Otra mirada sobre el homosexual

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Las presiones culturales y los prejuicios han impedido conocer la realidad de los homosexuales. Solo una valoración diversa de su condición como personas, permitiría a la Iglesia responder al desafío que supone suspender el rechazo y abrir sendas hacia una verdadera comprensión. En diálogo con el padre Alfonso Llano, director del Centro Nacional de Bioética, Vida Nueva Colombia exploró las exigencias de otra mirada sobre el homosexual.

 

Los homosexuales han sido vistos como viciosos, perversos, enfermos, pecadores, anormales y, por tanto, han sufrido discriminación y han sido obligados a disimular su condición sexual para disminuir la presión social adversa que los convierte en población de la periferia. En la Biblia aparece un claro rechazo hacia las personas homosexuales y hacia su conducta. Precisamente, en muchos casos este rechazo ha sido el apoyo para los juicios homofóbicos de condena y de exclusión.

Hay otra mirada, antítesis de la anterior, que reivindica la pasión sexual en cualquier forma en que se presente, con tal de que sea fuente de placer y de felicidad. Es la idea que late en el fondo de las defensas contemporáneas del homosexual, en nombre de los derechos humanos.

Entre esos dos extremos se abre el camino intermedio que exploran sociólogos, sicólogos, filósofos, teólogos y estudiosos del comportamiento humano para quienes fue una puerta abierta la respuesta del papa Francisco cuando, ante la pregunta de un periodista sobre los homosexuales, solo dijo: “¿quién soy yo para juzgarlos?”.

Buena parte de la galería habría aplaudido si el Papa hubiera optado por una acogida incondicional; la otra parte se hubiera tranquilizado con un rechazo radical, según la tradición más acogida. Pero a unos y a otros les quedó planteado un agudo reto con esa suspensión del juicio que resulta del reconocimiento de que aún falta el conocimiento suficiente para juzgar.

La conversación de Vida Nueva Colombia con el padre Alfonso Llano, director del Centro Nacional de Bioética, tan jesuita como el Papa, acentuó ese desafío de que de los homosexuales se sabe poco porque en vez de conocimiento, han abundado los prejuicios y las presiones culturales que han impedido saber, a ciencia cierta, ¿de qué se trata?

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El homosexual en la historia

Los homosexuales y sus conductas no son nuevas, vienen desde el siglo de oro de la Grecia Antigua y de allí para atrás. Pero su condenación por parte de la sociedad hizo que se mantuviera encubierta su condición. Los primeros signos de destape o de “salida del closet” son asunto del siglo XX, siglo de “la revolución sexual” y de las declaraciones de derechos humanos, en especial, de derechos de minorías. De ahí, el salir a las calles en manifestaciones de pequeños o grandes grupos a exigir reconocimiento legal y social a su condición y a su conducta homosexual. Y mucho que han logrado. Pero cada día piden más, se entiende. Buscan igualdad de derechos con las personas de conducta heterosexual. Tanto a ellos como a los demás, hay que recomendar paciencia, sensatez y consideración de las personas afectadas.

Alfonso Llano Escobar, S.J.

 

 

¿De qué se trata?

homosexuality-gay-marriage“Una cosa es la inclinación homosexual y otra las conductas homosexuales”, precisó Llano en el comienzo de la conversación. Y agrega en un texto académico presentado hace 3 años: “estas personas presentan una estructura orgánica y sicológica distinta de los demás que causa una tendencia fuerte y estable a personas del mismo sexo, que no suele ser lo ordinario”.

Sobre esa inclinación cabe la pregunta: ¿cuándo apareció? ¿Fue antes de estar en capacidad de usar su libertad?

“Si esa inclinación se dio antes de hacer uso libre de su sexualidad, estamos ante una persona de condición homosexual”. Por tanto, son dos situaciones distintas, concluyó:

  • La inclinación que viene con la naturaleza de la persona.
  • El manejo o control de esa inclinación.

Diferenciar estas dos situaciones aclara la visión del homosexual, necesaria para pensar en soluciones.

Bajo la creencia de que se trata de un problema para especialistas, el homosexual es sometido a tratamientos. Llano distingue “entre aquellos que lo son por razón genética, y aquellos que lo son por otras razones: influjo social, o sicológico, cultura, educación por parte de sus padres o tutores o por experiencias sexuales tempranas”.

En cuanto a la homosexualidad de origen genético, Llano cita al biólogo español Juan Ramón Lacadena: “una tercera parte de las personas de tendencia homosexual debe su condición a causas genéticas. Es una forma de ser, una constitución que aparece en temprana edad, antes de la pubertad y del ejercicio de la libertad”. “Es equivocado, advierte Llano, someterlos a terapia especializada: “los resultados negativos muestran que sería inútil y aún contraproducente”.

Pero también el error es acudir al matrimonio como solución. “Esa inclinación no tiene arreglo, mucho menos con el matrimonio”, explica Llano con énfasis: “si después se prueba que el matrimonio se constituyó sabiendo la inclinación homosexual, esto se convierte en causal de nulidad”.

La condena social del homosexual en una sociedad como la colombiana, o la permisividad “porque eso no tiene nada”, son las dos actitudes extremas que resultan de un juicio ético ligero.

Una valoración positiva

Homosexuality-MKDAnteponemos el carácter de persona a la condición o modo de ser homosexual. Con lo cual tomamos partido por una valoración positiva de dichas personas como tales. Todo lo que se dice y enseña desde un punto de vista filosófico, o teológico, de la persona humana en general, concretamente de la dignidad de la persona humana y de los derechos fundamentales y particulares, debe ser reconocido a ellos de manera particular, ya que su condición homosexual y su conducta no eliminan ni alteran su condición de personas.

Alfonso Llano Escobar, S.J.

 

 

El juicio ético

El padre Llano razona como moralista que examina los actos de una persona que lleva consigo la inclinación homosexual desde la niñez, cuando aún no ejercía su libertad:

“No puede calificarse a tales personas de malas moralmente solo en razón de su tendencia, ya que faltan elementos esenciales para identificarlas como malas: la conciencia, el criterio, la libertad y la conducta entre otros”.

DSC09275Hay, sí, unas normas de vida que le preservan al homosexual su dignidad, que de ninguna manera resulta afectada por su condición sexual. “El grave deber de no causar daño, apunta Llano, ni a sí mismo ni a terceros. La inclinación hacia personas del mismo sexo los pone en peligro de hacer daño”.

Otro principio para que la actividad sexual sea correcta y éticamente aceptable indica que “la persona de condición homosexual debe orientar dicho ejercicio al desarrollo satisfactorio, estable y creciente de su formación integral”.

“Las prácticas homosexuales son su vida sexual, pero no toda su vida. La sexualidad es parte importante de la vida, pero no todo”.

Esta persona que Llano ha venido describiendo, homosexual por imperativo genético o por educación o por influjos externos, necesita una pareja para ejercer su sexualidad.

Vida Nueva Colombia: Padre, nos ubica esto ante el hecho de que dicha persona encuentra mayores resistencias culturales.

Alfonso Llano: “La forma más correcta y responsable de ejercer su sexualidad, tratándose de personas de condición homosexual, es procurar ‘ubicar’ en sociedad, en forma discreta, segura, progresiva y responsable, su inclinación homosexual, estableciendo una unión de pareja, de ser posible, estable, procurando crecer en el mutuo desarrollo integral y relacional”.

“Si se da mutuo consentimiento y se trata de personas de condición homosexual con miras a establecer una relación estable, madura y satisfactoria, no se ve razón moral sensata y grave para juzgar como mala tal decisión, antes puede afirmarse que se trata de una decisión respetable y buena. Por una parte, no se causa daño a terceros y, por otra parte, ellos, siguiendo su condición y tendencia homosexual, establecen una unión estable, como presupuesto de esta valoración, que puede contribuir a su crecimiento humano y a su formación y madurez en todo sentido”. “Hecha esta elección dichas personas deben esforzarse por darle a su vida sexual un lugar secundario con respecto a otros aspectos más importantes, por ejemplo, sus creencias religiosas, su profesión, la política, sus relaciones sociales, los deportes y sus intereses personales”.

Advertía el padre Llano al comienzo de esta conversación que esta es una valoración ética “que no pasa de ser provisional, el tema y la situación no dan para más”.

Noviciados y seminarios

DSC09274La homosexualidad en noviciados y seminarios crea unas situaciones que los obispos colombianos han examinado y prevenido con medidas realistas y prudentes, como la del concurso de especialistas para la selección de los jóvenes aspirantes al sacerdocio.

“En los noviciados habrá que contar con expertos, dice Llano, y si surge algo anormal en el comportamiento de alguno, se le manda a su casa”.

Y observa como dato curioso: “estas personas de condición homosexual tienen gusto por la vida religiosa”.

VNC: ¿Los habilita esta condición para ser buenos sacerdotes?

A.Ll.: “Eso depende de la forma como cada uno esté manejando su inclinación sexual. Si es alguien que la controla y no tiene conductas homosexuales, podrá ser un buen director espiritual. Alguien acertado en el manejo de su propia sexualidad, puede ser un buen guía en esta materia”.

Sin embargo, aparecen los que no solo tienen esta inclinación, sino también las conductas homosexuales de los pederastas. Hay indignación reprimida en Llano cuando responde:

A.Ll.: “Deben juzgarse sin condescendencias. Ahí estoy con la terrible frase de Jesús: ‘Más les valdría a los que escandalizan a estos pequeñuelos, que se colgaran del cuello una piedra de molino y se arrojaran al fondo del mar’. No se puede tolerar en ningún caso el abuso de menores. Se causa daño a la dignidad de otra persona. Se trata de un verdadero daño grave, moral y estructural en la personalidad del perjudicado, en su vida presente y futura. Tengamos presentes los daños producidos: deformación de la personalidad, desorientación sexual, tendencia a la depresión, a la soledad y al suicidio, costos de pagos a especialistas y perjudicados, humillaciones y el grave perjuicio para la Iglesia católica”.

VNC: Una pregunta final: ¿la Iglesia estaría dispuesta a aceptar estos avances en los trabajos de teólogos y filósofos sobre la homosexualidad, por ejemplo, la legitimación de la vida en pareja de los homosexuales?

A.Ll: “Hay dos cosas que a las personas de condición homosexual no les han gustado de la Iglesia. Por una parte, que a su unión no se le llame matrimonio. Pero en el código romano, anterior a Jesucristo, esta palabra ‘matrimonio’ significa unión de hombre y mujer para procrear y ser madre. El matrimonio es, pues, una institución para proteger a la mujer. La unión homosexual puede llamarse unión, amistad homosexual o de cualquiera otra forma, pero jamás matrimonio. Por otra parte, tampoco les gusta el desacuerdo con la adopción. ¿Para qué quieren tener un hijo? Para disipar la soledad. Es puro interés personal, cuando la preferencia debería ser el interés del adoptado que tiene derecho a un papá y a una mamá como modelos de identificación. El carácter inestable y provisorio de las uniones de homosexuales, como lo comprueba la experiencia, hace desaconsejable la adopción por parte de estas parejas”.

VNC: Y volviendo a la pregunta: ¿hacia dónde va el pensamiento de la Iglesia en esta materia?

A.Ll.: “Debe tenerse en cuenta de dónde venimos y hacia dónde vamos. Modificar una forma cultural y moral de juzgar, tan arraigada, es cosa de años, probablemente de decenios. No creo que a eso se llegue de inmediato, pero se está abriendo un avance con el papa Francisco.

Antes del Papa, había teólogos católicos que estaban pensando un juicio comprensivo para las personas de condición homosexual. El valor de la expresión de Francisco sobre ellos es que no emitió un juicio negativo. El “¿quién soy yo para juzgarlos?” es una fórmula preciosa”.

Carta circular sobre las líneas guía en caso de abuso sexual

child-abuseEl 16 mayo 2011, la Congregación para la Doctrina de la Fe hizo pública una carta circular dirigida a todas las Conferencias Episcopales. El documento, firmado por el cardenal William J. Levada y el arzobispo Luis F. Ladaria, S.J., entonces prefecto y secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, respectivamente, aparece fechado el 3 de mayo de 2011 y señala que “entre las importantes responsabilidades del obispo diocesano para asegurar el bien común de los fieles y, especialmente, la protección de los niños y de los jóvenes, está el deber de dar una respuesta adecuada a los eventuales casos de abuso sexual de menores cometidos en su diócesis por parte del clero”. Añade, además, que “dicha respuesta conlleva instituir procedimientos adecuados tanto para asistir a las víctimas de tales abusos como para la formación de la comunidad eclesial en vista de la protección de los menores”. Según la Congregación para la Doctrina de la Fe, frente a todo caso de abuso se debe implementar la aplicación del derecho canónico y de las leyes civiles. A continuación, algunos apartes. 

Las víctimas del abuso sexual: La Iglesia, en la persona del obispo o de un delegado suyo, debe estar dispuesta a escuchar a las víctimas y a sus familiares y a esforzarse en asistirles espiritual y psicológicamente. Benedicto XVI, en el curso de sus viajes apostólicos, ha sido particularmente ejemplar con su disponibilidad a encontrarse y a escuchar a las víctimas de abusos sexuales. En ocasión de estos encuentros, el Papa ha querido dirigirse a ellas con palabras de compasión y de apoyo, como en la Carta Pastoral a los católicos de Irlanda (n.6): “Han sufrido inmensamente y me apesadumbra tanto. Sé que nada puede borrar el mal que han soportado. Su confianza ha sido traicionada y violada su dignidad.

La protección de los menores: En algunas naciones se han comenzado, en el ámbito eclesial, programas educativos de prevención para propiciar ambientes seguros para los menores. Tales programas buscan ayudar a los padres, a los agentes de pastoral y a los empleados escolares a reconocer indicios de abuso sexual y a adoptar medidas adecuadas. Estos programas a menudo han sido reconocidos como modelos en el esfuerzo por eliminar los casos de abuso sexual de menores en la sociedad actual. 

La formación de futuros sacerdotes y religiosos: En el año 2002, Juan Pablo II dijo: “no hay sitio en el sacerdocio o en la vida religiosa para los que dañen a los jóvenes” (cf. Discurso a los Cardenales Americanos, 23 de abril de 2002, n. 3). Estas palabras evocan la específica responsabilidad de los obispos, de los superiores mayores y de aquellos que son responsables de la formación de los futuros sacerdotes y religiosos. Las indicaciones que aporta la exhortación Pastores dabo vobis, así como las instrucciones de los competentes dicasterios de la Santa Sede, adquieren todavía mayor importancia en vista de un correcto discernimiento vocacional y de la formación humana y espiritual de los candidatos. En particular, debe buscarse que éstos aprecien la castidad, el celibato y las responsabilidades del clérigo relativas a la paternidad espiritual. En la formación debe asegurarse que los candidatos aprecien y conozcan la disciplina de la Iglesia sobre el tema. Otras indicaciones específicas podrán ser añadidas en los planes formativos de los seminarios y casas de formación por medio de las respectivas Ratio Institutionis sacerdotalis de cada nación, instituto de vida consagrada o sociedad de vida apostólica.

Se debe dar particular atención al necesario intercambio de información sobre los candidatos al sacerdocio o a la vida religiosa que se trasladan de un seminario a otro, de una diócesis a otra, o de un instituto religioso a una diócesis.

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