La piedra filosofal

Como los alquimistas antaño buscaban la piedra mágica, la humanidad busca la felicidad

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MIQUEL MULET BUJOSA (RECTOR SOLIDARIO DEL VALLE DE SÓLLER, FORNALUTX Y DEIÀ (MALLORCA) | Conseguir la piedra filosofal ha sido empeño de los alquimistas de todos los tiempos por los resultados que después se pudieran alcanzar, como son el oro, metal valioso, o la inmortalidad del ser humano.

Oro e inmortalidad son expresión de eternidad, simbología que se usa en nuestros días en el sacramento del matrimonio, cuando los contrayentes se entregan y se ponen los anillos con estas palabras: “Recibe esta alianza en señal de mi amor y fidelidad a ti”. El oro es un metal que no se herrumbra, permanece siempre intacto, y así tiene que permanecer la fidelidad en el matrimonio: para siempre, eterna.

Por muchas combinaciones que se hayan hecho en los laboratorios, esta piedra prodigiosa, capaz de convertir cualquier objeto en oro o de hacer inmune a cualquier enfermedad al cuerpo humano y darle la inmortalidad, aún no ha aparecido. Se ha buscado por la unión y reacción de sustancias químicas o materiales, mas yo intentaré en este trabajo encontrar la piedra filosofal desde la transformación del espíritu.

Vertientes más místicas de la alquimia aducen que, en realidad, la obra y la piedra filosofal no son realidades físicas, sino metáforas del perfeccionamiento espiritual. Por otra parte, se afirma que el lapis philosophorum (locución latina equivalente a piedra de los filósofos) era simple y llanamente el conocimiento. Lo que se pretendía era realmente la ciencia pura o consecución de la verdad, que sería el oro de la vida humana, lo que debe ser la vida de la persona: su felicidad en la tierra y su eternidad al llegar a plenitud más allá de la muerte.
 

1er OBJETIVO DE LA PIEDRA FILOSOFAL: Convierte en oro todo lo que toca. Perfecciona la vida de la persona y de la sociedad.

 

La vida humana es crecimiento hacia la plenitud

Cuando aprendí qué es la vida en el estudio de las ciencias naturales, se definía como aquella realidad que “nace, crece, se reproduce y muere”, igualando así la vida de todos los seres vivos, tanto la del vegetal, la del animal y la del ser humano, olvidando que en el ser humano hay conocimiento, voluntad, libertad, amor y deseo de eternidad, que trasciende a los demás seres vivos.

El ser humano es imagen del Creador (Gn 1, 26-30), que es eterno, y por ello no puede morir, su vida es constante crecimiento hasta que llegue a plenitud, a “ser”, el término final del crecimiento. Solo Dios se ha definido como “el Ser”: “Yo soy el que soy” (Ex 3, 14). En Dios no ha habido crecimiento, sino que siempre ha tenido la “plenitud”.

El crecimiento de la persona no es para la muerte, sino para la plenitud: no hemos sido creados para la muerte, sino para la Vida, para la Plenitud, para el Creador. El crecimiento de la persona tiene tres niveles, expresados en el crecimiento de Jesús:

Crecía en edad, sabiduría y gracia para
con Dios y los hombres.
(Lc 2, 52)

hand-vintage1. Crecer en edad es crecer en el tiempo, aumentando en días y años nuestra existencia. Es el cuerpo que se va desarrollando y necesita la comida, los ejercicios físicos y el descanso para robustecerse y crecer en salud. Como también el crecimiento del cuerpo necesita la relación sexual y genital para su propio equilibrio, como cuerpos sexuados, hombres y mujeres, con la misión de la procreación. Todo ello es necesario, y tendría que haber escuelas de salud física y sexual para que nuestro cuerpo crezca armoniosamente, con las revisiones pertinentes para su control.

Como también es necesario seguir el proceso del medio ambiente, la ecología, para que sea el más correcto posible para el desarrollo de la humanidad. (Hay preocupación a nivel de la ONU con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente –PNUMA–; del Vaticano, anunciando un documento del papa Francisco sobre la ecología y el medio ambiente; y de los teólogos, como Leonardo Boff en su libro Ecología: Grito de la Tierra, grito de los pobres, 1996).

hand-vintage2. Crecer en sabiduría es desarrollar la inteligencia con los estudios y conocimientos para conocer nuestro pasado, trabajar y dominar nuestro presente y seguir avanzando hacia el futuro. El mundo está en evolución y necesita la inteligencia y el trabajo humano para su perfección. Dios, que creó el mundo sin nosotros, no lo va a terminar sin nuestra colaboración.

Cada época, cada generación ha aportado su progreso para el bien común de toda la humanidad. Ha habido grandes culturas, como la mesopotámica, la egipcia, la maya, la celta, la inca, la azteca, etc., que han desaparecido. Las culturas griega y romana, que han servido como base a la civilización actual, han ido progresando por el paso de la Edad Media (siglos V-XV), la edad de las catedrales y de la cultura en los monasterios; siguió la Edad Moderna (siglos XVI-XVII), con los grandes descubrimientos geográficos, como América en 1492, y la nueva cultura del Renacimiento; llegando a la Edad Contemporánea (del siglo XVIII a nuestros días), con la Revolución francesa, cultura de la razón, pasando por la transformación del trabajo campesino al industrial, de la vida en el campo a la vida en las grandes ciudades, siendo el siglo XX el que más transformaciones ha conocido, por los descubrimientos que se han dado en él, tanto en tecnología como en medicina: desde la máquina de vapor a la energía nuclear, y hasta la llegada del hombre a la luna; desde el descubrimiento de la penicilina al ADN y su estructura en el genoma humano; y, en la actualidad, parece que entramos en una etapa nueva, la etapa digital, con muchas posibilidades por alcanzar…


hand-vintage3. Crecer en gracia o bondad es esforzarse para que nuestras relaciones con los demás sean de amor, de justicia, de paz. La persona es un ser de relación con los demás y, por ello, esta relación debe ser para construir una sociedad, el hábitat de la persona, lo mejor posible. Solo el amor es capaz de construir, dando ayuda a los demás.

El egoísmo, al contrario, divide, acapara para uno y olvida a los demás, sembrando el hambre, la pobreza, la injusticia, el orgullo, el egoísmo… en medio del mundo. La humanidad está creada para alcanzar y disfrutar todos juntos de los bienes de la tierra. Cuando esto no se consigue, la convivencia no funciona; si la sociedad no hace personas con los mismos derechos y deberes, sino que hace más pobres, víctimas de la guerra, náufragos en la consecución de una vida mejor, no sirve y se debe cambiar. Debe cambiar la política, la economía y el corazón egoísta de la persona para transformar la sociedad en ciudadanos que vivan en justicia y paz. Se debe dar paso a la civilización del amor.

El amor es superación de la justicia. Es justo quien hace o da lo que debe, mientras que el que ama hace y da más de lo que debe. Tenemos un ejemplo de amor en la parábola de los jornaleros contratados (Mt 20, 1-15), pues el amo paga a todos por igual, aunque hayan hecho distintas horas de trabajo. Es justo porque da lo que había tratado con los de la primera hora y es bueno con los últimos, porque les da más de lo que se merecen con relación a los primeros.

Cristo en la curz, Rubens (1619) [ampliar]

Cristo en la cruz, Rubens (1619) [ampliar]

¿Qué amor es el mejor para la persona? Pues el más grande, “el que da la vida por su hermano” (Jn 15, 13). Encontramos este amor en Jesús. Él nos enseña a amar, a perdonar, a ayudar al necesitado, a construir el reino de los cielos. Conocer a Jesús es para encontrarse con la vida de cada persona y solidarizarse con ella: alegrarse con el éxito, llorar con los que lloran, compartir el pan, luchar por la justicia… (las bienaventuranzas: Mt 5, 3-12; el hijo pródigo: Lc 15, 11-32). San Pablo nos dirá que el amor es lo más importante de la vida humana (1 Cor 13, 1-8).

Debemos amar con el amor que Jesús nos enseña, porque Dios es nuestro Padre, a quien oramos, en quien confiamos, por quien perdonamos a nuestros enemigos y de quien esperamos la recompensa, pues ve en lo escondido (Mt 5, 38-7, 12). Todos somos hermanos: “Un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos” (Ef 4, 6). El amor que nos enseña Jesús es la fraternidad, valor intrínseco que puede y debe transformar la humanidad: La fraternidad, fundamento y camino para la paz (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2014).

En la dimensión de relación de la persona, también tenemos que contar con nuestra relación con Dios, que se tiene que expresar en agradecimiento por todo cuanto hemos recibido de Él, pedirle gracia y fortaleza para cumplir su voluntad en medio de la creación y pedirle perdón, si no lo hacemos… Contando con la presencia de Dios en nuestras vidas, Él nos irá enriqueciendo, será el máximo bien para nuestras vidas, “el tesoro encontrado en el campo” (Mt 13, 44), quien llene nuestra vida de felicidad como al publicano frente al fariseo (Lc 8, 9-14) o a la Virgen María, “la esclava del Señor”, a quien “llenó de bienes” (Lc 1, 53). Jesús mantenía su unión con el Padre, empezando la jornada (Lc 9, 28) o terminándola en oración (Mt14, 23; Lc 6, 12), daba gracias (Mt 11, 25-30), luchaba contra la tentación (Mt 4, 1-11), pedía la ayuda del Padre (Jn 11, 41-42), “pedía que se cumpliera la voluntad del Padre” (Lc 22, 42) y en Él ponía su confianza: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 45).

Para amar con el amor más grande, nos tendrían que ayudar la familia, la clase de Religión, la catequesis y ser practicantes en la vida cristiana.
 

Crecimiento o educación integral

Crecer en edad, en sabiduría y en bondad para con Dios y los hombres es el crecimiento integral que tiene que hacer toda persona. Si este es el camino, se sigue el camino de la libertad y de la verdad. Pues, al contrario de los animales, que tienen el instinto para hacer lo que tienen que hacer, las personas tenemos la libertad para ser constructores, responsables de la realización de nuestras vidas.

Con la libertad, tenemos que alcanzar la salud en el cuerpo, la sabiduría en la inteligencia y la bondad en nuestro corazón; salud, sabiduría y bondad serán la verdad de la persona, porque construyen lo que tenemos que ser. Si no construimos nuestra vida en libertad, caeremos en el libertinaje del vicio para el cuerpo, de la ignorancia para la inteligencia y del egoísmo u orgullo para nuestro corazón; vicio, ignorancia y egoísmo u orgullo son la mentira de la persona, porque destruyen nuestra existencia y la convivencia con los demás.

Todo lo que es bueno para la persona y le da salud, sabiduría y bondad es la consecución de la verdad de la persona, su libertad y la vida, convirtiéndose en la piedra filosofal que transforma la vida humana en auténtica y le da felicidad. Todo lo que es malo para la persona y le da enfermedad, ignorancia y egoísmo u orgullo es la negación de la persona, mentira, convirtiendo la libertad en esclavitud y la vida terminará en infelicidad y muerte.
 

Crecer en bondad ante Dios y los hombres

De los tres estadios del crecimiento humano, sin descuidar los demás, el más importante es el tercero: crecer en bondad ante Dios y los hombres. Nuestro cuerpo y nuestra inteligencia se tienen que preparar para servir al hombre y servir a Dios, el servicio más digno que se puede hacer y de quienes podemos recibir más recompensa. Muchas veces, la persona pone todo su afán en conseguir bienes materiales y medir su riqueza en el “tener”, quedándose siempre en lo material, cuando lo que importa es enriquecer a la persona en los bienes espirituales, que recibimos de nuestro servicio a Dios y a los demás: ellos son los que verdaderamente enriquecen nuestro “ser”.

Por otra parte, solo el amor será la única virtud que permanecerá más allá de nuestra vida terrenal (1 Cor 13, 8-13); el juicio divino, al final de la vida, será juicio de amor (Mt 25, 31-40) y en el cielo o estado de plenitud ya no habrá necesidades fisiológicas, como la unión del hombre y la mujer en matrimonio, sino que viviremos sin necesidades, en plenitud, “como ángeles” (Lc 20, 27-38). Así lo expresó el papa Francisco en una de sus homilías en Santa Marta, al decir:

Nunca he visto un camión de mudanza detrás de un cortejo fúnebre, nunca.

Pero sí hay un tesoro que “podemos llevar con nosotros”, un tesoro que nadie nos puede robar, que no es –añade él– “lo que has estado guardando para ti”, sino “lo que has dado a los demás” (21 de junio de 2013).

Siguientes apartados (solo suscriptores):

  • El futuro de la humanidad
  • 2º OBJETIVO DE LA PIEDRA FILOSOFAL: Dar vida eterna.
  • Nuevo nacimiento
  • Unidos a Jesús, nos unimos a Dios para el nuevo nacimiento
  • La doctrina del crecimiento de la persona hasta la etapa final de la plenitud se ha mantenido a lo largo de la historia
  • Doctrina de la evolución
  • DIFICULTADES DE LA SOCIEDAD ACTUAL PARA EL CRECIMIENTO HUMANO Y ESPIRITUAL

Pliego íntegro publicado en el nº 2.909 de Vida Nueva. Del 20 al 26 de septiembre de 2014

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