Sin lápida, pobre, enterrado casi furtivamente

El equipo de Fernando Prado continúa la búsqueda de Cervantes en el convento de las Trinitarias

Agonía de Cervantes, por Cano de la Peña (1865).

Agonía de Cervantes, por Cano de la Peña (1865).

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Votamos entre nosotras y salió que sí”. Es lo que dice la priora de las Trinitarias, sor Amanda de Jesús. “Cuando nos lo propusieron, consultamos a la Real Academia Española y al cardenal arzobispo de Madrid. Y luego votamos”, detalla.

Las trece religiosas, entre ellas siete procedentes de Perú, que componen la comunidad del convento de las Trinitarias Descalzas de San Ildelfonso, en Madrid, en pleno corazón del barrio de las Letras, en Huertas, dieron el sí a la búsqueda de los restos mortales de Miguel de Cervantes (Alcalá de Henares, 1547-Madrid, 1616), enterrado en la antigua capilla del convento.

“Han sido muy discretos, no han interferido en nada”, añade sor Amanda. La propuesta llegó de Fernando Prado (San Sebastián, 1963), el historiador que, gracias a las posibilidades del georradar, piensa que aún es posible encontrar a Cervantes entre las tumbas y osarios de las Trinitarias y depositarlo en un lugar reservado dentro de la iglesia después de un funeral de Estado, bajo una inscripción que recuerde “al español más universal de toda la historia”. Prado describe qué busca:

El cuerpo de un hombre de 70 años con el brazo izquierdo impedido, dos arcabuzazos en el pecho y solo seis dientes. El cadáver tiene que estar en un ataúd pequeño, con el hábito franciscano y un crucifijo de madera.

Luis Avial es el geofísico que ha aplicado, por primera vez, el uso del georradar y la termografía de infrarrojos –habitual en los yacimientos arqueológicos– a la búsqueda de restos osteológicos procedentes de enterramientos.

La cartografía láser en tres dimensiones de las Trinitarias, después de radiografiar cada rincón de la capilla a finales de abril, no tiene precedente. Las imágenes en alta resolución muestran claramente la traza de la antigua iglesia, anterior a 1673, y hasta cuatro enclaves con presencia de huesos humanos.

En ellos trabajará el equipo de diez forenses y arqueólogos que encabeza el antropólogo forense Francisco Etxeberría, comenzando con la cripta, que contiene entre 30 y 33 nichos con restos óseos. “Si los restos de Cervantes se removieron en 1673, cuando se reformó el convento, es probable que fueran depositados en la cripta”, sentencia Etxeberría. Los resultados de los análisis óseos –ahora se están abriendo los nichos– no estarán disponibles, como mínimo, hasta finales de año.

Cervantes murió en su casa de la calle del León, número 20, el 22 de abril de 1616, y fue enterrado “de caridad” en el inmediato convento de las Trinitarias el día después, el 23, según la partida de defunción.

Pertenecía a la Orden Tercera de San Francisco, congregación en la que ingresó en 1613 como hermano no profeso, quizás buscando un funeral que su pobreza no le permitía.

Vestido con el hábito de San Francisco y con la cara descubierta, fue llevado por sus hermanos en religión de la calle del León al convento de las monjas trinitarias descalzas en la calle de Cantarranas. Allí le enterraron y allí descansa aún.

Sin lápida, pobre, enterrado casi furtivamente [íntegro solo suscriptores]

jcrodriguez@vidanueva.es

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