Roma “tomada” por peregrinos, muchos de ellos jóvenes

Se espera que un millón de personas y 25 jefes de Estado asistan a la celebración

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JUAN RUBIO (Director de Vida Nueva, Enviado Especial a Roma) | Las calles de Roma y especialmente las que rodean la Ciudad del Vaticano, vuelven a llenarse de peregrinos. Se recuerda estos días la masiva asistencia de fieles en la beatificación de Juan Pablo II el primero de mayo de 2001, un homenaje más al papa Wojtyla, cuyo entierro seis años antes, había congregado al mayor número de fieles en la historia. Esta vez, se espera aún más.

La canonización del papa italiano Juan XXIII, hará que sean, además, muchos los italianos que se sumen a la fiesta del papa Rocalli, el “papa bueno”.

Muchos romanos, aprovechando que el viernes fue fiesta nacional, el día de la República, han dejado libre el espacio y se han marchado a la playa o a la montaña. Los peregrinos vuelven a adueñarse de Roma. Cualquier plaza, calle, rincón, restaurante, convento o colegio está llenos. Fechas bien medidas. Incluso se tuvo en cuenta que en primavera, a los peregrinos polacos, les sería más fácil llegar; y más económico.

Se espera que un millón de personas asistan a las canonizaciones de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II. 25 jefes de Estado, entre ellos los Reyes de España y varios ministros del Ejecutivo de Rajoy, estarán. En la Embajada española cerca de la santa sede, se celebra esta noche una cena de gala para un nutrido grupo de cardenales y personalidades españolas en Roma.

La prensa italiana, que hoy alterna las informaciones del evento vaticano con el conflicto de Ucrania, y que incluso ha empezado a usar “curiosamente” el término de Guerra Mundial, van dando datos: 2.400 agentes de seguridad, 2.500 voluntarios, mil autobuses registrados, servicios públicos de metro y autobuses las 24 horas los dos días; 200 sacerdotes repartirán la comunión, y otros 5.000 concelebrarán la Eucaristía que dará comienzo a las diez de la mañana, presidida por el papa Francisco y con la asistencia del papa emérito, Benedicto XVI.

En la balconada de la logia colgarán los cuadros de los dos nuevos santos. Cuatro papas en un mismo escenario. Está claro el deseo de la Iglesia, expresado por el propio papa Bergoglio en su viaje a Brasil el pasado mes de julio. Puede ser este un momento para el replanteamiento del papel del papado de cara al futuro.

En 1075, el papa Gregorio VII decía que “el ser Romano Pontífice era ya un signo de santidad”. Cuestionado posteriormente por la presencia en el Renacimiento de papas muy alejados de las virtudes propias de al santidad, en los dos últimos siglos, la pérdida del poder temporal de la Iglesia ha hecho que aumente la fuerza del poder espiritual.

Los sucesores de Pedro en los primeros siglos de la Iglesia, por la vía del martirio, eran declarados santos ipso facto. En los dos últimos siglos, se viene introduciendo la costumbre de elevar a los altares a los papas. Historiadores y teólogos mantienen puntos divergentes al respecto. Lo que si parece cierto es que, desde Juan Pablo II, cuyo numero de canonizaciones superó a siglos anteriores, se ha vuelto algo común, independientemente de sus formas y alcance.

Según el historiador Roberto Ruscon “desde la perdida del poder temporal de lglesia, la santidad de los papas ha tenido un trato especial en la historia eclesiástica”. Pio IX fue beatificado en el año 2000, Pio X en 1954, la causa de beatificación de Pio XII está estancada por la acusación de silencio ante la Shoa en el genocidio nazi. Las de Pablo VI y Juan Pablo I siguen el curso del proceso.

El Vaticano en estos procesos, se cuida mucho de advertir que no es el pontificado lo que se canoniza, sino a las personas, a los hombres que han encarnado la sucesión petrina.

Para hablar de los dos papas, estos días no faltan los secretarios particulares de ambos, uno cardenal arzobispo de Cracovia; el otro, ya nonagenario, recién creado cardenal por el papa Francisco, los dos secretarios, uno de ellos, el de Juan XXIII hecho cardenal recientemente.

En este día previo, en la opinión publica y publicada muchas cuestiones: el silencio de Juan Pablo II ante la pederastia y algunos asuntos que conforman una pequeña mancha de la gran ilusión que hoy se vive en Roma, eco del mundo católico: jóvenes, muchos jóvenes, enfermos, peridosas, intelectuales, sacerdotes, religiosos, niños.

Roma es hoy una representación de la Iglesia universal que espera mañana ver en los altares a dos papas muy queridos que han marcado lo medio siglo en la Iglesia, un medio siglo nada fácil en el que ha luchado por cumplir su misión, ser signo de salvación en el mundo.
 

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