Corona e Iglesia en Europa

Los reyes siguen siendo cabezas de la Iglesia en varios países europeos

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JAVIER RODRÍGUEZ | En el Viejo Continente se concentra el mayor número de países que reconocen al jefe de Estado en la figura de un monarca, como parte de sistemas parlamentarios en Reino Unido, España, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Dinamarca, Noruega y Suecia.

Se suman a la lista microestados como Liechtenstein, Mónaco y Andorra, este último con dos jefes de Estado: el obispo de Urgell, Joan-Enric Vives, y el presidente francés, François Hollande. A su vez, el Vaticano se configura como una monarquía electiva y teocrática.

Derivadas de las monarquías absolutas del Antiguo Régimen, al rey le amparaba, en un principio, la
creencia de que Dios había designado a quien había de regir el país. Paulatinamente, el poder absoluto del monarca se fue supeditando a las leyes de los hombres, a partir de la formación de parlamentos y cortes estamentales que restringían sus atribuciones. En España, por ejemplo, a través de los fueros.

En la monarquía parlamentaria moderna, definida por la máxima “el rey reina pero no gobierna”, los poderes del rey son simbólicos y vienen definidos por leyes parlamentarias y la acción del Gobierno electo. Así, incluso la abdicación de Juan Carlos I en su hijo Felipe tuvo que ser aprobada por el Congreso para ser efectiva.

Pese a esta evolución, el vínculo entre coronas e Iglesias sigue siendo directo en países
como el Reino Unido, desde que Enrique VIII rompiera lazos con la Iglesia católica y se proclamara jefe supremo de la Iglesia anglicana. De esta manera, mientras la cabeza espiritual es el arzobispo de Canterbury –Justin Welby–, el monarca ostenta el título de Gobernador Supremo de la Iglesia, al punto de que los clérigos prestan juramento de lealtad a Su Majestad, Isabel II en nuestros días.

Una función habitual del monarca moderno es sancionar con su firma nuevas leyes, algo que en ocasiones ha planteado conflictos como en Bélgica, en 1990, cuando el rey Balduino suspendió temporalmente sus funciones para evitar firmar la ley del aborto, en una suerte de objeción de conciencia debida a su fe católica. No obstante, en marzo de 2014, Felipe, rey de los belgas, ha sancionado la controvertida ley de eutanasia infantil pese a las más de 210.000 firmas que le fueron remitidas para que imitara a su antecesor.

Como Estado confesional, en Dinamarca, la reina –Margarita II desde 1972– es la cabeza de la Iglesia del Pueblo Danés, confesión cristiana evangélica y adherida al luteranismo que tiene en el Ministro de Asuntos Eclesiásticos a su máxima autoridad administrativa.

También en la Iglesia de Noruega, la autoridad suprema recae en el rey –Harald V desde 1991–, quien delega funciones en el Gobierno a través del Departamento de Iglesia y Cultura. Un Consejo de Estado Eclesiástico contemplado en la Constitución –y formado por miembros del Gobierno, fieles de la Iglesia noruega y el propio monarca– nombra obispos y prepósitos.

A su vez, el rey de Suecia –desde 1973 Carlos XVI Gustavo– representa la cabeza de la Iglesia sueca, perteneciente a la rama evangélica y que se separó de Roma por decisión de un Consejo de Gobierno en 1527 para adherirse a la Reforma luterana. Como curiosidad, desde entonces y hasta el siglo XIX, estuvo prohibido que un sueco abandonara la Iglesia de Suecia.

En el nº 2.899 de Vida Nueva

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