Juan Ángel Artiles: “La misión en Europa es mucho más difícil”

El claretiano trabaja en Timor Oriental tras estar desde 2005 en Indonesia

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FRAN OTERO. FOTOS: LUIS MEDINA | Juan Ángel Artiles nos abre las puertas de la que es su segunda casa, el Colegio Claret de Madrid y la Parroquia San Antonio María Claret, para hablarnos de la que hoy es la primera: Salele, en el distrito de Covalima, en Timor Oriental.

Timor-OrientalLleva allí apenas un año, aunque su presencia en esta zona se remonta a 2005, cuando fue enviado a Indonesia.

Hace de todo: es vicario parroquial, director de una escuela de Formación Profesional, responsable de un proyecto de agricultura… Incluso hace las veces de ambulancia para trasladar a los enfermos o a las mujeres que se ponen de parto al hospital.

También trabaja en la reconciliación de un país golpeado por luchas internas y por el conflicto con Indonesia, que, tras abandonar el país en 1999, lo destrozó todo. Juan Ángel señala el camino para alcanzar un solución:

No puede haber paz sin justicia. ¿Y cuando no la hay? Cuando no hay justicia, lo que tiene que haber es misericordia.

P: Tras muchos años trabajando en España en distintos ámbitos, se fue a la misión. ¿Siempre tuvo esa inquietud misionera?

Procesión en Dili, Timor Oriental, 2011.

Procesión en Dili , Timor Oriental (2011).

R: Nací en Las Palmas, pero mis padres vivieron en Guinea Ecuatorial, donde los claretianos tienen mucha historia. Ya desde pequeño tenía la inquietud de ser misionero. Ahora, tengo que decir que hoy la misión es mucho más difícil aquí, sobre todo, psicológicamente.

Uno tiene la impresión de dar pan a quien no tiene hambre. Allí puede ser más complicado materialmente, porque hay menos facilidades, pero la gente te agradece cualquier cosa que hagas y valoran mucho que estés allí.

P: De Indonesia llegó a Timor. ¿Son muy diferentes?

R: Timor es mucho más pobre. Está muy mal. Cuando Indonesia se fue en 1999, llevó a cabo una destrucción sistemática de todo aquello que había construido: carreteras, infraestructuras…

Ahora mismo, solo tiene luz el 40% de la población; de hecho, llegó a mi habitación la pasada Navidad. Otro hándicap es que, para recorrer los 200 kilómetros que nos separan de la capital, Dili, tardamos ocho horas.

P: Todavía se notan las consecuencias de un conflicto, ¿no?

R: Ciertamente. Los indonesios se justifican diciendo que ellos lo han dejado como lo habían encontrado. Es cierto que, cuando llegó en 1975 al país, Indonesia hizo un gran esfuerzo. Desde el año 2000 y hasta hoy se ha reconstruido una parte del país, la oriental; pero en la otra, donde estamos nosotros, apenas se ha hecho nada.

A Timor Oriental le condiciona mucho su historia reciente con dos conflictos: el que enfrentó al este y al oeste del país, y el que colocó a todo el país frente a Indonesia.

P: ¿Qué hacéis en este sentido?

R: Como estamos en la frontera con Indonesia, intentamos favorecer la reconciliación de las familias a través de homilías, charlas… Son muchos los timorenses que colaboraron con Indonesia y se marcharon del país.

Por este motivo, hay familias separadas. Queremos potenciar que los echen de menos, algo que no quiere decir que se justifique lo que han hecho. Puede ser un paso para allanar un camino en el que Naciones Unidas ha fracasado. Ha parado el conflicto, pero no ha trabajado por la reconciliación.

P: ¿Ha olvidado la comunidad internacional a Timor?

R: Creo que sí. Además, esta situación se ha visto agravada por la crisis económica que ha afectado al primer mundo. En Timor Oriental, un país con un poco más de un millón de habitantes, había más de 300 ONGs en 2012. Pero cuando, en diciembre de ese mismo año, Naciones Unidas se marchó, comenzó un éxodo.

Nosotros intentamos ofrecerles otra visión: que el mundo les ha estado mimando durante diez años, que los ojos del mundo se centran ahora en otros países tan pobres como Timor y que tenemos que espabilar. La sobreabundancia de ayuda ha hecho que se haya perdido el norte.

Juan Ángel Artiles: “La misión en Europa es mucho más difícil” [íntegro solo suscriptores]

En el nº 2.899 de Vida Nueva

 

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