A las vocaciones por el testimonio

La autenticidad de vida es clave para que los jóvenes se sientan atraídos

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FRAN OTERO | En la visita ad limina que los obispos españoles brindaron al papa Francisco entre febrero y marzo, este último insistió, entre otras cosas, en la importancia de la pastoral vocacional, “un aspecto que un obispo debe poner en su corazón como absolutamente prioritario, llevándolo a la oración, insistiendo en la selección de los candidatos y preparando equipos de buenos formadores y profesores competentes”.

Se refería el Papa a las vocaciones sacerdotales, aunque su reflexión se podría aplicar también a la Vida Religiosa e, incluso, a las parejas que en un futuro formarán familias cristianas. Precisamente, y en su mensaje con motivo de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que se celebra este 11 de mayo, el domingo del Buen Pastor, Francisco recalca que lo importante en cualquier camino vital es poner en el centro a Dios:

Por eso toda vocación requiere siempre un éxodo de sí mismos para centrar la propia existencia en Cristo y en su Evangelio. Tanto en la vida conyugal, como en las formas de consagración religiosa y en la vida sacerdotal es necesario superar los modos de pensar y de actuar no concordes con la voluntad de Dios. (…) No debemos tener miedo: Dios sigue con pasión y maestría la obra fruto de sus manos en cada etapa de la vida. Jamás nos abandona. Le interesa que se cumpla su proyecto en nosotros, pero quiere conseguirlo con nuestro asentimiento y colaboración.

Sin miedo también hay que afrontar la realidad que muestran las cifras: las vocaciones al sacerdocio y a la Vida Consagrada (VC) no son las de otros momentos. Ya lo dijo el secretario de la Congregación para Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA), el arzobispo franciscano José Rodríguez Carballo, en un artículo en L’Osservatore Romano: “Si bien es cierto que no podemos dejarnos obsesionar por el tema –toda obsesión es negativa–, es también cierto que frente al problema no podemos mirar para otro lado o esconder la cabeza”.

Y es que, en ese mismo artículo [ver íntegro], Rodríguez Carballo estimaba que cada año –en el período 2008-2012– abandonaron la Vida Consagrada en todo el mundo un total de 3.000 religiosos. Según datos del Anuario Estadístico de la Iglesia, publicados por la Agencia Fides en 2013 referidos a 2011, el descenso en ese año superó los 9.000 religiosos y religiosas (entre defunciones y abandonos), a pesar del aumento en África y Asia.

Según esas mismas cifras, el número de sacerdotes en el mundo creció en más de 1.000 gracias, precisamente, a África, Asia y América. En Europa, el descenso fue de más de 2.000 presbíteros. Las cifras en España, aunque en sintonía con las de Europa, no son tan negativas, pues el descenso en la VC no es tan acusado y crece, aunque levemente, el número de seminaristas mayores.

En esta realidad, la de las cifras, se esconden otros problemas, que también afectan al resto de la sociedad, como la pérdida de sentido de pertenencia, el menor compromiso, los problemas afectivos… Por eso, la respuesta que debe dar la Iglesia no debe orientarse hacia los resultados numéricos, sino a la calidad de las propuestas y de la vida de los miembros de la Iglesia. Porque, ante una nueva sociedad, se necesita también una cultura vocacional.

A las vocaciones por el testimonio [íntegro solo suscriptores]

En el nº 2.893 de Vida Nueva

 

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