Los obispos sudaneses: “Esta guerra debe pararse”

El Episcopado de Sudán del Sur teme por el futuro de su joven país

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outline-map-of-15n45-29e45-globe-rectangular-outlineALBERTO EISMAN | El 25 de septiembre, dos días antes de que el presidente Salva Kiir Mayardit se dirigiera a la Asamblea General de Naciones Unidas, los obispos católicos de Sudán del Sur publicaron una breve pero certera carta pastoral en la que describen la situación actual del joven país, dividido por un enfrentamiento armado entre dos facciones: una liderada por Riek Machar, antiguo vicepresidente, y la otra por el propio presidente Kiir, quien, durante su discurso en la ONU, volvió a reiterar que la raíz del conflicto es la rebelión interna de Machar y de su grupo nuer contra la autoridad establecida. La realidad, sin embargo, es mucho más compleja.

Tras meses de infructuosas negociaciones de paz en Addis Abeba, ahora mismo no hay visos de una solución a corto plazo, por lo que los prelados han decidido escribir una carta titulada La guerra es un mal, la guerra no traerá la paz; esta guerra debe pararse. La misiva, que arranca con las palabras dirigidas a Caín –“¿dónde está tu hermano Abel?” (Gn 4, 9)–, es un llamamiento desesperado para poner remedio a una situación que, desde mediados del pasado diciembre, ha desgarrado a su pueblo. Los pastores no aceptan justificación alguna para que continúen los enfrentamientos armados que están costando la vida de miles de civiles en diferentes partes del país, y denuncian que el actual conflicto “ha revivificado la cultura de la violencia en la que habíamos vivido durante tantos años, ha menoscabado nuestra posición en el mundo, que recientemente nos dio la bienvenida como la nación más joven del planeta, y ha dañado nuestra imagen”.

Salva Kiir Mayardit.

Salva Kiir Mayardit.

El Episcopado llama la atención acerca de la terrible crisis humanitaria del país: 1.350.000 desplazados internos, casi 500.000 refugiados en países limítrofes y en torno a 3,8 millones de compatriotas que hasta final de año seguirán dependiendo de la ayuda humanitaria. Tal situación ha sido provocada por las acciones militares entre ambos bandos, que han impedido que la gente pueda cultivar sus campos. Una catástrofe propiciada por la mano del hombre y que se ceba, sobre todo, con los niños, de los que 235.000 sufren ya malnutrición severa. Escriben los obispos, al tiempo que piden a la comunidad internacional que no deje de asistir al país y que la ayuda siga llegando a quienes más la necesitan:

Miles han sido asesinados y cientos de miles se ven desplazados. Nuestra población ha vuelto a verse traumatizada por atrocidades que apenas habíamos visto antes… Ante una situación así, declaramos que la guerra es inmoral y demandamos un cese inmediato de hostilidades para poder paliar las necesidades humanitarias.

Los últimos meses han demostrado que la verdadera causa del conflicto radica en las ambiciones de las diferentes “familias” que formaban el partido gubernamental SPLM (Movimiento Popular de Liberación de Sudán, en sus siglas inglesas), enfrascadas en una lucha por la supremacía y por el control del poder y de los recursos de un régimen ya de por sí terriblemente dañado debido a la poca credibilidad de su clase dirigente.

Queremos cuestionar a nuestros líderes políticos, en el gobierno o en la oposición [afirma la jerarquía católica] y les recordamos que el liderazgo político conlleva servicio a todos los ciudadanos de Sudán del Sur, no poder personal, riqueza o favoritismo hacia un grupo u otro.

 

Las llagas del sistema

Así las cosas, los obispos ponen el dedo en las diferentes llagas del sistema: el descarado abuso del tribalismo por parte de los políticos, que se ha traducido en el incremento de la desconfianza, la xenofobia y las actitudes violentas; la extendida corrupción, que se ha incrementado aún más desde la independencia; y el descarado nepotismo a todos los niveles gubernamentales.

Para colmo de males, el Ejecutivo de Kiir no acepta críticas y se enroca en su posición. De ahí que la carta pastoral advierta también sobre el hecho de que los derechos humanos, especialmente la libertad de expresión, están siendo amenazados: varios periodistas han sido encarcelados, los medios de comunicación se ven sometidos a un control mucho más férreo e incluso Radio Bakhita, la emisora católica de la Archidiócesis de Yuba, ha sido cerrada solo por haber cumplido con su misión de informar acerca de la crítica situación del país. El futuro de esta joven nación sigue siendo extremadamente incierto.

En el nº 2.911 de Vida Nueva

 

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