Trascendence: identidad virtual

Ciencia, tecnología y sociedad: ¿Una colisión inevitable?

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El mundo de la ciencia ficción, la inteligencia artificial y la nanotecnología en el devenir de la humanidad, es susceptible a múltiples miradas e interpelaciones: ¿el antropocentrismo está cediendo su lugar al tecnocentrismo o, tal vez, a la tecnocracia?, ¿la ciencia y la tecnología están al servicio del ser humano o el ser humano se está esclavizando a ellas?, ¿es inevitable una colisión entre la humanidad y la tecnología?

No es la primera vez que estas tensiones entre ciencia, tecnología, sociedad y medio ambiente, se analizan y saltan a la pantalla grande. Recientemente Her (Spike Jonze, 2013) abordó dilemas similares que también involucran, la incursión de las nuevas tecnologías en una amalgama de afectos, emociones y sentimientos.

Trascendence, el primer filme dirigido por Wally Pfister –el reconocido director de fotografía de la saga de Batman–, pone en escena la antigua promesa que el tentador del Génesis hizo a Adán y Eva: “querer ser como dioses”, en una versión moderna, claro está. La criatura ya no quiere ser criatura, prefiere ser una deidad creadora, con el argumento de que es preciso “curar el planeta”.

Héroe y villano a la vez, Johnny Depp interpreta –sin tanto maquillaje esta vez– al científico Will Caster. Con su equipo de investigación, del cual hacen parte Evelyn (Rebecca Hall), su esposa, y su amigo Max (Paul Bettany), Caster promete un prototipo de inteligencia artificial que supera los límites de la biología, con un poder analítico por encima de toda inteligencia colectiva en la historia de la humanidad, y dotado de emociones y autoconciencia. Su proyecto “Trascendencia” cuestiona la naturaleza de la conciencia y la existencia del alma. “¿Quiere crear un dios, su propio dios?”, le preguntan a Caster. Su respuesta es más bien un llamado a la conciencia: “buena pregunta, ¿no es lo que la humanidad siempre ha hecho?”.

El planteamiento es contundente y ambicioso. Atrae y asusta al mismo tiempo. No desconoce que las “ciencias de punta” avanzan al tenor de grandes problemas, que toda respuesta es, necesariamente, provisoria, y que los sistemas complejos han puesto en crisis las lógicas cartesianas, las relaciones entre sujeto-objeto, causa-efecto, y las hegemonías occidentales. También el mundo de los afectos se ha complejizado y no resulta fácil distinguir qué es bueno y qué es malo.

¿Evolución es revolución?

Mientras que asiste al filme, el espectador puede preguntarse si los movimientos de resistencia a la tecnología tienen sentido y si todos los avances que la ciencia ofrece son realmente necesarios. Evocando la inspiración darwiniana, ¿evolución es revolución?

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En su drama y ante la inminencia de la muerte de Will tras los ataques de un grupo extremista que se opone a la tecnología, los Caster, con el apoyo de Max, optan por “trascenderlo” o, mejor, transferir su conciencia, sus memorias, sus sentimientos y su caudal científico a una forma avanzada de inteligencia artificial que, en poco tiempo, avasalla todos los sistemas conectados.

Conexiones globales, cambios súbitos, nanotecnología, fractales, biotecnología, reingeniería, autoconciencia y una generosa dosis de incertidumbre, hacen parte de un nuevo sistema que pretende regir el destino del planeta. La regeneración, que bien podría ser el nuevo nombre de la evolución, trae consigo diversos milagros híbridos que sin embargo no consiguen “curar el planeta”. Los ciegos ven y los paralíticos caminan, sí, pero carentes de libertad, como los clásicos zombis.

Buena parte de la trama y del desenlace de la película parece simplificarlo todo a un problema de estrategias y de coaliciones entre científicos, agentes federales, militares y rebeldes de la tecnología, que buscan detener a la fuerza al “monstruo” de la tecnología, desconectando todos los sistemas del planeta, incluyendo internet, si fuera necesario. En este grupo de estrategas-mesiánicos, los roles de Morgan Freeman, Cillian Murphy y Kate Mara, parecen un tanto desarticulados.

Aunque el guión de Jack Paglen no logra llenar todas las expectativas que suscita al inicio, Trascendence es una invitación a volver a las preguntas de los orígenes: ¿qué es el hombre?, ¿qué es el mal?, ¿qué es el bien?,¿la gente teme a lo que no conoce? Ciertamente no es bueno, ni malo, ni necesario, ni deseable que la vida humana sea compleja, o se torne compleja. Pero cuando lo es, precisa de nuevas búsquedas, de nuevas dialécticas y, con toda seguridad, de nuevas tecnologías que conduzcan a respuestas, igualmente complejas. No es un asunto simple. Involucra saberes, afectos, destrezas, éticas, espiritualidades y muchos otras dimensiones que hacen parte de la vida de los seres humanos. Transitando por estas sendas, tal vez sea posible “trascender”.

Óscar Elizalde Prada

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