Fouad Twal: “En Tierra Santa nunca habrá paz para un pueblo sin el otro”

Santo Sepulcro en Jerusalén

Hablamos con el Patriarca Latino de Jerusalén en vísperas del viaje del papa Francisco

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Fouad Twal: “En Tierra Santa nunca habrá paz para un pueblo sin el otro” [ver extracto]

ANTÓNIO MARUJO (FÁTIMA) | Espera que los discursos del Papa durante sus tres días de visita en Tierra Santa “toquen la cabeza y el corazón de los líderes políticos para que tengan el coraje de cambiar, para que haya más paz” en la región. Porque, según el patriarca latino de Jerusalén, Fouad Twal, “en Tierra Santa nunca habrá paz para un pueblo sin el otro”.

En esta entrevista, realizada en Fátima (Portugal), donde el 13 de mayo presidió la peregrinación internacional, anticipa la triple dimensión ecuménica, interreligiosa y política de la visita de Francisco, que viaja, del 24 al 26 de este mes, a Jordania, Palestina e Israel.

PREGUNTA: ¿Qué espera de esta visita papal?

RESPUESTA: La situación en Tierra Santa es muy complicada. Esperamos que la gente no se conforme con la manifestación y el espectáculo de la llegada del Papa, sino que tenga tiempo para estudiar a fondo los discursos del Santo Padre, que deben ser un mensaje a los líderes políticos y para los creyentes cristianos, musulmanes y judíos.

En Tierra Santa hay una verdadera guerra mundial. El Papa tiene un mensaje para todo el mundo. Esperamos que sus discursos sean un programa de vida, un mensaje a seguir en el futuro. Estoy seguro de que la situación no cambiará de inmediato, pero espero y rezo para que él cambie, al menos, los corazones de los hombres, que toque sus corazones, porque eso es hablar de conversión.

P: En 14 años, esta es la tercera visita de un pontífice a Tierra Santa. En esta ocasión, Francisco viaja con un rabino judío y un imán musulmán en su comitiva. ¿Es este un viaje más de un papa o cree que ahora habrá consecuencias positivas para el proceso de paz?

El viaje es, en primer lugar, para conmemorar el encuentro entre Pablo VI y [el patriarca ortodoxo] Atenágoras, en 1964. Así pues, la primera intención es de un gesto ecuménico, de comunión y unidad de los cristianos, de acuerdo con el deseo de Cristo y, también, del Santo Padre. De ahí el encuentro que Francisco mantendrá con el patriarca Bartolomé para fortalecer nuestra comunión eclesial, nuestra unidad.

Luego estarán los encuentros con los judíos, con los musulmanes, el diálogo ecuménico, la unidad, la paz… Estoy seguro de que los discursos del Papa son los de una visita pastoral, de oración y diálogo. Pero nada impide que tengan una dimensión política sobre lo que está pasando. En Tierra Santa, considerando la situación que vivimos, no podemos evitar esa dimensión: todo es política. Si se habla del fin de la ocupación, del trabajo, de la libertad religiosa, del los muros o de los puestos de control, es de política de lo que estamos hablando.

Espero que sus discursos toquen la cabeza y el corazón de los líderes políticos para que tengan el coraje de cambiar, para que haya más paz y armonía para todos. Cuando hablo de paz es para todos: judíos, cristianos o musulmanes. Nunca habrá paz solo para un pueblo, sin el otro. O vivimos juntos en paz, todos juntos, o seguirá este ciclo de violencia que nunca termina.

P: En Fátima, usted invitó a los cristianos a peregrinar a Tierra Santa. ¿Para ver los lugares, las piedras e iglesias, o también para conocer a las comunidades cristianas, sus problemas y maneras de vivir?

R: Una peregrinación a Tierra Santa (como a Fátima) debe ser un regalo. Tiene que ver con la fe de quien la emprende: con su vida de fe de cristianos, antes de la peregrinación, y con su vida de fe cristiana después de ella. Un peregrino debe ser bueno antes de una peregrinación, pero debe ser mejor, mucho más entusiasta, después. La peregrinación es un suplemento de alma, que sirve, en primer lugar, para el propio peregrino, para fortalecer su fe y su sentido de pertenencia a la Iglesia. Quien peregrina debe regresar como una persona nueva.

Pero, yendo a Tierra Santa, no debe contentarse con ver la arqueología. Es hermoso ver los santos lugares, pero es más hermoso ver a la comunidad cristiana, de piedras vivas, visitando parroquias, orando con la gente, orando por la paz que aún falta. Paz, en Jerusalén, significa paz para todo Oriente Medio. Y que la guerra continúe en Jerusalén, significa que la violencia continúe en toda la región.

Cuando un peregrino llega a Jerusalén, la pequeña comunidad cristiana se siente muy feliz porque no tiene la sensación de estar sola, abandonada y olvidada. Es importante ver que todavía hay fieles, amigos y bienhechores que llegan y que no estamos solos. Y eso nos da un suplemento de alma. Este vínculo debe ser más fuerte.

P: En su libro Jerusalén, capital de la humanidad, dice que los cristianos de Tierra Santa viven un interminable Viernes Santo. ¿Es usted pesimista?

R: No soy pesimista ni optimista: tengo los pies en el suelo. Soy, sobre todo, realista. Los judíos dicen que Jerusalén es su capital, pero hasta ahora ningún embajador dejó Tel Aviv para irse a Jerusalén. Todos permanecen en Tel Aviv, todos dicen que el estatus final de Jerusalén sigue esperando una solución política.

En mi libro digo que, en cierto sentido, Jerusalén no depende de nadie, pero todo dependerá de Jerusalén. Jerusalén está allí, es la Iglesia madre que da la bienvenida a los creyentes de todo el mundo. Es una madre, una ciudad santa, que debe ser santa, que acoge a todos. El gran secreto de Jerusalén es que es una ciudad que une a todos los creyentes y, al mismo tiempo, nos divide.

Santo Sepulcro, Jerusalén.

Santo Sepulcro, Jerusalén.

P: Incluso entre cristianos… La Iglesia del Santo Sepulcro es una imagen profunda de la división de los cristianos…

R: No, es hermoso verlos a todos rezando y cantando en su interior. Es una buena mezcla. Pero el hecho es que nuestras Iglesias –católica, ortodoxa, reformada– todavía están divididas. Con la visita del Papa y sus discursos, habrá un sentimiento de unión, pero debemos tener los pies en el suelo, porque estamos todavía divididos.

P: En su libro habla de la tarea de los cristianos, de dar testimonio del perdón y de la reconciliación en medio de judíos y musulmanes. ¿Cómo es posible eso con esa imagen de división entre las Iglesias?

R: No podemos ser pesimistas. Nosotros, Iglesia católica, tenemos 118 escuelas. En nuestras instituciones –escuelas, Cáritas, hospitales…–, el 2% son cristianos. Todos los demás pertenecen a otras confesiones, aunque están en nuestras escuelas y hospitales. Pero a través de esas instituciones, damos un buen testimonio a los demás, sean otros cristianos, musulmanes o judíos.
 

Educar a los jóvenes

P: Ahora también se registra vandalismo contra los cristianos y sus templos. ¿Podrían las nuevas generaciones cambiar esta situación de violencia si se cambiase su educación?

R: Entre los retos a lo que nos enfrentamos está la situación política, el despertar del fanatismo religioso, sea judío o musulmán –lo cual es malo para todos–, en todo Oriente Medio. Mi respuesta a este despertar es la educación en las escuelas, en las universidades, en nuestras reuniones de oración. Incluso aquí, en Fátima, una oración por la paz en Tierra Santa no hace daño.

P: A propósito, ¿qué balance hace de su presencia en Fátima?

R: Guardo sentimientos de alegría, sentido de pertenencia, de familia eclesial. Fátima no es solo portuguesa; es también para nosotros, para toda la humanidad y para toda la Iglesia.

Ahora regreso para preparar la visita del Santo Padre, con alegría, con esperanza, con entusiasmo por los pasos que estamos tomando con esta preparación. E, incluso, para la situación que estamos viviendo en Tierra Santa. A partir de ahora hay también miles de amigos portugueses –y de todo el mundo– que rezan conmigo por esta visita de Francisco.

En nº2.895 de Vida Nueva

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