. Se solicitó sustituir el texto de este número por el siguiente: “la sexualidad que nos hace existir como humanidad en lo masculino y lo femenino, es un valor irrenunciable en la antropología y en la teología cristiana. Nos hace ser los unos para con los otros no en la indistinción sino en la complementariedad…Las personas con tendencias homosexuales también necesitan de acogida y acompañamiento que les ayude a crecer en la fe y a conocer el plan de Dios para ellos.”.

Sobre la transmisión de la vida (53) se anotó que los hijos no son un estorbo al amor conyugal sino su fruto natural más precioso, el amor hecho carne (G.S 48-51).

Se consideró oportuno reformular el número 55 de esta manera: “Es necesario incorporar a la pastoral itinerarios formativos para ayudar a vivir la sexualidad como lenguaje del amor. El testimonio y el acompañamiento permanente de familia a familia ha demostrado su eficacia en el camino de madurez del vínculo conyugal en la más profunda aceptación del otro y en una donación más plena. Esto se logra integrando la dimensión sensible del cuerpo, impulsividad y afectividad con la dimensión espiritual de la razón y la voluntad. En este crecimiento en el tiempo se va fortaleciendo un amor fiel y profundo hecho de ternura y respeto, en donde el goce de la comunión se proyecta en el fruto de la vida, en la generosidad coronada por el don del hijo o en el camino de la adopción para recibir el regalo que Dios ha preparado en otro lugar.”.

Hacia el final de la tercera parte se observó que no se trata de que la iglesia pueda desarrollar sino que desarrolla un papel importante de apoyo a las familias que son iglesias domésticas con su ministerio conyugal, comenzando por la iniciación cristiana, a través de comunidades acogedoras.

Se vio más que necesario anotar que la maternidad de María, ícono por excelencia de la fecundidad divina, en su ternura, misericordia, sensibilidad y cercanía, puede saciar el hambre de humanidad y vida por el que nuestras familias y pueblos suplican y claman. Una pastoral y devoción mariana creativa es un punto de partida muy oportuno para presentar el ideal de la familia cristiana.

Al concluir se quiso que quedara bien claro que el próximo sínodo en octubre dl 2015 está dedicado a la vocación y a la misión de la familia en la iglesia y en el mundo contemporáneo.

Moderator, Francisco Robles Ortega
Relator, Luis Augusto Castro Quiroga
El Vaticano, Roma
16 de octubre de 2014

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