Jorge Hernández Zanni: “Los cristianos de Gaza también temen ser perseguidos”

Hablamos con el párroco de Gaza, quien ha permanecido con su grey durante la ofensiva israelí

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Jorge Hernández: “Los cristianos de Gaza también temen ser perseguidos” [ver extracto]

DARIO MENOR (ROMA) | Los 136 católicos de la Franja de Gaza tienen a su párroco en Jorge Hernández Zanni, un argentino de 38 años miembro del Instituto del Verbo Encarnado (IVE). Tras permanecer al lado de sus parroquianos durante los 50 días que duró la intervención armada de Israel de este verano, este “gigante bueno” fue recibido el 28 de agosto por el Papa en el Vaticano (ver Vida Nueva número 2.907).

P: ¿Qué le dijo Francisco en la audiencia?

R: El encuentro nace del correo electrónico que nos mandó durante la guerra. La audiencia fue el culmen después de que siguiera todas las pericias que pasamos. Significó mucho para nosotros, fue una bendición, un consuelo, una fuente de fortaleza. El Papa estuvo todo el tiempo dando ánimos para seguir adelante con el compromiso de acompañar a la comunidad cristiana en Gaza. Varias veces recordó la dimensión sobrenatural de la presencia de los cristianos allí, de custodiar la tierra de Jesucristo. Pidió fortaleza y paciencia a los cristianos y que permanezcan allí. También hizo referencia a la jornada de oración por la paz, asegurando que hay compromisos sobre los que se debe seguir trabajando. Dijo que la paz es un proceso largo que requiere muchos sacrificios. Yo le comenté nuestra preocupación por el éxodo de los cristianos y por el temor fundado de una persecución al estilo de otros países árabes.

P: ¿Podría darse también en Tierra Santa?

R: Me hice eco ante el Papa del pensamiento de los cristianos de Gaza. Todos allí lo esperan. Ellos conocen mejor el terreno, saben de qué estamos hablando. En Gaza hay muchas presencias del islam: están la Yihad Islámica, Hamas, los Hermanos Musulmanes y varios grupos menores con una vertiente tanto religiosa como política.

P: ¿Cuántos católicos hay hoy en Gaza?

R: Hay 136 católicos y 1.300 cristianos en total, sobre un total de casi dos millones de habitantes. Todos los católicos son palestinos. En 2007 había unos 3.000 cristianos. A la primera oportunidad, los cristianos tratan de irse de Gaza, normalmente a algún país árabe para mantener su identidad, como Egipto y Jordania. Es un deseo común porque no hay un futuro para nadie. En Gaza, la tasa de paro es del 80%.

P: ¿Tienen la sensación de vivir en una cárcel?

R: Es la sensación y la realidad. Es una cárcel enorme en la que te puedes mover, comprar, vender y casarte. Pero nada más, ahí se termina. No puedes salir. No se puede soñar. No se puede pensar en unas vacaciones o en cumplir un sueño. Eso es algo tremendo. Los jóvenes no tienen sueños, no pueden proyectar su vida o tener objetivos. Eso es una enfermedad, es la muerte de la generación futura.

P: ¿Viven los cristianos una doble condena en Gaza por su fe?

R: Así es. Sufren como los musulmanes en la guerra y en el asedio, pero viven también más dificultades dentro de Gaza por ser cristianos. No obstante, allí sentimos la presencia de la Virgen. Le cuento una anécdota. Durante los bombardeos, una familia católica estaba en su casa y escuchó que se abría el portón externo de su vivienda. El padre se armó de valor y lo cerró. Luego se percató de que estaba de nuevo abierta. Temió entonces que hubiera milicianos dentro. Volvió a cerrarla, pero otra vez se abrió. Entendieron entonces que debían dejar la casa. Salieron corriendo y, al poco tiempo, la bombardearon. Los miembros de la familia me contaron después la anécdota diciéndome que sabían que tenían que irse. “Es la Virgen, padre, que nos decía que había un peligro”, comentaban. En esa casa todos los días se reza el rosario. Hay muchos otros casos como ese.

P: ¿Cómo vivió los 50 días de la operación Margen Protector?

R: La parroquia estuvo incluso entre dos fuegos antes de la tregua de cinco días; estaba en medio de combates cuerpo a cuerpo. Luego se retiró el Ejército de Israel, pero continuaron los bombardeos. Fueron momentos de mucho peligro. Durante la guerra no podíamos rezar con la comunidad porque no se podía salir de las casas. Nos comunicábamos a través de Facebook y de mensajes. Pudimos ayudar abriendo una de las dos escuelas que tenemos y que dependen del Patriarcado Latino de Jerusalén. En ellas estudian más de mil alumnos. Durante la guerra albergamos a unas 1.200 personas, dándoles techo, agua y alimentos. Abrimos dentro de la escuela, gracias a Cáritas, una pequeña enfermería para los heridos.

Pudimos, además, contar con un psicopedagogo, igualmente gracias a Cáritas, para encarar el trabajo con los niños. El impacto psicológico es tremendo. Un niño de seis años ya ha vivido tres guerras. ¿Qué recordará de su infancia? ¿Cómo desarrollará sus sentimientos? Hay niños de seis y siete años con deseos de venganza. ¿Cómo puede contrarrestarse eso? Las consecuencias todavía no las vemos en su totalidad. La próxima generación será la que sufrirá esta llaga de la guerra y de vivir encarcelados.
 

Aumento del odio

P: ¿Quién ganó esta guerra?

R: Cada uno se adjudica la victoria, pero ¿quién tiene razón? Mi opinión, como alguien que ha vivido la guerra y conoce Palestina e Israel, es que una guerra no la gana nadie. Ambas partes van a tener que pagar las consecuencias. He visto sufrimiento y dolor en los dos lados. Hay un aumento del odio recíproco. La paz es posible, pero pide sacrificios y se basa en la justicia. Sin justicia no puede hablarse de paz. No veo muchas buenas intenciones de las dos partes para arreglar las cosas, ni tampoco por parte de las potencias extranjeras. Estos dos países pueden vivir en paz y armonía, no son una excepción respecto al resto del mundo.

P: ¿Ve indicios de que pueda alcanzarse esa justicia previa a la paz?

R: El primer paso es la rectitud de intenciones. Hay que tener la intención verdadera de cambiar las cosas y vivir en paz, sustentando todo sobre la justicia. Cuánto puede exigir uno del otro es algo que los responsables de cada uno de los países tienen que decidir. Los cristianos tenemos el imperativo categórico de confiar, como recordaba el Santo Padre. Jesucristo es el Príncipe de la Paz. Se refugió en Gaza cuando estaba escapando de la muerte, cuando era un bebé. Debemos seguir, aunque seamos pocos, para custodiar Tierra Santa.

P: ¿Cómo organizarán la reconstrucción?

R: La destrucción fue tan grande que costaba saber por dónde comenzarla. Pasada la primera etapa de cubrir las necesidades básicas, estamos ahora en un segundo momento, en el que las personas vuelven a sus casas destruidas para cuidar la tierra y lo que tengan de valor. Ahora hay que prepararse para el inicio del curso y el comienzo del invierno. No podemos dejar a la gente en tiendas cuando llegue el frío.

P: ¿Es usted feliz en Gaza?

R: He recibido infinidad de llamadas de los superiores para ver cómo estaba y ofreciéndome salir de allí si veía peligro. Voluntariamente decidí estar. El pastor muere por su rebaño. Tener la fuerza necesaria es una bendición personal y para la gente de allí, que nos lo agradece muchísimo. El llamarles o enviarles un mensaje con un pequeño texto del Evangelio, pues no podíamos salir a la calle, es algo enorme, más en esas circunstancias. Todos estamos voluntariamente en Gaza y damos gracias a tanta gente en el mundo que nos ayuda y se hace presente con sus oraciones. Sentimos una comunión de fe muy grande.

En el nº 2.908 de Vida Nueva

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