El contubernio entre Dios y el dinero

Hay que hacer de la Iglesia más hogar que sucursal de indulgencias

ilustracion

JUAN RUBIO. ILUSTRACIÓN: GONZALO R. CHECA | En el sur de Italia se desató la tormenta cuando un obispo prohibía las procesiones religiosas.

En un pueblo, los costaleros desviaron la imagen de la Virgen y fueron a pararla a las puertas de un mafioso en arresto domiciliario. Efecto de las palabras del Papa en Calabria.

Medida “herodiana”, sin duda, la del obispo italiano. Lo decía san Juan de la Cruz:

Los hombres hacen más las fiestas para sí, que para Vos. ¡Cuánto lleva el diablo en ello, Señor!.

Atar al diablo a una pata de la mesa es costumbre poco higiénica que hay que sanear paso a paso. Hay curas que lo han hecho y les llovieron llamadas curiales apelando a la prudencia pastoral. Que no cunda el pánico, pero sí el ejemplo.

Siguen los amos del dinero, responsables de la crisis, despidos, desahucios, humillaciones, trampas, engaños y atropellos a la dignidad humana, luciendo en las solapas insignias pontificias y presidiendo instituciones y cortejos religiosos, con el talonario a mano, tapando bocas, atando manos y comprando cachitos de cielo.

El contubernio que une a Dios y al diablo no cesa. Hay que plantarle cara al amasijo para hacer de la Iglesia más hogar que sucursal de indulgencias.

Solo así, las fiestas serán más para Él que para los intereses del bolsillo.

En el nº 2.903 de Vida Nueva

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