Qué jóvenes, qué universidad católica

El desafío de acercarse a jóvenes, creyentes o no creyentes, que la eligen por su excelencia académica

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FRAN OTERO | La educación católica, y en ella se incluye la universidad, es uno de los grandes desafíos de la Iglesia. Lo dice el papa Francisco, quien, en un discurso el pasado febrero ante los miembros de la Congregación para la Educación Católica (CEC), añadía la necesidad de que esta no se aísle y entre en contacto con las culturas actuales, que dialogue con ellas y haga presente su propuesta.

Es una realidad, la que presenta el Papa, que preocupa a la Federación Internacional de Universidades Católicas (FIUC) que, en su 90º aniversario, ha elaborado un estudio mundial, en el que han participado 55 universidades de 34 países, a través del que pretende conocer mejor a los alumnos de estas universidades, un trabajo que se irá presentando universidad por universidad junto con un instrumentum laboris con el que “repensar, modificar o incluso innovar en materias de formación y de prácticas pedagógicas, con un constante afán de mejora de la calidad de la acogida y de los servicios propuestos a sus estudiantes”.

Disponible en inglés, francés y español, pronto comenzará su distribución entre universidades, conferencias episcopales y otros organismos.
 

Distanciados

De hecho, Las culturas de los jóvenes en las universidades católicas. Un estudio mundial, que nació de la preocupación de las universidades católicas ante el desconocimiento que tenían de sus alumnos y la distancia que les separaba, pretende ofrecer un panorama de las culturas de los estudiantes –cómo construyen el sentido de su vida o cómo quieren construir su futuro– y ayudar a los centros a reorganizar su manera de relacionarse con ellos.

Guy-Réal Thivierge (Quebec, 1945) es un sacerdote canadiense, ocupa la secretaría general de la FIUC y ha dirigido la investigación. Nos atiende a miles de kilómetros, en París, con la cercanía que otorgan las nuevas tecnologías. Cara a cara en un pantalla a pantalla, ofrece dos de las conclusiones más importantes:

  • 1. Que los jóvenes que estudian en centros católicos son parecidos a los de los centros que no lo son.
  • 2. La necesidad de una reforma de la pastoral universitaria, de repensar a la luz del diálogo fe-ciencia-cultura la actividad pastoral.

La primera conclusión le gusta, le parece reconfortante: “Son estudiantes normales”. Estudiantes que otorgan mucha importancia a la familia, pues el 93,8% la considera lo más importante en la vida y el 45,5% dice que formar una es de las metas más deseadas en su vida.

Junto a esta, se encuentran otras prioridades como los estudios y el trabajo: un 44% consideran a los estudios una de las tres cosas más importantes de su vida y un 62,4% pone al trabajo como uno de sus principales proyectos de futuro. De hecho, el 77% de los estudiantes de centros católicos espera que sus estudios le ayuden a conseguir un trabajo bien pagado y, por ello, se esfuerzan en que su expediente académico sea lo mejor posible. Un 53,6% solo espera esto último de la universidad.

Tanto es así, que cuando se les pregunta el motivo por el cual han elegido una universidad católica señalan haberlo hecho por el prestigio académico, la fama de preparar buenos profesionales, el valor de sus títulos en el mercado y el buen ambiente para el estudio. En último lugar, y con mucha distancias respecto al resto, aparece la identidad católica.

De hecho, para la mayoría, su interés se reduce a la asistencia a clase, de modo que no participan en otras actividades universitarias, entre las que se incluyen las de carácter pastoral.
 

Poco comprometidos

Tampoco les interesa demasiado el compromiso social, trabajar por una sociedad más justa o implicarse en política. Así las cosas, este, como tantos otros estudios, refleja la desconfianza juvenil hacia las instituciones políticas y sociales: gobiernos, policía y administración pública reciben poca confianza de los jóvenes, mientras que los políticos, nada. Confían “algo” en las las instituciones religiosas y “bastante” en las educativas.

Así se explica en el estudio:

Como era de esperar, miran sobre todo a la conveniencia de que los estudios que cursen se adapten al propio perfil y a las ventajas socioeconómicas que pueden reportarles. Poco, en cambio, a la funcionalidad de su trabajo para la prosperidad social de sus sociedades. No tanto como para calificar su opción como inclinación a un narcisismo cultural en su estatus, pero sí como una postura un tanto propicia para ello. (…) La elección no manifiesta en sus posiciones culturales ningún confesionalismo religioso y sí la eficiencia que tengan en el impartir a sus alumnos una buena formación para el ejercicio de sus futuras tareas.

Ana García-Mina Freire, que es vicerrectora de Servicios a la Comunidad y Estudiantes de la Universidad Pontificia Comillas (UPC), uno de los centros que ha participado en el estudio, apunta que todos estos datos son “muy valiosos” porque aportan “una visión de conjunto de los jóvenes, aquello que les mueve”.

Su conclusión, analizado el estudio, coincide con la del secretario general de la FIUC:

Nuestros alumnos son hijos de la sociedad que tenemos: muy secularizada, individualista y donde prima el poder y el prestigio. También son expresión de su momento evolutivo, un momento vital en el que tienen que encontrar su lugar en el mundo, independizarse de sus padres, lograr su autonomía y formar una familia.

Así las cosas, añade, buscan estudios que les proporcionen un buen trabajo y estabilidad.

Publicados los datos, que cada universidad tendrá que analizar en su contexto y con cifras de su país, es tiempo de reflexión y de propuestas para que los jóvenes sientan más cercana la institución universitaria que han elegido, en este caso, la católica. Así lo resume el profesor Thivierge: “Nosotros hemos hecho la mitad del camino, ahora las universidades tienen que hacer la segunda mitad”.

Qué jóvenes, qué universidad católica [íntegro solo suscriptores]

En el nº 2.897 de Vida Nueva

 

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