Clamor en Nigeria ante el secuestro de 223 chicas

M_Nigeria

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Pese a que el secuestro se produjo el 14 de abril, no fue sino hasta días atrás cuando el mundo quedó conmocionado ante el anuncio de la secta islamista nigeriana Boko Haram de que mantiene en su poder a 223 jóvenes de entre 17 y 18 años, raptadas de un internado en Chibok, en la región noreste del país.

Fue cuando el líder del grupo terrorista (que ya ha causado más de 4.000 muertos, 1.500 en el último año) colgó un vídeo en la Red en el que amenaza así a los padres de las chicas: “Yo secuestré a vuestras hijas y voy a venderlas en el mercado, en el nombre de Dios”. Además, el pasado 4 de mayo, fueron atrapadas otras ocho jóvenes, de entre 12 y 15 años, en Warabe, también en la región oriental.

A falta de conocer el desenlace de los hechos (se especula con que las jóvenes ya habrían sido vendidas a mafias extranjeras), toda Nigeria clama por la liberación de las secuestradas. A nivel eclesial, la voz más contundente ha sido la del cardenal John Onaiyekan, arzobispo de Abuja, quien, en una entrevista con Marta Petrosillo, de Ayuda a la Iglesia Necesitada en Italia, refleja el estupor reinante:

Los nigerianos no lo podemos comprender. (…) El fenómeno de Boko Haram [traducible por “la educación occidental es pecado”] no guarda ninguna lógica, ya que las conversiones no se pueden forzar. Hablamos del abuso contra personas inocentes, vulnerables. No es cuestión de religiones, sino de dignidad humana.

Al purpurado no le duelen prendas a la hora de señalar responsables más allá de estos fanáticos, cargando directamente contra el Ejecutivo y la clase política del país: “El pecado original en Nigeria es el mal gobierno. Si [el ejercicio del poder] fuese mejor, tuviera más seriedad y hubiera menos corrupción, no estaríamos en una situación en la que un grupo de criminales terroristas dominan en un territorio de nuestra nación”.

Y es que, a su juicio, en la región oriental, que es en la que se ha dado este secuestro múltiple, “la gente es pobre y sufre, pues está completamente destruida”. Frente a ello, reclama “la política del bien común”, la única capaz de “afrontar un problema tan grave”. Sin embargo, no puede evitar caer en el pesimismo: “Temo que los políticos nigerianos no sean conscientes de la gravedad de la situación”.

De ahí que apele a “la fuerza de la oración”, puesto que a “los cristianos no nos impedirán vivir nuestro día a día con fe en Dios”.

En en nº 2.893 de Vida Nueva

 

LEA TAMBIÉN:

Compartir