El suicidio, un desafío

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Cuando niños entre los 5 y los 9 años acuden al suicidio por miedo a sus padres o a la pobreza o a la vida, el problema para la Iglesia no es el lugar ni la forma de su funeral sino el generalizado cansancio de vivir.

Dar motivos para vivir, volver los ojos al esplendor y posibilidades de la vida, descubrir las riquezas de la vida e infundir amor por la vida es el desafío pastoral que está planteando el nacimiento de una cultura de fuga ante la vida.

videoslossolitarioscbaCuando abrió la puerta tardó unos segundos en comprender lo que veía. Nunca había pasado por su imaginación una escena como esta. Balanceándose lentamente entre los crujidos de la viga de donde pendía, estaba el cuerpo de su hijo que colgaba de una cuerda enrollada alrededor de su cuello. La confusión fue breve porque su instinto la precipitó a tomar el cuerpo desde los pies, al tiempo que gritaba. Como pudo, levantó la silla que había caído al lado de la cama y parada sobre ella pudo agarrar el cuerpo por la cintura, quitarle la cuerda y volver a gritar, esta vez pidiendo ayuda con todas sus fuerzas y su angustia.

Aunque muy poco había que hacer, lo llevaron a la clínica cercana en donde un parsimonioso médico de urgencias lo examinó y movió negativamente la cabeza: el joven, de 22 años, había muerto por asfixia, dijo el médico; ahorcado, tradujo ella para sí.

La depresión: el mal de la época que se disimula bajo una apariencia inocente

¿Por qué? Todo lo tenía; estaba en el tercer año de su carrera, en una universidad de prestigio; era el primero en su clase, perseguido por bellas estudiantes, compañeras de curso; salud a toda prueba, atractiva figura, pero… aquí se detenían sus pensamientos, porque sabía que su inveterado hábito de mirar al otro lado cuando algo no le gustaba, había interrumpido su examen de los hechos. Lo había visto subir a su cuarto, dejando al pasar un frío y distraído: “Hola, mamá”.

Así era siempre: tenía todos los motivos para vivir la vida como una fiesta y, sin embargo, sus compañeros, sobre todo ellas, solían preguntar: “¿Qué le pasa a Enrique?”. Siempre solo, de pocas palabras, como si su superioridad intelectual lo hubiera engreído, o como si nada en el mundo le importara.

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La certeza dolorosa de su muerte, certificada por el médico, pareció romper todos los velos con que ella había cubierto la vida de su hijo y debió admitir que su Enrique había crecido y muerto solo en un hogar en que padre y madre solo tenían tiempo para su trabajo. El padre, de pocas palabras, frío y distante; ella, demasiado ocupada en los menesteres de un hogar que debía ser cómodo para sus dos hombres. Enrique había crecido sin compañía porque su padre se había negado a tener un segundo hijo; ni el padre, ni la madre creyeron importante hablar con él; les preocupaba darle lo necesario, pero no su tiempo ni su atención.

Ahora recordaba que días antes, mientras le ajustaba el nudo de la corbata, le había preguntado al ver el gesto que le alteraba el rostro: ¿te duele algo? Él, desviando la mirada, le había dicho a pesar suyo: “Nada, mamá. La vaina es por dentro”. Y se había ido, como escurriéndose.

Como el ébola

revistacienporcientosaludEste relato, detallado como en una ficción, revive dos episodios reales, unos más entre los muchos que, al examinarse, están llevando a la conclusión de que, como el ébola en Africa, la depresión está matando demasiada gente en el mundo.

Las alertas se prendieron en la Organización Mundial de la Salud ante la cifra de 350 millones de personas que en el mundo padecen el que parece el mal de la época, que crece bajo una apariencia inocente. Tiene la forma de una tristeza o languidez, aparece como indiferencia o cansancio y los que la padecen frecuentemente se empeñan en disimularlo con una apariencia alegre o casual que disimula el hastío interior.

Entre esta apariencia y la predisposición de los demás a no tomarlo en serio, la depresión acaba haciendo crisis y destruyendo interiormente hasta el punto de minar y destruir las razones para vivir.

grafico2Cuando Enrique se encerró en su cuarto, amarró una cuerda a la viga que atravesaba el techo de su habitación, se la anudó alrededor del cuello y le dio una patada al asiento en que se había parado; solo buscaba el fin de una vida sin sentido.

Alarmado por las cifras, el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, considera urgente “hablar más abiertamente sobre este padecimiento”, que es tanto como decir que la depresión debe tomarse en serio y no con ligereza, engañados por su apariencia trivial.

El Ministerio de Salud en Colombia no ve la gravedad del mal a pesar de los datos de dos encuestas nacionales, adelantadas en 2003 y 2007, en las que encontró, entre las 4.544 personas encuestadas en 60 municipios, que un 15% había sufrido trastornos depresivos; un mal que los propios pacientes parecen no tomar en serio. Solo el 0.8% de ellos busca ayuda médica porque no le encuentran relación con los 1.800 suicidios que se producen al año en Colombia.

El suicidio infantil

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Escandalizan y duelen las cifras sobre suicidio infantil y juvenil. Solo en Bogotá, de los 218 suicidas y los 2.256 intentos de suicidio que registraron las autoridades de salud el año pasado, la mitad fueron de menores de edad. Intentaron el suicidio 23 niños entre los 5 y los 9 años; 400 entre los 10 y los 14 años y 704 entre los 15 y los 17.

¿Por qué? La Secretaría de Salud de Bogotá comprobó que los intentos de suicidio se multiplicaron en el mes de abril, que es el mes de entrega de notas en los colegios.

Una empresa especializada en la prevención del suicidio, Buscando ánimo, anotó sabiamente: “la gente no sabe asimilar la ruptura, no estamos preparados para el rechazo”. “Hay una fuerte intolerancia al rechazo y al fracaso”, afirma el sicólogo de la Corporación, Leonardo Aja.

La idea común sobre el modelo de la persona triunfadora ha pasado por alto que sólo se triunfa cuando se han derrotado los fracasos y las dificultades; al triunfo no llegan los que desconocen el fracaso. Así, los niños y los jóvenes desmotivados por unas malas notas escolares no fueron formados para convertir las derrotas en oportunidades.

Vidas que se podrían salvar si en el hogar pudieran nacer por segunda vez

Es lo que entendieron demasiado tarde los japoneses al contabilizar cada año 30.000 suicidios de jóvenes que creyeron que un fracaso amoroso era la derrota y el fin de su vida. Es lo que patentizan los turistas del suicidio que llegan a Suiza en busca de ayuda médica para un suicidio. Incapaces de afrontar las enfermedades neurológicas, o reumáticas, las afecciones cardiovasculares o el cáncer, pagan entre 7.500 y 8.600 euros para que un médico indulgente les aplique las inyecciones que les ayudarán a morir. Investigadores de la universidad de Zurich han seguido con asombro el crecimiento de las cifras de la demanda del suicidio asistido. 

Si se enfrentaran la depresión y la impotencia ante el fracaso, se reduciría sustancialmente el suicidio.

Este es un mal devastador que podría haber llegado o estaría por llegar a su casa. A pesar de todas las evidencias, la madre de Enrique sólo aceptó el hecho cuando descolgó de su horca doméstica el cuerpo de su hijo. Pero ya era tarde. Después la torturó el pensamiento de que su hijo viviría si…

Suicidios que se podrían evitar

organiclifestylemagazineEstos puntos suspensivos significan que sí se habría podido prevenir ese suicidio y muchos más si se hubiera tenido en cuenta:

1. Que para toda vida humana, sobre todo si es un niño o un adolescente, el amor de los padres es más importante que el alimento, el vestido o la vivienda. La dedicación al trabajo puede tener la intención del amor a los hijos, pero este amor es más exigente que eso y debe manifestarse clara y calurosamente. Un hijo amado así no tiene por qué sentirse solo.

El Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC siglas en inglés) de Estados Unidos, encontró que los desórdenes familiares eran uno de los desencadenantes de conductas suicidas. En el hogar se debe nacer por segunda vez.

grafico32. Cuando una persona se encierra en sí misma muy pronto descubre que vive en una prisión y que necesita aire; es lo que significa el aislamiento y soledad que rodean al suicida, que acaba por ver en la muerte una liberación de su encierro: “cada vez más ajeno a su entorno, tuvo tiempos en los que estuvo aislado. Fue el mejor en materia académica, pero era de pocos amigos”, recordaría la madre de un joven suicida. Conocedores de esta situación, hay terapeutas que emprenden el proceso de iniciar y comprometer a estos jóvenes en tareas de servicio a los demás. Alfabetizar, recrear, promover actividades de cuidado de la naturaleza, dirigir pequeñas empresas comerciales o agrícolas, promover bibliotecas y jornadas de lectura, impulsar la creación de la huerta escolar, incorporarse a las tareas de construcción de viviendas para familias pobres, etc. El resultado es que cuando salen de sí y descubren el mundo exterior, asisten como a un milagro, a la manifestación de sus potencialidades en favor del otro. Cuando esto sucede sobreviene una reconciliación con la vida y consigo mismo, y si alguna vez se había pensado en el suicidio, ese pensamiento resulta sobrepasado por la carga de vida que significa abrirse al otro para servirlo.

3. Se abre al otro de manera espontánea quien ha recibido el cultivo de una sensibilidad hacia el otro, que permite registrar –como un radar del espíritu– la presencia del otro, sea conocido o desconocido, grande o pequeño, vecino o lejano, de la misma edad o de otra, igual o diferente. Basta que sea otro, para que determine un registro y una reacción que es susceptible de grados, hasta llegar a la identificación con su vida y sentimientos, hasta la comunión. Si el suicida es alguien que puede haber padecido la atrofia de esa sensibilidad, quien la ha cultivado desde su hogar es un enamorado de la vida porque la ve como la coyuntura del servicio al otro y de crecimiento personal.

rugratscleaning4. Una de las caras de la depresión es la tendencia a la “catastrofización” de todo. Estas personas parecen a la espera constante del desastre físico o moral. Los que salen adelante en los casos de depresión son los que aprenden a mirar la parte llena del vaso. A esta actitud se la llama resiliencia y en lenguaje cristiano es la esperanza, o sea la fe en lo posible. Anotaba el editorialista de El Espectador (15-08-14) que esa incapacidad para ver lo bueno “no afecta exclusivamente al paciente sino al entorno”, por eso, agregaba, “no es una enfermedad que debe ser tratada solo farmacológicamente sino de forma social”. La preferencia por las noticias trágicas, la curiosidad acerca de lo catastrófico y lo sórdido, la insistencia en las debilidades, errores y culpas colectivas, predisponen para ver solo lo negativo y oscuro; en cambio la exaltación de los triunfos deportivos o intelectuales o científicos crea el ambiente propicio para mirar en positivo, y quien lo hace difícilmente llegará a ver el suicidio como una solución.

Lo de ver en positivo es un aprendizaje que comienza desde temprano, no con teorías ni discursos, sino con una actitud ante la vida. Y con esa actitud se previene la desgracia de ver a los suyos en esa fila de derrotados por la vida, encabezada por los suicidas.

La dificultad que apega a la vidabienestar-salud180-2

5. Y para ver lo positivo, la dificultad tiene que ser mirada como una oportunidad. Contribuye a la actitud contraria esa actitud neurótica de los padres que se han propuesto evitarles a hijos o nietos toda dificultad. Cuando, con el propósito de que ellos “no padezcan las dificultades que yo encontré”, los padres se convierten en eficaces barreminas en el camino que habrán de recorrer los hijos, de antemano los están inhabilitando para hacer su propia vida y les estarán eliminando las defensas con que deberán responder al fracaso personal o profesional.

Abrirse al otro para servirlo es reencontrarse con la vida

En este sentido los suicidios de jóvenes pudieron comenzar a prepararse en medio de la sobreprotección de los padres y abuelos empeñados en eliminar toda dificultad de la vida de los niños y los jóvenes. En cambio, enseñarles a mirar cara a cara los obstáculos y problemas, alentarlos para que los derroten con sus propios recursos, acompañarlos en la alegría de la victoria sobre las dificultades, son prácticas que les mantienen el alma erguida y les dan un legítimo orgullo de sí mismos que, en las horas difíciles, les ayudará a escoger el camino correcto.

La fotografía de unos soldados que contemplan felices, por primera vez, el mar en San Andrés, además del pie de foto, llevaba un mensaje: todos ellos eran víctimas de las minas antipersonales: unos habían perdido una pierna, otros las dos, o un brazo y, alguno, estaba ciego. Pero se habían valido de la dificultad como de una oportunidad y, en vez del pensamiento oscuro del suicidio, acogían la alegría de vivir y de estar cerca del mar.

La situación es dolorosa: solo en Bogotá, a 218 casos de suicidios presentados en 2013 se suman 2.256 intentos que no llegaron a concretarse. La mitad de ambas cifras corresponde a menores de edad

La situación es dolorosa: solo en Bogotá, a 218 casos de suicidios presentados en 2013 se suman 2.256 intentos que no llegaron a concretarse. La mitad de ambas cifras corresponde a menores de edad

Este elogio de la dificultad aparece, en consecuencia, como una alternativa de vida capaz de derrotar las acometidas de la desesperanza.

Cuesta decirlo y escribirlo, pero la pregunta es válida: ¿hay en su casa un potencial suicida?

Responderla supone:

1. Tomar en serio las señales que emite quien ha perdido o está perdiendo el valor de vivir.

2. La humildad y el realismo de aceptar que uno mismo está alentando actitudes de cansancio de vivir en vez de dar constantes motivos para vivir, pues de eso puede depender que la vida se vea como un regalo que vale la pena disfrutar y compartir.

¿Por qué las conductas suicidas de los niños?

Al analizar los últimos casos encontramos que la conducta suicida de los estudiantes tiene cuatro características puntuales:

La primera está relacionada con una condición siquiátrica del menor.

La segunda, con la violencia en el hogar.

La tercera, con posibles agresiones por fuera del colegio.

Y la cuarta, por situaciones de agresión en la escuela.

La entrega de boletines escolares genera que se disparen los casos de intentos de suicidio relacionados con los resultados escolares. Son aquellos casos de niños que sienten que en su casa los van a castigar por su bajo rendimiento. Eso es algo que se debe atender.

Ariel Ávila, asesor de la Secretaría de Educación del Distrito, citado por Alexander Marín en El Espectador (08-04-14)

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