Esa gripa contagiosa llamada narcomentalidad

¿Cómo es que en Colombia van aumentando los índices de la economía y en cambio la violencia, en lugar de disminuir, crece y crece y crece? ¿Hay algún factor que subyazca a este fenómeno que agarra a multitudes de personas de todas las edades y condiciones y en los más diversos lugares del país? Sí, lo hay y se llama narcomentalidad.

La narcomentalidad no es exclusividad de los narcotraficantes, pero ellos fueron como la fatídica cepa de la cual brotó la enfermedad. La narcomentalidad tiene que ver con el tener, pero no con cualquier tener. Todos necesitamos tener recursos y cosas para vivir dignamente. Por eso trabajamos, ahorramos y, lentamente, vamos adquiriendo lo que consideramos necesario. No me refiero a este tener.

La narcomentalidad coloca el tener como el primero y, a veces, como el único valor de la vida. Este tener se caracteriza porque es un tener rápido, fácil, abundante y a toda costa.

Este tener es como una gripa de esas que se comunican por el aire y se van introduciendo en el corazón y en la cabeza. Uno no se da cuenta de la dolencia hasta cuando está demasiado enfermo. Así, la mentalidad y la conciencia se deforman y, aun sin que uno esté metido en el narcotráfico, se asumen sus mismos ideales, sus mismas aspiraciones y sus mismos métodos.

Inmunizarse

Hay hogares donde se vive un principio sencillo y tal vez poco popular pero que es un excelente antídoto contra esta gripa: “Pobres pero honestos”. Podríamos decir que también es muy válido este otro principio: “ricos pero honestos”.

Pero cuando se agarra la gripa de la narcomentalidad desaparecen ambos principios y empieza la desbocada carrera hacia la riqueza deshonesta con ese ritmo anotado: de manera fácil, rápida, abundante y como sea.

Puede haber quien no tenga habilidades para sacar adelante este programa hasta el fondo y se limita a matar para obtener un celular. Hay quien tiene más habilidades y forma su grupo aparentemente muy sano pero en el fondo de tipo delicuencial, pues está enfermo de narcomentalidad. Hay quien hace alianzas poderosas y puede llegar a formar ejércitos privados para lograr los fines marcados por la narcomentalidad. Hay quien, para obtener los fines propuestos, se encamina por los senderos del poder, logrado naturalmente como sea. De todo esto hay en la Colombia de hoy.

En una ocasión fui invitado a dictar una conferencia en una universidad y escogí este tema de la narcomentalidad. Al final, un grupo de profesores, preocupados, me dijeron: “Aquí piensa así la gran mayoría de los estudiantes”.

Tener: el primer valor de la narcomentalidad

Ante todo este panorama, no se entiende por qué las autoridades de las instituciones educativas han aceptado que se elimine la ética profesional, la moral cristiana, la educación cívica y en cambio se le haga gran despliegue al “libre desarrollo de la personalidad”, que, para quien vive los postulados de la narcomentalidad, se constituye en una formidable justificación a su modo de actuar.

Pero, como podemos inferir de tantas noticias diarias, la vida de quien sigue el sendero de la narcomentalidad, fuera de ser breve, es desgraciada: siempre sintiéndose perseguido, siempre escondiéndose, siempre en peligro de terminar asesinado en una cuneta o recluido en una cárcel por largo tiempo.

Contra la narcomentalidad, la ética y la vida cristiana. Y que resuenen en los corazones las muchas frases de Jesús, con las cuales nos advierte que de nada sirve ganarse todo el mundo si se pierde el alma, la vida y la felicidad. A Dios gracias son también muchísimos los colombianos que han sabido inmunizarse contra la narcomentalidad y han sabido así defender su alma, su vida y su felicidad.

Mons. Luis Augusto Castro Q., Arzobispo de Tunja

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