Murilo Ramos: “Los Mundiales y las Olimpiadas son para los países ricos”

La visión del arzobispo de San Salvador de Bahía (Brasil) sobre el Mundial

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Murilo Ramos: “Los Mundiales y las Olimpiadas son para los países ricos” [ver extracto]

TEXTO Y FOTOS: DARÍO MENOR. | Los grandes eventos deportivos internacionales que está viviendo Brasil como la actual Copa del Mundo de Fútbol, los Juegos Olímpicos de 2016 o la Copa Confederaciones, celebrada el año pasado, “no creo que vayan a dejarle nada bueno al país”.

Estos acontecimientos “son para las naciones ricas, que ya tienen resueltos sus problemas básicos”. Es la advertencia de Murilo Sebastião Ramos Krieger, arzobispo de San Salvador de Bahía, quien dice comprender las protestas de los jóvenes por las grandes expectativas creadas en torno al desarrollo económico. “Se han hecho promesas que no se están cumpliendo”. Como miembro de la Fundación Populorum Progressio, participó en la reciente reunión celebrada en Roma del consejo de administración de este organismo fundado por san Juan Pablo II.

P: ¿Qué decidieron ustedes en el encuentro de la Fundación?

R: Aprobamos cerca de 130 proyectos de toda América Latina y el Caribe por valor de 1,8 millones de dólares. El encuentro fue, además, una oportunidad para hacer una revisión de nuestros objetivos. En este sentido, ayudó mucho la audiencia que mantuvimos con el Papa durante cuarenta minutos.

Nos pidió que incentiváramos los proyectos dirigidos a promover la formación humana con los valores cristianos, para mostrar que Jesucristo es la respuesta no solo para las personas inquietas, sino también para las personas necesitadas. No basta con dar una ayuda material; cualquier organización no gubernamental lo puede hacer y, además, de forma muy eficaz.

Nuestra preocupación es intentar alimentar la vida de las personas para que tengan una nueva perspectiva de mayor servicio.

P: Una ayuda con espíritu…

R: Así es. Si no, no tiene sentido que nos reunamos obispos de varios países y dediquemos todos estos fondos. Las necesidades en nuestra América Latina son muchas. Trabajamos con indios, afroamericanos, campesinos pobres… Son personas muy necesitadas. En América Latina no hay apenas políticas que favorezcan a estos sectores.

P: ¿Es la Iglesia en los países latinoamericanos un ejemplo a seguir para los países de la región por su trabajo conjunto?

R: Sin duda. Si los obispos y los representantes de la Iglesia mostramos que tenemos unos valores, luchamos por ellos y estamos unidos porque nos preocupa el bienestar de las personas, quién sabe si conseguiremos tocar los corazones de los dirigentes. Tal vez así dejarán a un lado los criterios económicos, de lucro, de enaltecimiento de los intereses propios…

Es interesante notar que muchas veces son las de la Iglesia las acciones más eficaces de ayuda. No tenemos ningún interés, no queremos promoción política. Nuestras estructuras, además, son muy sencillas. Hay entidades gubernamentales y no gubernamentales que gastan más de la mitad del presupuesto en mantener la estructura. En nuestras organizaciones, en cambio, no llega al 2% lo que nos gastamos para ello. Todo el mundo trabaja como voluntario, por amor.
 

Un pueblo decepcionado

P: Brasil está viviendo en los últimos años un fuerte crecimiento económico al tiempo que gana protagonismo internacional albergando citas de gran interés, como el Mundial de Fútbol, los Juegos Olímpicos o la Copa Confederaciones. ¿Cómo está cambiando la sociedad con este desarrollo?

R: Los desequilibrios sociales disminuyeron, sí. Hay una gran franja de población que mejoró su nivel de vida. Pero el gran problema es que el Gobierno, tanto el actual como el anterior, ha creado una expectativa muy grande en torno a ese desarrollo.

Las protestas que hemos visto en la Copa del Mundo, y que también vimos en el pasado con motivo de la Copa Confederaciones, son fruto de estas expectativas de bienestar. Provienen del pensamiento de que todo debe venir del dinero del Gobierno y que la vida mejoraría así, sin incentivar apenas la iniciativa privada.

Yo soy de una ciudad, San Salvador, que es sede de eventos importantes, pero en la que se han hecho muy pocas cosas respecto a todo lo que se esperaba. El beneficio para la ciudad ha sido muy poco. La herencia que la Copa del Mundo dejará para la ciudad no es importante. Esto provoca una decepción en el pueblo, que comienza a reaccionar.

P: ¿Comprende las protestas que están protagonizando en los últimos años una parte de los jóvenes brasileños?

R: He hablado y escrito sobre esto. No concuerdo con la violencia. Pero entiendo que esta frustración es fruto de promesas que se hicieron y que no están siendo cumplidas. Se dijo que iba a haber una cantidad de dinero dedicada a la educación, a la sanidad, a la seguridad, y al final acabaron en los estadios. Cuando el pueblo percibe esto, reacciona.

Se sabe que dentro de esta reacción hay grupos muy pequeños, pero también muy organizados, que aprovechan esos momentos para realizar una movilización violenta. Inmediatamente después, desaparecen. Dejan así un resultado negativo en estas concentraciones del pueblo para protestar.

P: ¿Dejarán todos estos grandes eventos algo bueno en Brasil?

R: No creo. Estoy convencido de que la Copa del Mundo o las Olimpiadas son para las naciones ricas, que ya tienen resueltos sus problemas básicos. Con pequeños proyectos atraen a muchos visitantes y logran así un beneficio.

La Copa del Mundo traerá a Brasil visibilidad, es cierto, pero no solo positiva. Aspectos negativos de la organización de los Mundiales han acabado apareciendo en la prensa de todo el mundo, empeorando la imagen del país.

P: Hablemos de otro gran evento, la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). ¿Qué queda de ella un año después?

R: Los jóvenes se aproximaron a la Iglesia. Es algo que se percibe. Hay una postura muy positiva entre ellos y es más fácil que se involucren. La situación actual es un desafío para nosotros. Tenemos a los jóvenes y ahora hay que saber aprovechar esa fuerza.

Francisco consiguió mostrar una Iglesia alegre, con una propuesta de vida para ellos. Es una Iglesia con la que se pueden identificar y que les puede ayudar para lograr que la juventud tenga una mejor presencia en la sociedad. El pronóstico es muy positivo.

La presencia del Papa en Brasil fue muy rica. Ya se están viendo los resultados. Por ejemplo, de cara a la próxima JMJ, que se celebra en Polonia [Cracovia 2016], muy lejos de nuestro país, son incontables los grupos de todas las edades que se están organizando para ir. Quieren repetir allí aquella experiencia tan bonita que tuvieron.

En la asamblea que los obispos realizamos en Aparecida dos semanas después de la Pascua observamos que la presencia del pueblo, y en especial de los jóvenes, en nuestras iglesias aumentó después de la JMJ.
 

Preocupados con el Gobierno

P: ¿Cómo es la relación entre el episcopado y las autoridades civiles brasileñas? ¿Va el país por el buen camino?

R: Políticamente nos preocupan ciertas ideas del actual Gobierno en el sentido de favorecer las uniones homosexuales, casi equiparándolas al matrimonio. Estamos en una sociedad plural en la que el diálogo es esencial. Hemos procurado mantener un diálogo para luchar por aquellos valores que consideramos importantes.

Procuramos siempre que es posible usar la fuerza de los parlamentarios que tienen una conciencia cristiana, no para buscar algún provecho para nosotros, para la Iglesia, sino para mejorar la situación de todo el pueblo brasileño. Son valores que no solo forman parte de los católicos; son básicos para lograr una sociedad más justa y fraterna, más humana, que respete al ser humano desde su concepción.

En el nº 2.901 de Vida Nueva

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