Editorial

Expectantes ante el Sínodo sobre la Familia

Compartir

Es muy de agradecer que esta convocatoria sinodal haya querido oír a sus verdaderos protagonistas: las familias

pliego11

VIDA NUEVA | Del 5 al 19 de octubre, Roma acoge una asamblea sinodal extraordinaria para debatir a propósito de los desafíos pastorales sobre las familias en el contexto de la evangelización, que tal es su título. Acontecimiento al que seguirá, un año después, un sínodo ordinario –también sobre la familia–, y, en ese mismo 2015, el Encuentro Mundial de las Familias, en Filadelfia.

A nadie se le escapa que esta concatenación de relevantes acontecimientos eclesiales, y todos con el mismo tema como telón de fondo, subrayan la urgencia de afrontar los desafíos de todo tipo que se ciernen sobre la llamada “Iglesia doméstica”, zarandeada en las últimas décadas por vertiginosos cambios sociológicos que contrastan con un inmovilismo pastoral que se traduce en una sangría de fieles.

El reto lo apunta ya en sus primeras líneas el documento preparatorio de este sínodo, al señalar que “hoy se presentan problemáticas inéditas hasta hace unos pocos años” a las familias. El tema de las parejas de hecho, las uniones entre personas del mismo sexo y la adopción de hijos por estas, los matrimonios mixtos o interreligiosos, la poligamia, las familias monoparentales, los métodos anticonceptivos, la cuestión de los divorciados vueltos a casar que quieren la Eucaristía, el impacto de la pobreza en la estructura familiar, la formación bíblica y doctrinal… estarán en la mente de los padres sinodales durante esas dos semanas, pero conscientes igualmente de que esos desafíos no tienen la misma incidencia en unos países que en otros, en los continentes del Norte que en los del Sur.

Temas todos ellos que han sido recogidos en el Instrumentum laboris, el cual, a su vez, se hizo eco de la muy amplia documentación recabada por las conferencias episcopales gracias a los cuestionarios enviados por Roma –novedosa iniciativa de Francisco para escuchar a las familias y no solo a los obispos– y que justifican la expectación levantada. Una expectación que, seguramente, acabe defraudando a unos y que ha asustado a otros, que se han afanado en los últimos tiempos en levantar cercos doctrinales preventivos sobre algunas cuestiones. Pero, en todo caso, es muy de agradecer esta convocatoria sinodal, que ha empezado bien, queriendo oír a sus verdaderos protagonistas, las familias, esa institución fundamental, primera piedra en la socialización de las personas, espacio privilegiado para construir la civilización del amor, y punto de partida para el diálogo con el otro, con el mundo.

Claro que si hay un aspecto decisivo para el futuro de la familia cristiana, y que a buen seguro ocupará también el lugar que merece en los debates sinodales, no es otro que el de la iniciación en la fe de los más pequeños de la casa. Sembrar la semilla creyente en el seno del hogar no es tarea sencilla en estos tiempos que corren; el testimonio de los padres es primordial, pero también su adecuada formación. Y es que –como se pone de manifiesto en las páginas del Pliego– en ese ambicioso desafío no solo está en juego la educación en la fe de los hijos, sino la propia vocación bautismal y matrimonial de sus progenitores. Ha llegado ya el momento de asumir que la fe no se hereda, se transmite.

En el nº 2.911 de Vida Nueva

 

LEA TAMBIÉN: