Luis Martelo Ortiz

“Debemos hacer esfuerzos por mostrar otras formas de vivir”

 

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Luis Martelo Ortiz es el secretario de la pastoral afrocolombiana a nivel nacional y uno de los tres delegados al servicio de esta población en la comisión de etnias de la Conferencia Episcopal.

Nació en Montería, Córdoba, el 21 de noviembre de 1987. Hijo de Amelia Ortiz y de Luis Martelo Cassap, lleva dentro de sí la sangre árabe de su abuela paterna y la herencia africana por parte de mamá.

Su primera experiencia en la promoción social la vivió en su tierra natal junto a Fidel Pantoja y Roger Suárez, dos amigos con quienes diseñó una veeduría ciudadana para un barrio de invasión. Luego vinieron la creación de una olla comunitaria y su posterior participación en procesos de base, a nivel eclesial. Su disposición para el trabajo misionero lo llevó a ser verbita durante cerca de 7 años, tiempo en que trabajó principalmente al servicio de mujeres en condiciones de precariedad e inequidad de género.

Según Luis, está orientación al servicio le viene, en gran medida, del ejemplo de su madre. Amelia Ortíz es una de esas educadoras que en Montería ha impulsado a la gente a salir adelante; y que como catequista ha prestado un ministerio muy importante en la parroquia Nuestra Señora de Fátima. Acompaña los duelos, y rezando a los muertos de su comunidad para despedirlos, mantiene viva una tradición de origen africano que nos ha llegado gracias al rito funerario del lumbalú. Luis sostiene que el ejemplo de su mamá lo marcó de por vida: Amelia es una de esas creyentes que no vive su experiencia religiosa como un discurso sino, ante como, un testimonio.

Un pueblo eucarístico

Tanto como le debe a su madre la vocación de ayudar, Luis está seguro de que forma parte de una iniciativa que lleva años y que ha incluido el esfuerzo de muchas personas de cara a promover otra forma de ser católico, desde la experiencia de los pueblos afrodescendientes. Según él, se suele subrayar que la Iglesia ha sido mala con la población afro, dejando de lado las buenas prácticas que han tenido lugar en nuestro país en orden al desarrollo de una auténtica pastoral afrocolombiana, en perspectiva liberadora.

El trabajo de monseñor Gerardo Valencia Cano (1917-1972) en Buenaventura es uno de esos grandes referentes que, a su parecer, debemos resaltar. A él se suma el trabajo de las religiosas lauritas en el Pacífico; principalmente, el importante papel desarrollado por la Hna. Ayda Orobio, actual General de la congregación, quien siempre ha soñado con la conformación de una red que convoque a las organizaciones afrocolombianas.

El proceso también se ha enriquecido gracias a los aportes de los misioneros combonianos y de los del Verbo Divino; entre otros, a la acción de los franciscanos y a un nutrido grupo de laicas y laicos que lo sostienen en distintas partes del país. En Bogotá, Luis señala la importante experiencia que se desarrolla en el barrio Alfonso López de Usme y la iniciativa en la parroquia de San Francisco en Ciudad Bolívar, para promover la identidad católica afro.

Más que atender la profundidad sacramental de la fe afrocolombiana, la pastoral contextual puede caer en el restringido campo de la asistencia social. Es lógico, debido a las premuras de tipo económico y a lo dispendioso de hacerle frente. Sin embargo, Luis considera que el desafío de la pastoral afro consiste en superar la tendencia a invisibilizar el liderazgo de las mujeres afrodescendientes, que en sus barrios hacen iglesia más allá de lo litúrgico y de las acciones estrictamente parroquiales.

Hay que generar redes entre los procesos que animan estas mujeres, en compañía de sus familias. Su aporte a la vida de los católicos va más allá del nivel folclórico, más allá de la risa y la alegría. Según Luis, esto es muy importante, “pero el afro tiene también mucho que aportar en la parte comunitaria”: “yo creo, incluso, dice, que es un pueblo muy eucarístico. Es un pueblo que vive mucho en unión, en construcción de que ‘todos somos’. Tiene un vínculo muy cercano con la comida. No en vano siempre está en relación con la mesa, con la intención de construir comunidad alrededor de ella, esa comunidad universal donde todo cabe”.

En su acompañamiento a las comunidades de base, lideradas por mujeres afro, Luis ha gozado con la experiencia de una la Iglesia que es, ante todo, oikos (casa); una iglesia diversa que debe ser valorada, pues está constituida por “pequeñas familias de gente que decide hacer de su mesa un espacio para que allí esté presente Cristo”.

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