Esperando una ‘buena noticia’ para la vida en pareja y la familia

Reflexión sobre la familia y la pareja con vistas al Sínodo de los Obispos del próximo octubre

573955

ISABEL CORPAS DE POSADA (Doctora en Teología y profesora en la Facultad de Teología de la Universidad Javeriana y de la Universidad de San Buenaventura de Bogotá) | La convocatoria de una reunión de obispos para tratar asuntos relacionados con la familia despierta expectativas.

¿Por fin habrá una “buena noticia” para las parejas? Porque es la experiencia de pareja la que siempre está en juego. ¿Tendrán los dirigentes de la Iglesia católica algo nuevo que decir o irán a repetir las normas de siempre e insistirán en los mismos temas que, a veces, parecen obsesivos?

Se cumplen ya 34 años –en 1980–, también se reunieron los obispos con el propósito de “encontrar el lenguaje y las motivaciones profundas que ilustran la doctrina permanente de la Iglesia de modo que afecte y en lo posible convenza a los hombres de hoy en sus situaciones concretas”[1], dijo el papa san Juan Pablo II al convocarlos.

San Juan Pablo II, en 1980.

San Juan Pablo II, en 1980.

Fue un acontecimiento que también despertó expectativas y cuyo seguimiento[2] hice desde su convocatoria: los Lineamenta enviados a las conferencias episcopales; el Instrumentum laboris preparado por la Secretaría del Sínodo a partir de las respuestas a los Lineamenta; las intervenciones de los obispos en el aula sinodal y del relator general del Sínodo, el cardenal Joseph Ratzinger; el Mensaje a las familias; las 43 Proposiciones presentadas al Papa, a partir de las cuales escribió la exhortación apostólica postsinodal Familiaris consortio, publicada el 22 de noviembre de 1981.

¿En qué quedaron las expectativas de entonces y los resultados esperados de aquella reunión? En blanco y negro, fueron “buena noticia”, pero ¿lograron convencer a hombres y mujeres en sus situaciones concretas, como era la finalidad que trazó Juan Pablo II para el Sínodo de 1980?

Casi 34 años después, volvemos a estar a la espera de una “buena noticia” para la vida de pareja y de familia. Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización [ver íntegro] es el título del documento preparatorio que el papa Francisco envió a los obispos del mundo, en noviembre del año pasado, a través del secretario general del Sínodo, monseñor Lorenzo Baldisseri.

El documento, además de unas consideraciones de carácter doctrinal, contiene un cuestionario con 38 preguntas con el propósito de auscultar la opinión acerca de diversas cuestiones relacionadas con la vida de pareja y cuyas respuestas, remitidas desde todos los rincones del mundo, serán insumo, primero, para el Instrumentum laboris, que será enviado en breve a las Iglesias particulares y, posteriormente, para la reunión de obispos que tendrá lugar en Roma del 5 al 19 de octubre del presente año –la III Asamblea General Extraordinaria del 2014–, en la que, según el itinerario de trabajo trazado por el Papa, se pretende “delinear el status questionis y recoger testimonios y propuestas de los obispos para anunciar y vivir de manera creíble el evangelio de la familia” (Documento preparatorio, I).

Y habrá un segundo encuentro de obispos, que será la Asamblea General Ordinaria del 2015, en el que se buscarán las correspondientes líneas operativas.

El envío de las 38 preguntas dio mucho que hablar a lo largo de los últimos meses. Parecía algo novedoso. Pero “es parte de la práctica habitual de un sínodo”, explicó el padre Federico Lombardi, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

Lo novedoso sería la esperanza que despertó, en particular, porque dicen que al papa Francisco le interesa oír las voces de los y las creyentes. Por otra parte, el secretario de este Sínodo, el reconocido teólogo y ahora arzobispo, monseñor Bruno Forte, aclaró que:

No se convocaba el Sínodo para debatir asuntos doctrinales, sino para examinar las prácticas pastorales, es decir, cómo presentar la enseñanza de la Iglesia para que sea asequible al común de los fieles el evangelio de la familia en las actuales circunstancias.

 

Apuntes para una teología de la pareja y la familia como experiencia humana y sacramento de salvación

La preparación de un nuevo Sínodo sobre la Familia constituye una invitación para reflexionar con los lectores de Vida Nueva, desde la teología, acerca de la vida de pareja y de familia. Es tema sobre el cual he investigado, reflexionado, enseñado y escrito durante 35 años como profesora de Teología del matrimonio en la Facultad de Teología de la Universidad Javeriana y en la Facultad de Teología de la Universidad de San Buenaventura de Bogotá.

A esta actividad académica debo agregar que el trabajo con parejas que se preparan para celebrar su matrimonio me ha permitido compartir sus proyectos y sus necesidades reales, como también su actitud respecto a la enseñanza de la Iglesia.

Se trata de una reflexión acerca de la sacramentalidad de la experiencia de pareja y de familia que se ubica en el campo de la teología sacramental. El método empleado es, por consiguiente, el de la teología sistemática, concretamente, el de la teología hermenéutica en la perspectiva de la teología latinoamericana, que parte de la realidad para interpretarla teológicamente con la intención de transformarla según el proyecto salvífico de Dios.

Por eso voy a referirme, en primer lugar, a la situación actual de las parejas y las familias, para lo cual tendré presente las “problemáticas inéditas” a las que se refiere el Documento preparatorio del Sínodo 2014 y las 38 preguntas que forman parte del mismo; en segundo lugar, propongo una lectura teológica de la experiencia de pareja y de familia; para concluir, en tercer lugar, planteando mis propias expectativas como teóloga con respecto a la “buena noticia” que se espera ha de salir del próximo encuentro de obispos.

Y como se trata de una reflexión acerca de la experiencia de pareja y de familia, conviene hacer una precisión respecto a los términos “pareja” y “familia”la historia de cada familia comienza con la historia de una pareja que se convierte en familia cuando decide llamar a los hijos a la vida, y las familias se prolongan en parejas que dan origen a nuevas familias. La aclaración resulta pertinente, sobre todo, porque los problemas que inquietan no son problemas de las familias, sino problemas relacionados con decisiones de las parejas.

También considero indispensable precisar que mi interpretación de la experiencia de pareja y de familia tiene como punto de partida el reconocimiento de hombres y mujeres como seres humanos concretos, situados, históricos, en relación con el mundo, con los otros y con Dios (cf. Documento de Puebla 324-325); que nos transformamos al transformar el mundo con nuestro trabajo (cf. Laborem Exercens), nos realizamos en la relación con los otros porque hemos sido llamadas y llamados a la existencia dialogal y nos hacemos presentes en el mundo a través del cuerpo; que como seres sexuados estamos abiertos al encuentro de pareja; que somos seres libres, en proceso, originales e irrepetibles (cf. Redemptor Hominis 13), creadores de significaciones, al mismo tiempo que condicionados por procesos históricos y experiencias personales, pero, principalmente, por la cultura como universo simbólico en el cual los diversos aspectos de la experiencia humana resultan significativos y adquieren sentido: y porque son culturales, también son históricos y, por lo tanto, modificables.

Esta visión antropológica reconoce la igualdad fundamental de todos los seres humanos, sin distinción de sexo, raza y condición social. La revelación cristiana completa esta visión antropológica, al interpretar a los seres humanos como creados por Dios a su imagen y semejanza y al descubrirnos que, en Jesucristo, la salvación de Dios hace posible el ideal de la creación, porque la “vida nueva” que nos ofrece en el bautismo transforma nuestro ser y nuestro obrar para poder establecer relaciones que tengan sentido y hagan posible la convivencia.

Así lo expresó el papa Francisco en su encíclica, al señalar “hasta qué punto pueden ser sólidos los vínculos humanos cuando Dios se hace presente en medio de ellos” (Lumen fidei 50).

Conviene anotar, también, que asumo la noción de sacramentalidad planteada por la teología de la segunda mitad del siglo XX, enraizada en la Escritura y formulada en el marco de la semiología, identificando como sacramento, en sentido genérico, las realidades humanas que transignifican, es decir, expresan y realizan el amor y la salvación de Dios en la perspectiva de la fe eclesial y desde la historia de la salvación como horizonte de comprensión y de expresión[3].

Asimismo, resulta indispensable precisar que entiendo la Iglesia como comunidad de los hombres y mujeres convocados por Dios que prolonga en la historia la obra de Jesús consistente en hacer presente la salvación de Dios abriéndonos a la comunión con Dios como Padre y, consiguientemente, a la comunión con los hermanos.

Es la eclesiología de comunión formulada por el Concilio Vaticano II en la visión de Iglesia como Pueblo de Dios (cf. Lumen gentium 9) y como sacramento –signo e instrumento– de la unión de los hombres entre sí y con Dios (ibídem 1), y en la que la consagración bautismal fundamenta la participación “en la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo” (ibídem 31).

Y es la eclesiología en la que el episcopado latinoamericano reunido en Puebla centró su reflexión y sus orientaciones pastorales: comunión que tiene a Cristo como fundamento, por cuanto él “nos revela que la vida divina es comunión trinitaria” (Documento de Puebla 212) y porque por él, con él y en él “entramos a participar en la comunión de Dios” (ibídem 214). También el papa Juan Pablo II fundamentó su enseñanza en esta visión de Iglesia (cf. Christifideles laici 8) y precisó que la comunión con Dios y la comunión fraterna son las dos dimensiones inseparables de la Iglesia-comunión: “Comunión de los cristianos con Cristo y comunión de los cristianos entre sí” (ibídem 19).

 

Situación actual de las parejas y las familias (1ª parte)

Un acercamiento a la realidad actual de las parejas y las familias constituye el punto de partida para la presente reflexión. Lo cual no resulta fácil, tratándose de una realidad plural y en permanente cambio, difícil de recoger en unos cuantos renglones. Particularmente, porque la manera de ser pareja y de ser familia evoluciona como evoluciona y cambia todo lo humano, se adapta a los cambios sociales, se estructura según los modelos de cada grupo social y de cada generación. Por eso no existe un modelo único y universal de ser pareja y de ser familia: cada una es original y diferente de las otras en la manera como se construyen y asumen sus funciones. Y porque las dificultades que viven las parejas y las familias son complejas. Dolorosas.

Para este acercamiento, acudo al listado de “problemáticas inéditas hasta hace unos pocos años” que presenta el Documento preparatorio del Sínodo 2014:

  • Difusión de parejas de hecho y uniones de personas del mismo sexo.
  • Matrimonios mixtos e interreligiosos.
  • La familia monoparental.
  • Poligamia difundida en no pocas partes del mundo.
  • Matrimonios concordados y problemática de la dote, muchas veces considerada como precio de la esposa.
  • El sistema de castas.
  • La cultura de la falta de compromiso.
  • Formas de feminismo hostil a la Iglesia.
  • Fenómenos migratorios y reformulación de la idea de familia.
  • Pluralismo relativista en la concepción del matrimonio.
  • Influencia de los medios de comunicación en la celebración del matrimonio y la vida familiar.
  • Tendencias subyacentes a propuestas legislativas que desprecian la estabilidad y fidelidad del pacto matrimonial.
  • Maternidad subrogada.
  • Nuevas interpretaciones de derechos humanos.
  • Debilitación o abandono de fe en la sacramentalidad del matrimonio y en el poder terapéutico de la penitencia sacramental.

Y cada uno de los ítems del listado se interpreta como un desafío de la situación actual a la evangelización.

Ahora bien, en este listado de “problemáticas inéditas” se confunden situaciones nuevas con otras que no lo son y otras tantas que corresponden a entornos culturales distintos del mundo occidental y europeo, desde donde se ha pretendido legislar para parejas y familias de cualquier contexto.

Novedoso es el interés de parejas del mismo sexo por celebrar su unión, pero no es nuevo que haya uniones de parejas del mismo sexo. Novedoso es el pluralismo actual, pero no como algo peyorativo y calificado de relativista: sencillamente, el mundo occidental ya no es el único mundo, y convivimos con diversas culturas y modos de pensar.

Novedoso –aunque con más de cien años– es el feminismo, al que tampoco considero negativo ni hostil a la Iglesia: se trata de una forma alternativa de entender el ser y el quehacer de la humanidad a partir del reclamo de las mujeres por haber sido minusvaloradas e invisibilizadas a lo largo de la historia. En cambio, el listado no menciona el machismo, tal vez por no ser “problemática inédita”, sino de muy vieja data.

Novedoso, ciertamente, es el matrimonio subrogado. De pronto, es nuevo que los países legislen de espaldas a orientaciones de la Iglesia católica –lo que en épocas pasadas no ocurría en el mundo occidental– y que se establezca el divorcio: pero no hay que olvidar que los estados legislan para todos sus ciudadanos y no solamente para quienes profesan un determinado credo religioso.

En cambio, no son nuevas las parejas de hecho: las prácticas históricas muestran que las parejas cristianas se casaban conforme a las costumbres familiares y sociales y que, apenas en el siglo XVI, el Concilio de Trento estableció la forma canónica matrimonial; sin embargo, el matrimonio se consideró sacramento desde los primeros pasos de la Iglesia.

Tampoco es nueva la poligamia, el matrimonio concordado y el sistema de castas en culturas donde está formalmente establecido. Ni son nuevos los matrimonios mixtos e interreligiosos, puesto que la Iglesia legisló su celebración. Fenómenos migratorios siempre los ha habido y la reformulación de la idea de familia ha sido una constante histórica, como lo demuestran los estudios sobre su evolución.

De las familias monoparentales y de la falta de compromiso, más aún de la irresponsabilidad, hace rato que se habla. Y el debilitamiento o abandono de la fe en la sacramentalidad del matrimonio como “problemática inédita” tampoco es algo nuevo; y creo que lo que existe es ignorancia, la más crasa ignorancia.

Cuando escribí el artículo sobre el Sínodo de 1980, hace más de 30 años, los problemas que el Sínodo debería afrontar –que correspondían al contexto de entonces, pero que son también del momento actual– eran:

  • La secularización.
  • Los movimientos de liberación.
  • El subjetivismo ético.
  • Los derechos de familia pisoteados.
  • Las desviaciones de la sexualidad y del amor.
  • El concepto de libertad aplicado a la vida conyugal.
  • Las actitudes machistas.
  • Los movimientos feministas.

Siguientes apartados del Pliego (solo suscriptores):

  • Situación actual de las parejas y las familias (2ª parte)
  • Sacramentalidad de la experiencia en pareja y de familia
  • Algunos desafíos para el Sínodo 2014

 

Pliego íntegro publicado en el nº 2.901 de Vida Nueva. Del 5 al 11 de julio de 2014

[1] Juan Pablo II: “Discurso al Consejo de la Secretaría General del Sínodo de Obispos el 23 de febrero de 1980”, L’Osservatore Romano (9 de marzo de 1980).
[2] Corpas de Posada, Isabel: “La misión de la familia en el mundo contemporáneo: Análisis histórico textual del Sínodo 1980”, en Theologica Xaveriana 31/3 (1981), pp. 315-349.
[3] Corpas de Posada, Isabel: Teología de los sacramentos. Experiencia cristiana y lenguaje sacramental, San Pablo, Bogotá,1995.

Compartir