Ernestina López

“Dios descubre su rostro y su corazón en la vida de los pueblos”

 

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La identidad indígena de Ernestina López fluye en cada frase, en cada anécdota y en el balance que hace de la pastoral indígena y la teología india en América Latina y el Caribe. Su original experiencia de fe se nutre de su vida familiar, de su formación como maestra, de su servicio a la Iglesia, de los múltiples encuentros en los que ha participado y, particularmente, de su contacto con los pueblos indígenas de Guatemala, su país, y de otros pueblos centroamericanos.

En sus recuerdos de infancia tiene presente que en su casa todos los cuartos eran iguales y uno de ellos estaba destinado para encontrarse y orar. “En esos momentos compartíamos en familia y expresábamos nuestra relación con Dios a través de las flores, también utilizábamos incienso y algún elemento de la naturaleza, como el agua”. Sus padres eran católicos. Por eso también rezaban el Rosario, el Padrenuestro, o el Ave María, “pero al final –aclara–, luego de haber dicho lo que nuestro corazón y nuestra vida querían decirle a Dios”.

A los ocho años dejó su hogar para estudiar en un colegio católico que tenía la modalidad de internado. “No teníamos acceso a escuelas ni a colegios y esa era una opción para formarme académicamente”, comenta. Entonces experimentó muchos cambios: “en lugar de ir a orar al cerro o en algún sitio, en contacto con la naturaleza, lo hacíamos en una capilla y en tiempos marcados por el sonido de una campana o de un timbre”. Mientras que en su casa había aprendido a orar al amanecer, al mediodía, en el cruce de los caminos, en el encuentro con la familia, en la tarde, en la noche y, prácticamente, en todos los momentos de la jornada; en el internado tenía la impresión de que oraba solamente “por raticos” y repitiendo oraciones en lugar de expresar lo que sentía. Sin embargo, para Ernestina “Dios era el mismo, lo que variaron fueron los espacios, los símbolos, pero yo no hice ningún cambio en mi manera de entender a Dios como alguien que está en nuestras vidas, a quien se le puede hablar de distintas maneras y en distintos lugares”.

Cuando se graduó como educadora tomó una mayor conciencia de su identidad, “eso nadie me lo quitó”, dice, al tiempo que lamenta que en su familia el castellano fue remplazando la lengua de sus ancestros. “Había mucha humillación e injusticia por no saber hablar español. Entonces mi papá, que era comerciante, se vio obligado a aprenderlo”.

Poco a poco fue descubriendo su llamado a servir a su pueblo de una manera diferente. “He querido ‘gastar mi vida’ para que nuestros pueblos vivan con dignidad, justicia e igualdad”. Estudiando la Biblia –específicamente los profetas– se interesó por la liberación de los pueblos. “Muchas veces nos han dicho que nosotros somos lo más pobres entre los pobres, pero no lo somos. Es decir, económicamente sí lo somos, pero la pobreza con la que nos calificaban era en todo sentido: que no sabíamos, que no podíamos… De diversas formas nos han empobrecido, y esa es otra historia”.

Pastoral Indígena Itinerante

En sus 66 años de vida, Ernestina ha abierto puentes de diálogo en la Iglesia católica. “Estoy cumpliendo 40 años de haber comenzado a acompañar la Pastoral Indígena Itinerante en Guatemala”, comenta. Esta pastoral fue creciendo en una doble dinámica: ofrecer a la gente la oportunidad de encontrar los ejes fundamentales de su identidad, sin dejar de prepararse y de asumir su fe cristiana. Son sendas que ha recorrido con otros agentes de pastoral, laicos y religiosos, con el apoyo y el acompañamiento de algunos obispos guatemaltecos, como monseñor Julio Cabrera Ovalle y monseñor Álvaro Ramazzini.

La vida le ha enseñado que la inculturación no consiste en llevar a Dios a otras culturas, sino en encontrar a Dios en las culturas y hacer crecer el anuncio del Evangelio. Está convencida de que “Dios, que camina en la historia y en la vida, baja, se encarna, y descubre su rostro y su corazón de padre y madre en la vida de los pueblos”.

Durante las dos últimas décadas también ha participado en los simposios continentales de Teología India promovidos por el CELAM. Concluye diciendo que “mi sueño es que al fin realicemos la visión del profeta, que habla de un banquete festivo donde todos los pueblos nos sentemos en una misma mesa y donde la vida sea celebrada con rostros diferentes. De esta manera, asumiendo la diversidad y testimoniándola, podemos mostrar la verdadera imagen de Dios en nuestros pueblos”.

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