“Defender a la familia es defendernos a nosotros mismos”

Ignacio Martínez de Pisón publica ‘La buena reputación’, saga de una familia sefardí sobre la herencia y la identidad en la Melilla de los años 50

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“Defender a la familia es defendernos a nosotros mismos” [extracto]

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) ha escrito la que podría definirse como su novela colofón. La que culmina treinta años de carrera literaria desde aquella ya lejana ópera prima titulada La ternura del dragón (1984), con inevitables referentes como Carreteras secundarias (1996), María Bonita (2001) o Enterrar a los muertos (2005), la reconstrucción del asesinato por los servicios secretos soviéticos de José Robles, traductor de John Dos Passos, durante su tránsito por la Guerra Civil.

En sus propias palabras:

Sí, creo que podría decir que mis últimos libros apuntaban a éste y, de alguna manera, están condensados en él. Hay algo de Tiempo de mujeres, en el sentido en el que los personajes femeninos tienen algo de relación con los de aquella novela. El impulso de contar una saga familiar en tres generaciones estaba ya en Dientes de leche. La historia de la atracción o de la libertad que tocaba en El día de mañana también está aquí. Todo ese afán de documentarme que viví con Enterrar a los muertos ha sido igualmente imprescindible. Es verdad.

En La buena reputación (Seix Barral, 640 páginas), Martínez de Pisón narra una saga familiar en Melilla entre los años 50 y 80.

Ya había escrito sobre la Guerra de África, sobre el Protectorado de España en Marruecos antes de la Guerra Civil, pero, en cambio, apenas sabía nada después de 1939. Hace unos años me invitaron a la Semana de Cine de Melilla y la ciudad me fascinó, por esa mezcla de cultura, de historia tan condensada en el siglo XX y por su propia condición de enclave europeo en el norte de África.

También, a través de un amigo, pudo conocer a la comunidad judía melillense, que llegó a ser muy influyente en algunas zonas del Protectorado. “Eso me llamó la atención, porque los novelistas buscamos temas que no hayan sido muy trillados, muy tocados, precisamente para evitar los clichés –reconoce–. Vi que el tema estaba ahí, esperándome. Después he descubierto que hay mucha curiosidad realmente por el mundo sefardí. Para los lectores creo que ha sido una gran sorpresa ver que aún se pueden contar historias de sefardíes en la España del siglo XX. Y también he comprobado que sigue habiendo gran interés por el Protectorado”.

Su novela arranca con el matrimonio que forman Samuel Caro, judío, y Doña Mercedes, católica…
La religión, en sus casos, forma parte de su identidad. Y ellos se aferran a la religión justo cuando en el matrimonio comienzan a producirse las primeras fricciones. Para distanciarse uno del otro, él se hace más judío y ella más católica. Mientras tanto, y es lo relevante, han vivido en un punto de encuentro en el que han convivido en una armonía familiar y doméstica; precisamente, renunciando a los extremismos religiosos.
 

De más a menos

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PREGUNTA: Usted narra una saga familiar decadente. Es el relato de una degradación, digamos, material, pero también espiritual…

RESPUESTA: Son épocas diferentes, y cada época ha tenido una relación distinta con la religión. De una religiosidad más intensa y vivida en los años 50, se pasa a otra –como le sucede a Samuel, pero también a sus hermanas, Esther y Rebeca, por ejemplo– más relajada a finales de los 80. Y eso sucede, entre otras razones, porque es lo que ha ocurrido en la sociedad española. Los nietos de Doña Mercedes, Daniel y Elías, forman parte, por tanto, de un tiempo en el que la religión tiene muy poca influencia.

P: El gran tema de la novela es la herencia. No solo en el concepto familiar, sino también en el social, cultural o religioso, ¿no?

R: Sí. Digamos que hay algo que en el ser humano no cambia a lo largo de los siglos. Hay en nosotros algo atávico que nos vincula a nuestros ancestros y nos une a nuestros descendientes. Es probablemente lo que nos hace trágicos y nos da grandeza como especie.

Pero, a veces, también nos hace peores, porque lo que transmitimos no siempre es bueno. En la familia, por ejemplo, nos enriquece esa condición de refugio que nos gusta sentir en ella, pero a veces paradójicamente sentimos que nos encarcela. Esas sensaciones de una familia que a la vez nos protege y en otras ocasiones nos hace sentirnos prisioneros es lo que yo intento transmitir a través de mis personajes.

P: Uno de ellos dice al final de la novela: “No es la mejor familia del mundo, pero es mi familia”.

R: Sí. Es una frase que podríamos decir cualquiera de nosotros. Es nuestra familia, formamos parte de ella y, seguramente, algunas de nuestras virtudes y también de nuestros defectos son los suyos también. Por eso creo que hay que defenderla, porque defender a la familia es defendernos a nosotros mismos.

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P: Otro gran tema de la novela es esa búsqueda del sentido de pertenencia, la vuelta a las raíces, en un contexto de crisis y de cambio. Muy actual, digamos.

R: Todos tenemos cierta necesidad de pertenecer a algún sitio. Hay en ello algo elemental. Cuando nos sentimos fuertes y seguros en nosotros mismos no tenemos esa necesidad de volver a nuestros orígenes o formar parte de una tribu. Es en los momentos de incertidumbre, de crisis, de debilidad, cuando buscamos sumirnos en una comunidad, en un grupo, en una tribu. En este momento, es lo que está sucediendo.

P: Sin embargo, hay en torno a esta sumisión a la tribu también riesgos…

R: Yo vivo en Barcelona. Y no puedo evitar pensar en ello cuando mis personajes se enfrentan a ese marco político tan inestable como es el norte de Marruecos en los años 50. Algo de esa situación hay ahora en Cataluña.

El ser humano necesita saber qué va a ser de su vida el año siguiente. Esa incertidumbre la viven mis personajes en Melilla. Y también nos ocurre a algunos aquí. ¿Dónde estaré el año que viene? ¿Dónde viviré? Es un motivo de preocupación seria observar todo lo que está ocurriendo con esta obsesión con la identidad unívoca, cuando seguramente cuantas más identidades convivan en el ser humano, más rico y fértil será.
Más allá

P: En la novela se aprecia también una estructura cíclica en torno a la muerte, otro de sus temas.

R: Hay momentos en nuestras vidas en los que la muerte nos preocupa, y con ello la pregunta de qué hay más allá. Esto le pasa a algunos personajes de mi novela por su condición religiosa, y lo comparten con los suyos. Digamos que la muerte, o la preocupación por la propia muerte, forma parte también de la vida de cualquier ser humano, y, por lo tanto, también tenía que serlo de la vida de mis personajes.

P: La Melilla que se descubre en la novela es mucho más que la novela de la valla y los telediarios…

Es muy poco conocida, sí. Hay muy pocos españoles de la Península que la hayan visitado. Y es una Melilla que vale la pena conocer. No solamente es los subsaharianos intentando entrar en la Unión Europea, sino que, para mí, es especialmente la historia del mundo concentrada en una pequeña ciudad del norte de África, sobre todo en los últimos cien años.

Ha vivido algunos de los grandes dramas del siglo XX, desde la descolonización a la represión de los judíos. Ha sido el eco de algunos de los grandes episodios del siglo XX. De alguna manera la ciudad los resume, los modifica y los adapta a su propia historia.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.893 de Vida Nueva

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