Los obispos argentinos siguen dialogando con la presidenta

Reunión sorpresa tras el duro documento episcopal sobre la violencia en el país

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NICOLÁS MIRABET (BUENOS AIRES) | “La Argentina está enferma de violencia”, afirmó el Episcopado argentino en un documento [ver original] difundido el 8 de mayo, durante su 107º Asamblea Plenaria. Apenas comenzó a circular el mensaje, no tardaron en escucharse voces que decían que “la Argentina no está enferma”, pero sí lo estuvo “en el 55, en el 76, en el 89 y en el 2001”, recordando así dos golpes de Estado y dos salidas anticipadas de gobiernos democráticos.

Tal fue el impacto que causó el documento, que, el lunes 12, el secretario ejecutivo del Episcopado, Enrique Eguía Seguí, y el secretario de Culto de la Nación, Guillermo Oliveri, acordaron una reunión entre la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y un grupo de obispos. La mandataria aceptó enseguida, y el jueves 15 recibió en la residencia presidencial de Olivos a José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), acompañado por Eguía Seguí y por Joaquín Sucunza, vicario general de Buenos Aires.

Sorprendió la presencia de Sucunza –segundo del cardenal Mario Aurelio Poli en la Iglesia porteña–, quien no integra la cúpula episcopal argentina. La idea había sido que participara en la cita la Comisión Ejecutiva del Episcopado, pero tanto Virginio Bressanelli como Mario Cargnello ya estaban de regreso en Neuquén y en Salta, respectivamente, tras participar en la Asamblea Plenaria celebrada en Pilar, Buenos Aires.

El encuentro se realizó “en un tono de intercambio cordial”, y fue útil para retomar el diálogo que se viene dando con el Gobierno desde que Arancedo asumió la presidencia del Episcopado en 2011 –durante la gestión de Bergoglio, el matrimonio Kirchner mantuvo una relación fría y tensa con la Iglesia–. Es posible que esta fluida comunicación sea propiciada indirectamente por la figura del papa Francisco, de quien se dice que a cada funcionario argentino que recibe en el Vaticano le pide que “cuiden a Cristina”.

Durante casi una hora, los prelados, la presidenta y Oliveri compartieron miradas sobre el documento, que señala que “la corrupción pública y privada es un verdadero cáncer social”. Todo indicaría que al Gobierno no le interesaba debatir en torno al texto, sino mostrar una buena relación con la jerarquía eclesiástica.

Para los obispos, el mensaje causó tal estruendo en la sociedad que este acercamiento probablemente les permitía tantear el ánimo de Cristina Fernández.

Aunque estaba prevista la reunión en la Casa Rosada, súbitamente se cambió de sede, llevando a los prelados a la residencia presidencial. Una estrategia útil para evadir el asedio de la prensa. Sin duda, fue un encuentro sorpresivo, ya que no estaba anotado con antelación ni en la agenda oficial ni en la de los obispos.
 

Error de lectura

El documento Felices los que trabajan por la paz fue una de las declaraciones episcopales que más resonancia tuvo en los últimos años. Allí, los pastores alertan sobre diversas formas de violencia que se viven en Argentina: desde los hechos delictivos hasta “todo lo que atenta contra la dignidad de la vida humana”, como “la desnutrición infantil, gente durmiendo en la calle, hacinamiento y abuso, violencia doméstica, abandono del sistema educativo, peleas entre ‘barrabravas’ a veces ligadas a dirigentes políticos y sociales, niños limpiando parabrisas de los autos, migrantes no acogidos e, incluso, la destrucción de la naturaleza”.

El martes 13, el diario Página 12 publicaba una columna de opinión del arzobispo rector de la Universidad Católica Argentina (UCA), Víctor Manuel Fernández, quien sostenía que “la intencionalidad del texto está expresada en esta frase: ‘Cada uno está llamado a sanar sus propias violencias’”, aludiendo a la violencia como una “enfermedad social” y criticando duramente a los medios de comunicación.

“La sana intención de este mensaje –escribe el catedrático– no fue acogida simplemente porque no se lo leyó completo”, refiriéndose a que, antes de que el documento se difundiera, algunos medios en sus versiones digitales anunciaban que la declaración episcopal iba a enfrentar al Gobierno. Y continuaba:

Con esa clave falsa de lectura, al día siguiente todos mutilaron el documento. Paradójicamente, también algunas personas oficialistas utilizaron esa misma clave de lectura que les ofreció un medio opositor, sin detenerse a leer y a sopesar el conjunto del texto de los obispos, y entraron ingenuamente en el juego.

En el nº 2.895 de Vida Nueva

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