El cambio climático “multiplica la desigualdad”

Numerosas entidades religiosas participan en el Cumbre de la ONU en Nueva York

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MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Como ya es habitual en cada Cumbre sobre el Clima organizada por la ONU, la que se ha celebrado el pasado 23 de septiembre en Nueva York ha contado con la presencia activa de instituciones religiosas de toda condición. Estas, en primer lugar, han hecho suyas las palabras del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, que instó a las delegaciones nacionales a que acudieran a la cita “con promesas audaces” y con el afán real de aplicar “medidas concretas”, que deberán converger en una Convención Marco que Naciones Unidas pretende que se firme en la próxima cumbre, en 2015.

Pero, más allá de esa acción de apoyo y acompañamiento de los trabajos de los respectivos estados, ha destacado la ya tradicional y paralela Cumbre Interreligiosa por el Cambio Climático, celebrada los días 21 y 22 en Nueva York y que concentró a una treintena de significativos representantes de distintas confesiones y asociaciones, como Religiones por la Paz o el Consejo Mundial de Iglesias. Por parte de la Iglesia católica, la presencia más reconocible ha sido la del purpurado hondureño Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, presidente de Cáritas Internacional.

En su mensaje, expresó que la cuestión climática es una de las grandes preocupaciones del papa Francisco (del que él es uno de los principales colaboradores, como coordinador del C-9 cardenalicio, instituido por Bergoglio para aconsejarle en la reforma del gobierno eclesial). Y es que, denunció, “un clima que cambia perjudica a los pobres”; cuando, precisamente:

Ellos son los que menos contribuyen al cambio climático y los menos equipados para hacerle frente. Son personas que no solo pasan hambre, sino que, además, ven su pan cotidiano en peligro porque el clima les amenaza.

Añadió el cardenal:

Cuando cada día se vive una batalla cotidiana por la supervivencia, el cambio climático multiplica la desigualdad existente y hace que sea más difícil, para las familias humildes, poder salir de la pobreza.

De ahí que las principales potencias, grandes causantes de un desarrollo mal entendido que pone en cuestión el futuro del planeta, deban actuar con urgencia y replantearse sus modelos de crecimiento, basados en un consumo excesivo y en la emisión de gases contaminantes.

Junto a Maradiaga también estuvo Joseph Cornelius Donnelly, delegado de Cáritas Internacional ante la ONU en Nueva York, que apeló al valor intrínseco de la Creación y a la corresponsabilidad de los hombres con las generaciones futuras: “La Creación es un don de Dios. Sin embargo, nuestro uso de esa Creación ha causado un impacto importante en la naturaleza”. Algo que ejemplificó de un modo muy directo:

La tierra, los bosques y los mares están cambiando. Puede ser por una mala cosecha, pero hay terrenos áridos, océanos ácidos y un tiempo impredecible: el cambio climático está perjudicando a los pobres.

Entre los frutos tangibles de la Cumbre, ha estado la creación de la llamada Alianza Global por el Clima y la Pequeña Agricultura (GACSA, por sus siglas en inglés). Sin embargo, esta ha sido saludada de un modo crítico por parte de la red CIDSE, que integra a distintas asociaciones católicas de desarrollo, como Manos Unidas. Así, su secretario general, Bernd Nilles, considera que su pretensión es “demasiado amplia”, “no se ocupa de las estructuras que hay detrás de los problemas” concretos y propone “falsas soluciones”.

 

Más de 20 millones de víctimas directas

La certeza de que el cambio climático está socavando el porvenir del planeta la confirmó con datos concretos, en el desarrollo de la cumbre de la ONU, el Centro de Monitoreo sobre los Desplazados Internos (IDMC), que expuso en un informe cómo, a lo largo de 2013, hasta 22 millones de personas, en 119 países, se vieron forzadas a abandonar sus hogares a causa de desastres naturales. Una cifra que estremece, pero aún más si se tiene en cuenta que triplica al número de desplazados a causa de conflictos bélicos en el mismo tiempo. Además, concluye el estudio, el continente más afectado fue Asia, donde 19 millones de personas (más del 87% del total de desplazados) perdieron temporal o definitivamente sus hogares. El tifón Haiyán, en Filipinas, fue el más dañino de todos.

En el nº 2.910 de Vida Nueva

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