Europa y cristianismo: ¿inevitable divorcio o fecundo maridaje?

Encuentro en Bruselas de representantes religiosos con líderes de la UE, 2007

Todo un reto y una esperanza

Encuentro en Bruselas de representantes religiosos con líderes de la UE, 2007

Encuentro entre representantes religiosos y líderes de la UE, en Bruselas en 2007

RAÚL BERZOSA (OBISPO DE C. RODRIGO) | Cuando estaba preparando este original, me entero de que el conocido teólogo D. Olegario González de Cardedal ha publicado meses atrás un Pliego en la revista Vida Nueva con el sugestivo título: “Europa en la alternativa”.

Allí se puede leer: “Europa está volviéndose hoy ciega y muda ante la realidad religiosa en su dimensión teologal y personal… La grave crisis económica y social que estamos atravesando, y no pocas experiencias pasadas, nos sugieren que no sería bueno ni eficaz a largo plazo olvidar los problemas humanos que están en el subsuelo del mismo vivir y morir. El cristianismo está llamado a dialogar y convivir con los humanismos contemporáneos, haciendo todo lo posible para que las llamas de la fe y de las convicciones no se apaguen entre las tensiones diarias, porque Europa no puede abandonarse a un humanismo trivial, resultado de su ateísmo”.

Estas palabras resumen y concentran el objetivo de mi exposición. Junto a una pregunta lacerante: ¿existe algún parangón o analogía entre la Europa de hoy y los retos que tuvo que afrontar en su tiempo santo Tomás de Aquino?… Creemos que sí.

Como en tiempos de santo Tomás, tenemos que afrontar los nuevos retos para la fe y para el cristianismo en Europa, que –dicho sea de paso– no son tan diferentes o extraños de algunos de los que él mismo encontró en su tiempo. Baste enumerar los siguientes:

  • 1. En su tiempo, estaban experimentando un cambio de milenio, con sabor “a milenarismo cultural”, dando el paso del románico al gótico; nosotros también estamos en un nuevo milenio, pasando de la modernidad a la posmodernidad y hasta la ultramodernidad.
  • 2. En su tiempo, asistían a una nueva filosofía emergente: el aristotelismo, con notable carga de neopaganismo; hoy, existe un arco: desde el cientifismo al espiritualismo, pasando por el laicismo cerrado. Sin olvidar el renacer de un cierto neopaganismo y de un nuevo ateísmo más práxico que teórico3.
  • 3. En su tiempo, existía una nueva configuración social y económica (urbes y universidades nacientes); hoy, el problema de la inmigración, de la globalización y de la interculturalidad.
  • 4. En su tiempo, estallaban guerras y conflictos generalizados (“dominaban los señores de la guerra”); hoy, guerras locales en casi todo el planeta e incluso repuntes de conflictos de civilizaciones y una solapada tercera guerra mundial.
  • 5. En su tiempo, había pluralismo religioso (judíos, cristianos, musulmanes); hoy, el pluralismo religioso en diversas formas religiosas y espirituales, clásicas y nuevas.
  • 6. En su tiempo, se producía el renacer de cristianos radicales y de calidad (por ejemplo, los mendicantes) con afán de renovación profunda y de nueva misión; hoy, el de nuevos movimientos intraeclesiales de reforma radical y de llamada a una nueva evangelización o conversión pastoral.
  • 7. En su tiempo, se hacía presente la pobreza generalizada. Hoy, la crisis económica persistente, también nos habla de una Europa en recesión y creciente pobreza en una gran parte de la población europea, con una altísima cifra de paro.
  • 8. En su tiempo, finalmente, afloraba el germen de una nueva Europa en ciernes y el reto de edificarla sobre bases cristianas. La misma tarea que se nos impone hoy, incluso cuando se respira una cierta “cristianofobia”.

 

¿Hablamos de la vieja y contradictoria Europa?

Se ha llegado a afirmar que Europa es una realidad ambivalente:
parece estar ‘configurada y unida’ por la filosofía griega,
el derecho romano, la religión judeo-cristiana y la ciencia moderna,
pero también parece rezumar históricamente heridas abiertas y divisiones”

Hablar de Europa es hablar de una realidad controvertida. Así, para Zygmunt Bauman “es como una aventura inacabada”; para Martin Heidegger, “es una invitación permanente a actuar”. Denis de Rougemont va mucho más allá, cuando afirma que “Europa es la que ha descubierto las diversas regiones de la Tierra, pero nadie la ha descubierto a ella”.

Con mentalidad más cercana, Goethe define a Europa como “el prototipo de lo prometeico”. El profesor Juan Velarde se atreve a afirmar que “Europa, más que una geografía física, es una realidad cultural”. Para el llorado obispo y querido amigo monseñor Eugenio Romero Pose, “Europa no es la historia de una idea que permita una sola interpretación, sino que es la historia de una tradición que permite diversidad de lecturas”. Y, para no perdernos, reclama la autoridad de María Zambrano con su conocida frase lapidaria: “Europa no ha muerto; Europa no puede morir del todo; solo agoniza. Porque Europa es tal vez lo único que puede resucitar”.

Expresado lo anterior, renace la pregunta: ¿de qué Europa hablamos?… Como respuesta, se ha llegado a afirmar que Europa es una realidad ambivalente: por un lado, parece estar “configurada y unida” por la filosofía griega, por el derecho romano, por la religión judeo-cristiana y por la ciencia moderna. Sin embargo, por otro lado, Europa parece rezumar, históricamente, heridas abiertas y divisiones, como vamos a ennumerar.

  • 1ª separación: Grecia y Roma y, en el horizonte, los bárbaros. El centro de la primitiva civilización de lo que llamaremos “Europa” puede ser considerado el Mediterráneo oriental. Aparte de la civilización micénica y etrusca, los primeros habitantes conocidos de Europa fueron los griegos. Posteriormente, Roma toma el relevo. Roma llegó a dominar la totalidad de las costas mediterráneas, incluida Grecia. Sobre estos pueblos Roma dejó una huella imborrable.
  • 2ª separación: el islam conquista el sur del Mediterráneo. Posteriormente, la cuenca mediterránea queda dividida en dos mitades aproximadamente iguales: el norte, cristiano; y el sur, musulmán. Desde África (año 711), los mahometanos invadieron Hispania y las Galias, pero fueron detenidos por los francos en la batalla de Tours (año 732) y, como es tradición en nuestra tierra asturiana, anteriormente, en el año 718, por las huestes de Pelayo.
  • 3ª separación: el cisma entre latinos y bizantinos (año 1054). Este cisma divide un oeste católico de un este ortodoxo. Es una división operada en el interior de la cristiandad y, paradójicamente, acelera el proceso de identidad de Europa. Desde este momento, la palabra “católico” adopta un sentido diferente, y su ámbito se encierra en la Europa Occidental; mientras que la Oriental acuñará el nombre de “ortodoxia”.
  • 4ª separación: la Reforma y la Contrarreforma (años 1520-1648). Se separa el norte protestante del sur católico. Esta división se produce, de nuevo, en el interior de la cristiandad. Y, con la cristiandad dividida y herida, es también Europa la que se encuentra dividida.
  • 5ª separación: laicismo ilustrado versus cristianismo (ss. XVIII-XX). Podemos hablar de una quinta separación o herida abierta, que se consuma en lo que conocemos por modernidad. La herida entre creencia e increencia, entre una Europa cristiana y otra poscristiana, entre laicismo y teísmo, se va consolidando y ahondando. Incluso hoy, en pleno siglo XXI, parece haber brotado la segunda generación de la ilustración.
  • 6ª separación: la compleja globalización. ¿Europa de los mercaderes… o Europa de los pueblos y del Espíritu? (ss. XX-XXI) En una cultura que se pretende de pensamiento único, donde los Estados Unidos, como nuevo imperio, lideran el mercado de la producción y de las ideas, Europa se encuentra, paradójicamente, con la migración en sus fronteras y con el desafío de nuevas civilizaciones.

Pliego publicado en el nº 2.889 de Vida Nueva. Del 5 de abril al 11 de abril de 2014
 

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