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Llamados a una vida sin fin


La obra invita a recrear nuestra experiencia cristiana a la luz de la Trinidad y la belleza que brota de la fe

Obra de Bruno Forte, doctor en Teología y Filosofía, ha sido profesor en la Pontificia Facultad Teológica de Italia Meridional (Nápoles), miembro de los Pontificios Consejos de la Cultura para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y para la Promoción de la Nueva Evangelización. Recensión de Fernqndo Cordero.

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Título: La vida como vocación. Alimentar las raíces de la fe

Autor: Bruno Forte

Editorial: Narcea, 2014

Ciudad: Madrid

Páginas: 128

FERNANDO CORDERO (SS.CC.) | Bruno Forte (Nápoles, 1949) es un prestigioso teólogo que, desde hace una década, ejerce su ministerio como arzobispo de Chieti-Vasto, en el centro de Italia. Su teología es luminosa y, en sus conferencias por todo el mundo, no olvida lo que le dijo en una ocasión la hermanita Magdeleine de Jesús, fundadora de las Hermanitas de Jesús, de la familia espiritual de Carlos de Foucauld: “La misión de los teólogos es dejar hablar a la caridad”. De hecho, cuando hemos podido escucharlo, hemos descubierto que este obispo no es un teórico, sino un apasionado de Dios.

Este libro nos invita a recrear nuestra experiencia cristiana a la luz de la Trinidad y de la belleza que brota de la fe. Se trata de una oportunidad única de saborear la llamada recibida en el bautismo a una vida que está arraigada en el tiempo presente y en conexión con el tiempo por venir, con la eternidad. El objetivo del texto queda recogido en el subtítulo: Alimentar las raíces de la fe. Es un complemento a dos obras anteriores del autor: Breve introducción a la fe (San Pablo) e Introducción a los Sacramentos (Paulinas).

Monseñor Forte, en clave vocacional, señala que nuestra existencia cristiana se enraíza en la Trinidad y está llamada a responder, en fidelidad, al amor del Dios de Jesucristo, abandonándose en Él y en su Espíritu. Cinco son las partes en las que está dividido el volumen, según esta doxología familiar: A Ti, Dios Padre omnipotente; En unidad con el Espíritu Santo; Por Cristo, con Cristo y en Cristo; Todo honor y toda gloria; Por los siglos de los siglos. Finaliza con unas preguntas para el discernimiento, que bien pueden usarse para la revisión de la propia vida.

En torno al Padre, se nos recuerda que hemos sido llamados a la libertad y a aprovechar la trayectoria vital como vocación. Para acoger esa llamada, que nos hace partícipes de la vida divina, son imprescindibles la fe, la esperanza y la caridad. Esta experiencia es don y, al mismo tiempo, exige respuesta; por eso, la necesidad de nuestro compromiso con el Decálogo, que el autor explica de manera sugerente y actual, apoyado en diferentes textos bíblicos.

Vivimos la hora del Espíritu, que provoca el encuentro que cambia la vida, favorecido por las virtudes cardinales, bisagras de la existencia moral: justicia, fortaleza, templanza y prudencia. Cristo es un don del Padre a la humanidad a través de la acción de vida del Espíritu Santo. Este, además, hace participar a las criaturas humanas de su relación con el universo.

Somos discípulos de Cristo, la Palabra que se revela a la humanidad a través de la necesidad y el testimonio del amor. Somos discípulos en la Iglesia, que, con los sacramentos, hace presente en el tiempo a Jesucristo, sacramento “primordial” de Dios.

Como María, contemplativos en la acción, acogemos la novedad del Espíritu y somos desafiados en el compromiso activo y diario de nuestro trabajo, convirtiéndonos en testigos de la alegría. De la Virgen Madre destaca “la gratuidad y la gratitud que se cumplirá nuevamente en una alianza esponsal vivida en la esperanza, de alguna manera, anticipo de lo eterno” (pág. 94). En este proceso es irrenunciable para los cristianos el espíritu de las Bienaventuranzas, anuncio y don de la nueva vida que llevan al mundo, cosa que exige fidelidad al presente y al futuro.

Estas páginas contienen oraciones al final de cada uno de los capítulos, como sucede con otras obras del arzobispo Forte. Son auténticas joyas, dignas de ser incluidas en oraciones comunitarias y en diferentes celebraciones. Otra prueba más de que el autor pasa, con toda suavidad, de la reflexión-meditación teológica al encuentro con el Totalmente Otro.

En el nº 2.896 de Vida Nueva

Actualizado
30/05/2014 | 07:00
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