“¡Deteneos, por favor! Os lo pido con todo mi corazón”

Francisco ya no encuentra palabras para seguir invocando la paz y condenar la violencia en las crisis de Gaza, Irak y Ucrania

Vaticano1

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ANTONIO PELAYO | El 27 de julio, por tercer domingo consecutivo a la hora del Ángelus, el papa Francisco volvió a hacer un llamamiento a la paz, teniendo como “percha” el centésimo aniversario del estallido de la I Guerra Mundial (28 de julio de 1914). “Mientras recordamos –dijo– este trágico acontecimiento, deseo que no se repitan los errores del pasado, sino que se tengan presentes las lecciones de la historia, haciendo prevalecer siempre las razones de la paz mediante un diálogo paciente y valiente”.

A renglón seguido abordó las crisis bélicas en Oriente Medio, Irak y Ucrania. “Os pido que continuéis unidos a mi oración –suplicó– para que el Señor conceda a las poblaciones y autoridades de esas zonas la sabiduría y fuerza necesarias para proseguir con determinación el camino de la paz, haciendo frente a las diatribas con la tenacidad del diálogo y de las negociaciones, con la fuerza de la reconciliación. Que en el centro de toda decisión no se pongan los intereses particulares, sino el bien común”.

Hermanos y hermanas –insistió–, nunca más la guerra. La guerra jamás. Pienso sobre todo en los niños, a los que se quita la esperanza de una vida digna, de un futuro: niños muertos, niños heridos, niños mutilados, niños huérfanos, niños que tienen como juguete restos bélicos, niños que no saben sonreír. ¡Deteneos, por favor! Os lo pido con todo mi corazón. Es hora de parar. ¡Deteneos, por favor!.

De las palabras a los hechos: el sábado 26, telefoneó al Patriarca de Babilonia de los Caldeos, Louis Raphael I Sako, para expresarle su cercanía y solicitud por los cristianos de Irak, víctimas estos días de inauditas violencias: expulsiones, persecuciones, bombardeos y saqueos. Sako había dirigido días antes un mensaje a Ban Ki-moon, pidiéndole que la ONU intervenga para poner fin a estas tropelías de los fundamentalistas islámicos del “califato”. El 22 de julio, el nuncio en Irak y Jordania, Giorgio Lingua, fue recibido por el Papa para hacerle llegar el testimonio de la agónica situación de aquellos cristianos.

El sábado 26, como se había anunciado, Bergoglio visitó la Diócesis de Caserta (Nápoles), una región con enormes problemas medioambientales debidos a la bárbara acción de la camorra, que la ha convertido en un estercolero de residuos tóxicos y donde el índice de tumores es muy superior al del resto del país. Al sobrevolarla en helicóptero, el Papa exclamó:

Es terrible que una tierra tan hermosa se vea arruinada por fenómenos como estos de falta de respeto al medio ambiente y de violación. Es una afrenta terrible.

 

En territorio de la camorra

Cuando aterrizó en el helipuerto del Palacio Real de Caserta, ya se habían congregado unas 200.000 personas. El primer encuentro lo mantuvo con los sacerdotes de la diócesis y los obispos de la región eclesiástica que preside el cardenal Crescenzio Sepe, arzobispo de Nápoles. De ello hablaremos un poco más adelante.
La misa tuvo lugar en la explanada que se abre delante del Palacio Real. Siendo este un territorio dominado por la camorra, se esperaba que el Papa aludiese a esta plaga. No dejó de hacerlo, sin usar esta vez la palabra excomunión que algunos esperaban. “Dar la primacía a Dios –dijo– significa la valentía de decir no al mal, no a la violencia, no a los atropellos para vivir una vida de servicio a los otros y en favor de la legalidad y del bien común [aplausos de la multitud, que entendió muy bien la referencia]. El que se hace amigo de Dios, ama a los hermanos, se compromete a salvaguardar su vida y su salud, respetando también el medio ambiente y la naturaleza. Sé que sufrís por estas cosas”. “Esto es –añadió– especialmente importante en vuestra hermosa tierra, que requiere ser tutelada y preservada, que se tenga la valentía de decir no a toda forma de corrupción e ilegalidad [de nuevo aplausos]. Todos conocemos el nombre de estas formas de corrupción e ilegalidad, requiere que todos seamos servidores de la verdad y asumir el estilo de vida evangélico”.

Como he dicho antes, el Papa, nada más llegar, se reunió con el clero y los obispos. Entregó el discurso preparado y se abrió a un diálogo con ellos. Explicó, primero, que su visita a Caserta tenía una historia particular; se había anunciado una visita privada al pastor evangélico Giovanni Traettino, viejo amigo suyo desde los tiempos de Buenos Aires, y que vive en la región. La llamada del obispo le hizo observar que podía interpretarse mal que visitase a los protestantes y no a los fieles católicos. “Le dije –comentó– al Sustituto de la Secretaría de Estado, monseñor Becciu: ‘Quítame esta soga del cuello’, y lo ha hecho bien”.

En el extenso coloquio abordó muchos temas, entre otros el diálogo, basándose en la encíclica Ecclesiam Suam, de Pablo VI.

Y el lunes 28 de julio, en efecto, Francisco aterrizó por segunda vez en 48 horas en Caserta. Allí le esperaba Traettino, en cuya compañía, a bordo de un modesto Ford Focus, se dirigió a la casa del pastor para que el Papa pudiera visitar y saludar a su familia. Un encuentro privado, al final del cual se dirigieron a la Iglesia de la Reconciliación, donde esperaban ansiosos varios centenares de pentecostales.

Animado por un clima familiar y acogedor, Francisco habló de uno de sus temas favoritos: la diversidad y no división dentro de la Iglesia, que es la naturaleza de la Iglesia. “El Espíritu Santo crea la diversidad en la Iglesia y esta diversidad es muy rica, muy hermosa; pero después, el mismo Espíritu Santo hace la unidad. Y así la Iglesia es una en la diversidad. Y para usar una bella palabra del Evangelio que a mí me gusta tanto: una diversidad reconciliada por el Espíritu Santo”.

Otro encuentro significativo de esta semana fue el que mantuvo el 24 de julio con Merian Yahia Ibrahim Ishag, la cristiana sudanesa que había sido condenada a muerte por “apostasía” y por haberse casado con un cristiano. Gracias a una fuerte campaña internacional, fue liberada por las autoridades y se le permitió salir del país. Acompañada por su marido y sus dos hijos, llegó a Roma en un avión de la República italiana y se trasladó a la Casa Santa Marta, donde la esperaba el Papa. Media hora duró la cordialísima entrevista.

“Le doy las gracias –le dijo el Pontífice– por el valiente testimonio de perseverancia en la fe”. “Con este gesto –destacaba con una nota informativa el P. Lombardi–, el Papa ha querido manifestar su cercanía, atención y oración también por todos los que sufren a causa de su fe y, en concreto, por los cristianos que sufren persecuciones”.
 
 

Sorpresa en el comedor

Constante creador de sorpresas, Bergoglio se presentó el 25 de julio, sin previo aviso, en la mensa de los trabajadores vaticanos. Allí se puso a la fila en el autoservicio y escogió su menú. La cajera no se atrevió a hacerle pagar. Después se dirigió a una de las mesas donde se encontraban un grupo trabajadores de la Farmacia Vaticana y se sentó con ellos, abriendo una animada conversación sobre sus condiciones de trabajo y donde no faltó alguna alusión a su condición de tifoso del San Lorenzo de Almagro. Tras cuarenta minutos de conversación, de las consabidas fotografías y de estrechar cuantas manos se le tendían, regresó a Santa Marta en el coche de su ayudante, Sandro Mariotti.

En el nº 2.905 de Vida Nueva

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