Javier de Nicoló. Creador de la Fundación Servicio Juvenil Programa Bosconia

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Jueves en la Fundación Servicio Juvenil, sede Bogotá, en el barrio Santa Sofía. Con instrumentos de viento y de percusión, los muchachos de la orquesta ensayan la banda sonora de La conquista del paraíso. Las niñas del coro, que participaron el día anterior de prácticas musicales, descansan. Avanza la tarde y en los patios se practican deportes. Las paredes están cubiertas con pinturas de gran formato. “Mi terapia es el arte”, explica el padre Javier de Nicoló, creador del programa Bosconia, que ha beneficiado a miles de jóvenes durante más de cuatro décadas.

¿A qué población está orientado el trabajo de la institución?

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Se trata de muchachos desatendidos. Es una población que no está en ninguna estadística, aunque hay quienes afirman que son cerca de 2 millones y medio en la actualidad. Por lo general, sus madres son mujeres maltratadas, que han tenido 4 o 5 hijos de hombres distintos y han fracasado en todos sus intentos de organizarse. Regularmente, estos muchachos no tienen hogar. Hay casos así en todos los barrios pobres de Colombia. Muy pronto desertan cuando los meten en una escuela. Como les ha faltado el cariño de la mamá, no paran en ninguna parte.

Aparentemente, esa deserción no es grave, mientras tienen 8, 9 o 10 años; pero cuando llegan a los 16 o 17 años resultan ladronzuelos, se traban, se emborrachan y son vistos como un problema. Debido a eso hay mucha violencia en Colombia. Se suele decir que Colombia es un país violento, pero en realidad tendríamos que decir que es un país “deseducado”. ¿No sería considerable para Colombia atender esta población?, ¿no será el factor de la violencia producto de su desatención? En Colombia, cuando la gente ve a un muchacho que roba suele decir que faltan cárceles. ¿Es lógica esa frase? ¿Es lógico decir que este país va mal porque no castiga? No hay educación para esos muchachos. Yo toda la vida me he dedicado a eso, y me parece que es una misión muy bonita.

Bosconia, por Don Bosco

Javier de Nicoló es salesiano y tiene 86 años. Llegó a Colombia en 1949 proveniente de Italia. De niño fue víctima del horror de la Segunda Guerra Mundial. “El pasado había sido horrible y el futuro parecía peor”, recuerda. Un salesiano solía acercarse a él y a otros jóvenes para hablarles de la vida. “Entre chiste y chiste llegamos a la conclusión de que uno busca en la vida la felicidad, y de que la felicidad está en el amor bien concebido”. De aquel sacerdote proviene una expresión que lo acompaña desde hace tiempo: “yo creo que la profesión más importante, estemos o no en guerra, es el servicio, ser servidor”.

Europa estaba destruida y los jóvenes buscaban un camino para realizar sus vidas. Javier de Nicoló descubrió que el suyo tenía que ver con la juventud y con el interés de san Juan Bosco por formar a una población desatendida. La vocación lo trajo a Colombia. Debido que en Italia había recibido una formación técnica, durante un tiempo trabajó en el colegio León XIII. Más tarde se trasladó a Barranquilla. Fue entonces que comenzó a conocer “el problema de la calle”, que lleva manejando desde entonces, unas veces junto a organizaciones del estado, otras veces por medio de acciones en el campo privado.

“La profesión más importante, estemos o no en guerra, es el servicio”

¿Cuál es el modo de proceder?

La terapia mía es el ambiente acogedor. Los primeros días les propongo un paseo, deporte, buena comida. No se habla de estudio ni de trabajo, se canta, se baila. Como en la lucha libre, hay que darles por la barriga, por eso les damos buena comida. La palabra mágica es saber acoger. Lo que no logran los psiquiatras y los psicólogos en 10 años yo lo logro en dos meses.

El ser humano tiene dos momentos muy afectivos. Uno es cuando nace, que lo atiende la mamá, y el otro es la crisis que viene en la adolescencia. La idea es devolverle al niño lo que no le dieron y no puede faltar. No hubo hogar, ¿qué hacemos? Si tú lo acoges bien a lo largo de los años que quedan, sobretodo en la adolescencia, revive.

Además, contamos con escuelas técnicas, flexibles, para esta población, que yo llamo “trapecistas”. Los trapecistas son unos berracos: parece que se van a caer pero no les pasa nada; y otra vez se caen, pero no les pasa nada. Lo mismo le pasa a estos muchachos: después de todas las caídas que han tenido quedan parados y sin la cabeza rota.

 

Nuevos horizontes

A través de los años la Fundación Servicio Juvenil ha sistematizado su proceso y mejorado su atención. Existen varias etapas en la atención que se ofrece a los niños, niñas y adolescentes. En primera instancia, está la oferta de la amistad, cuyo escenario es la calle. La amistad capta la confianza de los muchachos para que se adhieran a los programas, los motiva.

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Ya en instalaciones de la fundación, en distintas ciudades, se provee de alimentación y cuidados a los niños; se les ofrece un espacio en donde jugar y compartir de manera diferente con sus compañeros. Cuando existe el compromiso, se propone la posibilidad de espacios de estudios y capacitación. En este momento, se afianza en cada uno las normas de convivencia, los hábitos de higiene y de autocuidado; al tiempo, se trabaja la adhesión a los procesos educativos, a través de talleres. Finamente, tiene lugar una fase de preparación laboral, para los mayores, en donde se les capacita a nivel técnico con miras a que cada quien pueda hacerse responsablemente de sí a la luz de valores como la solidaridad, la justicia social y la inclusión. 

Según el padre Nicoló: “Solo un digno nivel de vida que dé a la juventud oportunidad de recibir afecto, educación y empleo, puede impedir la proliferación de niños en la calle”. La certidumbre de sus palabras convive con la esperanza. Sueña con que el trabajo de la Fundación Servicio Juvenil crezca e involucre a más personas que estén dispuestas a trabajar en beneficio de esta población;  gente de fe que quiera servir.

¿Cuál es su principal desafío por estos días?

Quiero crear una escuela técnica, especial, personalizada y flexible en todas las ciudades de Colombia. Estoy en la brega. Como tengo bastante experiencia existe un paquete para decirle a cualquier muchacho en condición de desatención que mínimo en un año, máximo en dos, puede ser alfabetizado y capacitado a nivel técnico. Cuando yo hago lo que estoy haciendo ningún muchacho queda sin trabajo, porque la industria encuentra en él a una persona que le puede ayudar. Esto se debe, en primer lugar, a que lo resocializo. Cuando un niño deserta no entiende por qué. Lo que le ofrezco es un ambiente en el cual todos lo quieren, para que se sienta feliz y estudie con interés. En dos años lo sacas tú al otro lado.

Texto y Fotos: Miguel Estupiñán.

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