María del Mar Graña: “Falta conocer más la aportación de las mujeres a la espiritualidad”

María del Mar Graña, profesora en la Facultad de Teología de Comillas

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SOLEDAD DEL CAÑIZO | Además de profesora de Historia Medieval en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas, es especialista en historia de las mujeres, de las relaciones de género y espiritualidad. Tras impartir el curso Mística femenina: espiritualidad en relación y diálogo religioso, en el centro Más que silencio (Madrid), la docente e investigadora contesta a unas preguntas de Vida Nueva.

PREGUNTA: ¿Cuáles son los aspectos distintivos de la mística femenina?

R: Si tuviese que destacar algún aspecto concreto, diría que se esforzaron en hacer comprensible a todos el ser de Dios, en traer a Dios al mundo. Lo hicieron enfatizando el vínculo de amor entre Dios y el ser humano y la dignidad de la persona en cuanto creada a imagen y semejanza suya y en su capacidad de relación directa con Él y divinización última. En esta línea, les preocupó subrayar las correspondencias entre ambos incluyendo la feminidad en la definición de lo divino. Una visión inclusiva de Dios con gran capacidad de liberación y renovación en el seno de la Iglesia.

P: ¿Qué podría extraerse del contexto medieval de la experiencia espiritual de estas mujeres para aplicarlo a nuestra época?

R: Mucho. Quizás tendríamos que subrayar que estas grandes mistagogas nos señalaron un camino de vida y de apertura a la trascendencia en libertad y confianza. Otra cuestión fundamental es su autoridad. Gozaron de gran autoridad religiosa. Es un aspecto que tendríamos que trabajar actualmente: la autoridad de las mujeres y de lo femenino en la Iglesia y en el mundo. Por último, no me resisto a dejar de mencionar su sentido de comunidad: trabajaron por la comunidad, pero no de manera rígida ni uniforme, pues pusieron el acento en las diferencias, la diversidad, en la comunión. Creo que esto es importantísimo para nosotros hoy.
 

Consagradas e independientes

P: ¿Cuáles eran las formas de vida más comunes por las que optaban las mujeres en la época en que convivieron con las místicas medievales?

R: Para una mujer de la Edad Media, lo habitual era casarse o hacerse religiosa. Una de las genialidades de las místicas medievales es que se inventaron otra forma de vivir: consagrarse a Dios emancipándose de todo tipo de dominación masculina y viviendo de su trabajo. Este fue el caso, sobre todo, de las beguinas. Pero el vínculo con Dios ha abierto históricamente caminos de libertad y creatividad femeninas.

P: ¿Qué supuso para estas mujeres la aparición de fenómenos como el de las citadas beguinas, las beatas o las reclusas?

R: Estas mujeres formaron parte de un destacado fenómeno religioso y sociológico, el denominado “movimiento religioso femenino”, del que también participaron las monjas de las nuevas órdenes religiosas. Este fenómeno es muy indicativo de la gran vitalidad espiritual de la Iglesia medieval y de la capacidad femenina para formular propuestas de reforma e innovación eclesiales de inspiración evangélica y para crear nuevos espacios de vida. Beguinas, beatas y reclusas aportaron una nueva visión eclesial que enfatizaba la libertad y la laicidad, la comunidad de los creyentes y la pureza evangélica por encima de las estructuras canónicas y del poder
eclesiástico.

P: ¿Cómo podría recuperarse en la actualidad esa gran autoridad de la que dispusieron las místicas medievales estudiadas en el curso?

R: Aunque sin duda se reconoce autoridad femenina en la Iglesia, pienso que queda un gran camino por recorrer. En mi opinión, el magisterio y la mediación, tanto de mujeres actuales como de las maestras del pasado, tendrían que poder ser relevantes en toda la escala y en todos los ámbitos eclesiales, no solo en espacios religiosos y vivenciales concretos. Sin dejar de lado, claro está, el gran valor que tienen estos. Echo en falta un mayor conocimiento de la aportación femenina a la espiritualidad, la teología y el pensamiento.

No conocemos la obra histórica femenina y eso empobrece mucho nuestra perspectiva actual. Valoro enormemente que el papa Francisco haya señalado la necesidad de repensar el lugar de las mujeres y de lo femenino en la Iglesia y en la teología. Pero me parece fundamental que, para hacerlo, se tenga en cuenta el pensamiento y la experiencia de las mujeres, pasadas y presentes. Emplear este bagaje es reconocer su valor y, por consiguiente, reconocer autoridad a las mujeres. Es preciso conocerlo y saber apreciarlo. Educar la sensibilidad.

En el nº 2.894 de Vida Nueva

 

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