Monsone-Gebauer: “El Camino de Santiago es una posibilidad de cambio”

Giuseppe Monsone-Gebauer, Hospitalero en Budapest (Hungría)

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JOSÉ RAMÓN AMOR PAN. FOTO: MIGUEL CASTAÑO | Nacido en Catania en 1981, en la festividad de san Francisco de Borja, doctor en Economía, Giuseppe Monsone-Gebauer es un joven y brillante ejecutivo que trabaja desde hace 12 años en Hungría para un potente grupo empresarial italiano.

Pero, más allá de los números, lo que de verdad le interesa son las personas y trata de hacer realidad el proyecto de Reino de Dios que vemos dibujado en los Evangelios. Es un apasionado de la persona y el mensaje de Jesús, algo que se comprueba fácilmente a los pocos minutos de conversar con él en un fluido castellano, lengua que domina a la perfección, al igual que el inglés y el húngaro, amén de su italiano natal. De mirada limpia y gesto vivo, locuaz, sus palabras transmiten paz, ilusión, alegría, calor humano.

El Camino de Santiago tiene una gran importancia en su espiritualidad. “Soy un peregrino”, afirma con una humildad y una rotundidad admirables, una frase que no tiene nada de pose. “He hecho el Camino seis veces”, añade.

No extraña, por consiguiente, que Giuseppe esté comprometido en Budapest, su lugar de residencia, con la evangelización a través de la formación de futuros hospitaleros. Nosotros lo conocimos, precisamente, en Santiago de Compostela con ocasión de su participación en el II Congreso Internacional de Acogida Cristiana y Nueva Evangelización en el Camino de Santiago, celebrado en abril en la capital gallega.

Durante la entrevista estuvo acompañado por Manuel González Rodríguez, párroco de Hospital de Órbigo (León), a quien Monsone no duda en calificar de “paradigma de la acogida y la hospitalidad”:

Don Manuel vive en el albergue, sirve a la mesa como uno más, conversa con todos y para todos tiene una palabra cálida, acogedora, evangélica.

También estaban con nosotros dos jóvenes colaboradoras de la Casa de los Diálogos, una obra de los jesuitas húngaros, abierta en la capital del país, que desarrolla múltiples actividades culturales y de encuentro, un auténtico atrio de los gentiles y en la que hay un espacio también para la promoción del Camino.

P: ¿Qué se sabe del Camino de Santiago en Hungría?

R: Aun cuando Hungría está en la periferia del Camino de Santiago, ya en la primera parte del Libro V del Códice Calixtino aparecen mencionados los peregrinos que vienen de Hungría. Hay que destacar que Hungría es el cuarto país del mundo en aporte de peregrinos a Compostela en toda la historia. Por otra parte, a unos 200 kilómetros de Budapest se encuentra la Basílica de Lebenyi, que está dedicada al apóstol Santiago. Todos los años se organiza una peregrinación desde Budapest a Lebenyi, que finaliza precisamente el 25 de julio. Aunque esta actividad tiene un contenido muy laico, estamos tratando de recuperar su sentido religioso original.
 

Raíces cristianas

P: ¿Existe un renacer religioso en Hungría?

R: Sí, sin duda. Un dato muy revelador es que Hungría es el único país de la Unión Europea en cuya Constitución figura un reconocimiento explícito a sus raíces cristianas. Sepa usted, además, que reconoce sin complejos de ningún tipo el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer. Por otra parte, Hungría es el único país de la UE en el que actualmente hay crecimiento demográfico. Todos ellos son indicadores de ese clima positivo hacia el cristianismo que existe en el país. Son múltiples las actividades religiosas que se ofertan, con una acogida por parte de la población cada vez más amplia.

P: Entre ellas, la de hospitaleros que ustedes ofrecen.

R: Efectivamente. El Camino de Santiago es una posibilidad de cambio no solo para el peregrino, sino también para el hospitalero, para aquel que trabaja como voluntario en uno de los albergues que la Iglesia tiene en el Camino. Esa es la razón del curso que hacemos en Hospital de Órbigo, con la ayuda inestimable de don Manuel, y por el que han pasado ya 69 personas (cuatro el primer año, 15 en la segunda convocatoria, que fueron 50 el tercer año). El curso dura dos semanas y luego se hace el Camino hasta Santiago. Los resultados están siendo maravillosos. El que inicia el Camino espera que algo ocurra, porque la fe es un acontecimiento, un encuentro. Es responsabilidad de la Iglesia el responder adecuadamente a esa esperanza.

En el nº 2.903 de Vida Nueva

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