Apoyo vaticano al obispo de Tabasco

Tras ser agraviado por agentes de aduanas cuando trataba de oficiar una misa en la frontera

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M. Á. M. | Aunque finalmente tuvo lugar en otro punto de la frontera con Guatemala, el obispo de Tabasco, Gerardo de Jesús Rojas López, fue gravemente agraviado por los agentes del Servicio de Aduanas de México cuando, el pasado 27 de agosto, pretendía celebrar en la linde entre su diócesis y el Vicariato Apostólico de El Petén (en Guatemala) una eucaristía en recuerdo de los 72 migrantes que fueron asesinados allí hace cuatro años por el cártel narcotraficante de los Zetas. Días después, y con el fin de visibilizar el “pleno apoyo” de la Santa Sede a la pastoral migrante que se desarrolla en Tabasco, Antonio Maria Veglió, presidente del Consejo Pontificio de Pastoral para los Migrantes e Itinerantes, remitió una carta en la que ofrecía al obispo Rojas su “cercanía pastoral”.

En la misiva, cuyo contenido ha sido hecho público por la agencia Fides, Veglió destaca que “no podemos olvidar que, desde 2009 hasta 2011, más de 20.000 emigrantes han sido secuestrados en el área de su diócesis fronteriza, por no hablar de todos aquellos que han caído en la red de los traficantes y de los miles de hombres, mujeres y los niños que han perdido la vida”.

“El listado de características que acompañan hoy a las migraciones –abunda el mensaje– es impresionante: abusos de autoridad y de toda clase, violaciones de las personas y de sus derechos fundamentales, explotación, extorsión, hambre, atracos, robos, mutilaciones, dolor, muerte. Los éxodos que actualmente sacuden diversas zonas del mundo son una denuncia abierta de la decadencia de las instituciones y, peor aún, de la pérdida del sentido auténtico de la humanidad, donde la inicua distribución de los recursos y el acaparamiento egoísta de los bienes se han convertido en objetivos prioritarios con respecto a la respuesta a las emergencias humanitarias”.

“En este escenario –concluye el cardenal–, la tarea de la Iglesia es cada vez más difícil, pero no se detiene ni se asusta”.

En el nº 2.907 de Vida Nueva

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