‘The Lunchbox’: aromas enlatados

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JOSÉ LUIS CELADA | Como otras actividades en la vida, ver una película requiere también contar con unas condiciones ambientales (tema que daría para un amplio debate) y personales que faciliten la tarea.

Después de tantas semanas, he sabido –y he sufrido– lo que supone lidiar con las primeras, pero nunca antes había sentido la necesidad de admitir públicamente que el estado de ánimo puede adulterar el juicio sobre una cinta. Confío en que la benevolencia del lector disculpe posibles apreciaciones –más severas, menos precisas…– derivadas de circunstancias que no vienen aquí al caso.

Hecha esta salvedad con tono de confidencia, es el momento de advertir, sin más preámbulos ni digresiones, que The lunchbox promete bastante más de lo que finalmente ofrece; que una idea, por feliz que sea, no es suficiente para sostener el entramado narrativo de todo un largometraje.

Porque, por mucho que los sonidos, los colores –y hasta los olores y sabores– de Bombay sigan despertando la curiosidad y el apetito cinéfilo del espectador occidental, necesitan una historia con recorrido que sustente y justifique ese despliegue visual. Sin embargo, la ópera prima del indio Ritesh Batra abusa de esta puesta en escena, de tal modo que un recurso ciertamente útil para las transiciones entre secuencias acaba convertido en un relleno de metraje.

No es la primera vez que el cine defiende que “al corazón se llega por el estómago” (Chocolat, Deliciosa Martha, Bon appétit…), aunque entre sus propuestas culinarias y románticas haya para todos los gustos. Ya se sabe que los caminos del paladar –como los del amor– son insospechados. Y el que nos invita a compartir Batra pasa por la tartera del título, depositaria de la comida de un trabajador cualquiera y de su intercambio epistolar con el ama de casa que diariamente prepara esos platos para su marido.

El error en la entrega de uno de los almuerzos que los repartidores (dabbawala) distribuyen en oficinas y otros establecimientos de la ciudad, tras haberlos recogido previamente en miles de hogares, no solo nos descubre un oficio tradicional del país (bicicletas que inundan las calles y trenes atestados con sus fiambreras en ristre constituyen una estampa tan exótica como habitual), sino que propicia una relación a distancia entre la pareja protagonista, un solitario viudo a punto de jubilarse y una joven madre y esposa con evidentes carencias afectivas.

Más allá de este capricho del destino, The lunchbox apenas nos deja tres intuiciones que se exprimen al límite de sus posibilidades: olvidamos las cosas si no tenemos a quién contárselas; cualquiera puede cocinar, pero hace falta tener magia en las manos; y, en ocasiones, el tren equivocado te lleva a la estación correcta.

Escaso bagaje para cautivar al público. Mucho menos, desde luego, para recuperar la atención perdida cuando fuera de la sala la vida impone implacable su ritmo. El mismo que pide a gritos este menú en conserva.

 

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Dabba.

GUIÓN Y DIRECCIÓN: Ritesh Batra.

FOTOGRAFÍA: Michael Simmonds.

MÚSICA: Max Richter.

PRODUCCIÓN: Anurag Kashyap, Guneet Monga, Arun Rangachari.

INTÉRPRETES: Irrfan Khan, Nimrat Kaur, Nawazuddin Siddique, Denzil Smith, Bharati Achrekar, Nakul Vaid, Yashvi Puneet Nagar, Lillete Dubey.

 
En el nº 2.893 de Vida Nueva

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