Ciudades sustentables

Por estos días, Bogotá ha sido sede mundial de los Diálogos de Alto Nivel sobre Ciudades, Transporte y Turismo Sostenible, los cuales se iniciaron el año pasado en Berlín. Es una iniciativa de la ONU en el marco del texto El futuro que queremos, adoptado en “Río+20”.

Mientras tanto, en Yopal, Quibdó y Santa Marta han sido intensas las protestas por falta de agua potable. Se reclaman soluciones desde una conciencia territorial, una gestión pública honesta y eficiente, y una cultura ciudadana basada en el bien común. 

Ante la grave crisis global, los expertos han volcado sus esfuerzos en el rediseño de las ciudades con un criterio ambiental. Se habla de adaptarlas al cambio climático. La reconciliación con el agua es el eje. Se recuperan quebradas, se reforesta con especies nativas, se cubren las fachadas con plantas, se producen alimentos en terrazas ecológicas, se fomentan transportes que no consumen hidrocarburos.

En perspectiva eclesial, la ciudad se concibe como “lugar teológico” pues allí también acontece la acción salvadora de Dios. Deja de ser un escenario decorativo para tornarse en medio que facilita la comunión de amor. Hay un paso de una pastoral en la ciudad a una evangelización de la cultura urbana. Esto implica profundos giros en los estilos de vida, las redes de relación y los sentidos existenciales.

Para discernir el plan de Dios en la ciudad, hay que reestablecer relaciones de justicia entre lo rural y urbano, tejer vínculos de solidaridad, cuidar la estructura ecológica principal, cultivar una ética que proteja a los más pobres y vulnerables, visualizar un futuro en el que, tal como “la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de la presencia de Dios”, la tengamos tan “arreglada como una novia vestida para su prometido” (Ap 21, 2).

Alirio Cáceres Aguirre

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